domingo, 15 de noviembre de 2015

Fiesta e Iglesia , ¿distancia y contradicción? ¿conveniente acercamiento?

          El que un cura participe en una fiesta de disfraces de Carnaval a algunos le sorprende y hasta le escandaliza, mientras que a otros les parece normal y hasta encomiable. Las opiniones se dividen. Si un cura baila en una fiesta andaluza unas sevillanas, las opiniones también se dividen a la hora de valorar la oportunidad del gesto. El término fiesta encierra significados muy varios, y esto diversifica también las opiniones sobre la participación de un eclesiástico en las mismas.

          Fiesta e Iglesia, en estos días de la celebración del Carnaval, puede aparecer como una relación difícil y hasta antitética. (En algunas zonas de España, pues, en otras zonas de España, la celebración del Carnaval es tan voluntarista y marginal que ni siquiera resulta comprensible fijarse en el Carnaval para realizar una reflexión sobre las relaciones entre la fiesta y la Iglesia.) Con todo, interesa considerar si la Iglesia encaja en su forma de ser concebida la idea de fiesta, o si más bien son ideas entre sí excluyentes.

          A principio de los años Ochenta (¡hace ya más de veinte años!), el algo atípico jesuita Juan Mateos publicó en España un libro que causó sensación, Cristianos en fiesta. El libro llevaba el subtítulo de Más allá del cristianismo convencional, y conmocionó realmente a los ambientes eclesiales más tradicionales. No tengo en este momento a la mano el libro, pero creo recordar que supuso una reivindicación de la fiesta en el contexto de la religión; más aún, un intento de destacar todos los aspectos festivos que hay o que debe haber dentro de la religión. Aunque después fue el co-traductor con Luis Alonso Shoëkel de la Nueva Biblia Española, los primeros estudios de Juan Mateos fueron sobre la liturgia, y lo que me parece que pretendía destacar Cristianos en fiesta es la conexión entre la liturgia de la Eucaristía y la fiesta, la concepción de la Eucaristía como una auténtica fiesta.

          Ha llovido mucho desde los años Ochenta, pero creo que hay que reconocer que las Eucaristías actuales tienen poco de festivas, que hay que hacer esfuerzos para descubrir en ella la celebración de una fiesta. Desde luego desde España y desde el contexto europeo, pues es sabido que en los ambientes más jóvenes de África tienen las Eucaristías un aire mucho más festivo, con la música y el tan-tan presentes en unas misas que son desde luego mucho más largas que las occidentales.

         El recuerdo del Carnaval, tan intenso en la Canarias que viví hace ya años, me ha hecho recordar la relación entre lo religioso y lo festivo. Con el paso de los años, parece que estos dos conceptos se han ido distanciando, en lugar de aproximarse cada vez más. Los eclesiásticos más jóvenes se han clericalizado más, en lugar de haberse acercado más a las estructuras normalizadas de la gente corriente. Una reciente normativa eclesial ha pretendido disminuir y hasta suprimir el único gesto festivo que se había introducido en la liturgia, el saludo de la paz, en el que los participantes en las Eucaristías se desmadraban un poco -sobre todo los niños- con la transmisión de los saludos. La liturgia se ha vuelto más rígida y las personas de Iglesia se han encerrado más en las estructuras eclesiales. Entre la fiesta y la Iglesia no ha aumentado el acercamiento, sino que se han agrandado las distancias.

          El que se haya producido este distanciamiento es una lástima, más que un logro positivo por purificador. Jesús vivió una forma de vida que hoy llamaríamos estrictamente laical y cuando quiso hablar del Reino y del acercamiento a Dios recurrió a metáforas y parábolas de fiestas y banquetes. Aunque no parece que por ahí corran los aires, ¡ojalá el vaivén de la historia vuelva otra vez en poner el acento en la fiesta! A Dios se le puede entender mejor desde la fiesta que desde el encorsetamiento y la rigidez.




       


lunes, 9 de noviembre de 2015

¿Cómo se configura la opinión catalanista... y la contraria?

         Me sigue preocupando el que otros a los que valoro positivamente piensen de forma muy distinta a mi propio parecer. El fenómeno catalán está ahora en el fondo de esta preocupación, al comprender cada vez menos las actuaciones que las personas y las instituciones catalanas están adoptando. 

huge support to Catalonia Independence! | Reagrupament International    No quiero entrar en la espiral de la descalificación, adjudicando a torcidas intenciones o a incalificables propósitos lo que ahora se está haciendo o diciendo. Desde el sector no catalán, desde las restantes regiones de España, crece la agresividad contra los políticos que están protagonizando estas posturas. Las comparecencias públicas de Mas y de los restantes representantes de la voluntad separatista son recibidas desde los que estamos fuera de Cataluña con progresiva agresividad, incluso con descalificaciones personales cada vez de tonos más exacerbados. Se les tacha de falsos, de estar engañando, de estar caminando sin responsabilidad alguna hacia un inevitable choque de trenes, de querer tapar incluso problemas personales con la dinámica independentista. A estos recursos se llega también, porque resulta muy difícil llegar a entender lo que allí está pasando, comprender las posturas que en público y en privado se están adoptando.

         Más que los propios políticos, entre los que caben posicionamientos tácticos -primeras posturas escalonadas hacia la consecución de objetivos todavía ocultos o menos claros-, me preocupan los catalanes de a pie que hay detrás, las personas normales y corrientes -a algunas las conozco personalmente y las aprecio- que asienten tranquilamente a cuanto los políticos están haciendo, que ven normal todo lo que está ocurriendo y que no cambian por ello de parecer.

          En los lejanos años en los que estudiaba periodismo, se hablaba en las clases -y se discutía incluso fuera de ellas- de cómo se configuraba la opinión pública. Preocupaba conocer cómo la opinión general llegaba a configurarse de una manera o de otra. A la España que estaba saliendo del molde único franquista le intrigaba descubrir cuál era el mecanismo por el que se diferenciaban las opiniones, cómo y por qué llegaban tanto a distanciarse y hasta oponerse las opiniones.

          El tema sigue siendo viscoso y escurridizo. Más recientemente se ha hablado de la opinión pública y de la opinión publicada; esto es, de cómo influye en la opinión pública lo que se publica en los medios de comunicación (y también, en ocasiones, se habla de lo contrario: de cómo los medios de comunicación recogen y cristalizan las opiniones recogidas de la gente de la calle). La influencia de los medios en la opinión de  las personas es indudable, pero no se puede distorsionar y sobredimensionar el tema, pues también es válida la opinión de que los medios (¡y hasta los mítines de las campañas electorales!) lo único que hacen es confirmar la opinión de las personas, reafirmar lo que cada cual piensa. Normalmente, cada cual lee el periódico que coincide con las propias opiniones

         ¿Son los medios de comunicación catalanes -se recuerda a este respecto que algunos de estos medios son totalmente fieles a la opinión de los políticos dirigentes- los causantes de que la práctica mitad de la población esté a favor del proceso, acepte sin matizaciones y hasta se entusiasme por el independentismo? Pero, a su vez, ¿son los medios de comunicación no catalanistas -la prensa de Madrid, como piensan muchos catalanes- los causantes de la opinión pública tan generalizada contra el independentismo? Sin duda que los medios contribuyen a la configuración de la opinión pública, pero hay otros factores que influyen también y hasta quizás más radicalmente

          La historia que ha vivido el propio país influye mucho en la visión que de la actualidad se tiene. Cada vez me apasiona más comprobar la influencia  que tiene en la opinión que cada cual tenemos actualmente en España la turbulenta historia de nuestro país en el siglo XIX, con todos los baibenes ideológicos derribando continuamente gobiernos, estableciendo repúblicas, desterrando repetidamente a los jesuitas... Para colmo, si la historia se está además continuamente desfigurando para demostrar las propias ideas -como se dice que se hace ahora en Cataluña, pero como se hace también desde luego en otros contextos-, su influencia será tan grande o más que la de los medios de comunicación.

la independencia de catalunya con la habilidad que les caracteriza           Luego están los factores familiares (si se ha nacido en una familia de tradición derechista izquierdista, nacionalista o independentista en el contexto catalán), lo que se ha heredado somática y psicológicamente, lo que cada cual ha recibido posteriormente de los estudios y de la vida, las personas y las experiencias personales con las que cada uno ha ha convivido... La serie de condicionamientos que están en la base de cada personalidad y que influyen en la configuración de la propia opinión es muy amplia, aunque muchas veces esté indefinida y no sea el mismo sujeto consciente de su influencia. 

          Toda esta reflexión responde al deseo de llegar a comprender la actitud de los que a uno le resultan incomprensibles, de poder vislumbrar cómo y por qué se plantean opiniones que desbordan la propia capacidad de comprensión. El esfuerzo merece la pena con tal de no llegar a la descalificación personal, al desprecio de la opinión ajena por el sólo hecho de no entenderla. En el tema catalán, todo lo que se pueda trabajar para acercar posturas y no llegar a la agresividad en la valoración del contrario resulta recomendable y hasta necesario. La comprensión ajena y el acercamiento humano serán el mejor camino para que no estalle la violencia y se abran posibilidades para conseguir una convivencia enteramente pacífica.