sábado, 16 de julio de 2016

Hasta luego

        
          El verano es tiempo que suele interrumpir las actividades ordinarias. Una veces por el inicio del descanso  y otras por las nuevas obligaciones asumidas, el tiempo veraniego provoca muchas veces una alteración de lo que antes se venía haciendo. Este es también mi caso, y por eso la anuncio con esta breve nota

          Da igual que sea el descanso o la mayor ocupación, el caso es que aparco temporalmente la reflexión pública sobre la realidad, suspendo por un tiempo la mirada crítica "tras mi vidriera", cuando tanto la vida política como la via eclesial se encuentran en momentos álgidos. Un somero detalle.

          Nunca en los tiempos recientes, ha estado España tanto tiempo sin gobierno. He reflexionado aquí varias veces sobre la imperiosa necesidad de diálogo existente en el panorama español actual. El que se hayan agotado los plazos para la formación de gobernó en dos ocasiones y el que en esta tercera ocasión no esté aún despejado el horizonte para lograrlo, demuestra a la claras que la capacidad de diálogo entre los dirigentes políticos españoles es casi nula. Se ha repetido mucho que la ruptura del bipartidismo aumentaría el nivel democrático, obligaría a ponerse de acuerdo los unos con los otros. Sea real o sólo deseada la ruptura de los dos frentes obtenida, lo que sí se ha producido es el achicamiento de las voces intervinientes -por la aparición de nuevas voces-, pero el enfrentamientos entre dos polos no ha disminuido sino que se ha acrecentado. Sin mayorías absolutas, sin obtener la posibilidad de actuar sin tener que escuchar al otro, no está siendo posible la puesta en marcha de un nuevo gobierno. Las incomprensiones y los enfrentamientos personales imposibilitan la negociación entre los partidos. La situación es triste, pero muy interesante. Dejo de mirarla en el momento menos oportuno.

          Un gran amigo ha dicho por ahí, en algún blog, que en el momento actual hay gente que se parapeta tras Francisco, que escuda sus propias opiniones ocultándolas detrás de las del Papa, que su apoyo real al Papa no es ni tan coherente ni tan absoluto como aparentan decir. Con gran intuición, finaliza Darío Moyá su reflexión "Esconderse" detrás del papa Francisco, con esta conclusión:  Por todo ello, tras un primer momento de alegría y consolación por las palabras y los gestos del Papa Francisco, uno siente siempre la necesidad de no sacar pecho como Iglesia demasiado fácilmente, de seguir siendo muy humildes y de seguir pidiendo al Padre que el Espíritu de Jesús remueva y renueve nuestros corazones".

          Esta oportuna advertencia pone en guardia para no vanagloriarse con plumas ajenas y para no disimular las propias disconformidades. Con gran humildad y con obligada coherencia se han de asumir las valientes opiniones y las evangélicas actitudes de Papa, no prolongando más allá de lo debido las propias opiniones encomiásticas. Francisco prosigue sus continúas llamadas de atención sobre las situaciones actuales, sin dar tiempo casi a seguirlo con la atención que merece su voz siempre inquietante. En pocos días, las opiniones y los gestos que tenga ante los jóvenes en Polonia resultarán seguramente tan llamativas como ya lo fueron en Brasil. No es por ello éste tampoco el mejor momento para dejar de hacerse eco de lo que pueda ir ocurriendo en la Iglesia. 

          El mundo sigue girando desorbitadamente. Ayer, Niza. Hoy, Turquía. La actualidad no para. Avergüenza un poco tener que decir en este momento Hasta luego.