En el sentido lingüístico, la
frase alude a la discutible autoridad con la que los nuevos árbitros del
lenguaje -los autores de las "guías del lenguaje no sexista"- imponen
sus criterios, sin tener en cuenta "la autoridad
profesional, científica, social, política o administrativa" de otras
posibles instancias y contraviniendo además los criterios de la
Real Academia Española, que parece debería
ser máximamente respetada en este campo. El informe fue publicado
-¿porque Juan Luis Cebrián es unos de los académicos firmantes del escrito?- al
final del suplemento "Domingo" de EL PAÍS, sin llamadas ni en la
portada del periódico ni siquiera en la primera página de este suplemento
(tratamiento que sí han merecido las posteriores discusiones que sobre
este tema ha venido publicando el mismo periódico), como claro exponente de la
falta de sintonía con las opiniones de Ignacio Bosque y de los 26 académicos
-"todos los que asistieron al pleno del 1 de marzo de 2012"- que
suscriben el referido informe. Con gran maestría, apabullante conocimiento del
tema e incluso con soterrado humor, Ignacio Bosque, en cuatro densas y muy
completas páginas, desenmascara el intento de imponer las opiniones contrarias
al "uso marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos
sexos", restando así según ellos "visibilidad" a la mujer,
arrancando para ello de unas opiniones que humillan sin más a las contrarias en
aras de una autoridad realmente despótica para imponer unos criterios
éticos de grupo y de ninguna forma generalizados.
El "despotismo ético" no sólo se viene usando en el terreno
lingüístico. Es ya también de uso frecuente la frase "políticamente
correcta", para calificar los temas y las opiniones que se pueden tocar o
adoptar, descalificando al mismo tiempo y de forma tajante las opiniones
contrarias, las "políticamente incorrectas". Frente al pasado y el
presente de España, frente a lo que -ya con sectarismo- se denomina
"política de género", sobre ciertos temas morales, religiosos y
aún folclóricos, no todo se puede decir, sin exponerse a la jauría de los
que a la fuerza y de forma realmente violenta imponen sus propias opiniones. Ya hablé aquí, hace pocos días, de los intentos de imponerle ciertos moldes ahora a lo que ha sido desde siglos la clara esencia de Andalucía.
Pero es que incluso sobre modas, decoración, compras de complementos,
arquitectura, adornos domésticos, vinos, cocina, regalos que se pueden hacer,
estilos de vida, etc, etc, las páginas de ciertos periódicos imponen de hecho
sus propios criterios, desde un subyacente "despotismo ético", que no
siempre se manifiesta a las claras y descaradamente. Estas páginas,
aparentemente "inofensivas” de la prensa, se convierten con alguna
frecuencia en artilugios solapados para imponer criterios muy discutibles bajo
la capa, en ocasiones disimulada pero casi siempre penetrantes, de
"despotismo ético".
Muchos deseamos que nos dejen tranquilos pensar lo que consideramos más
conveniente. Cualquier forma de despotismo, de imposición prácticamente a la
fuerza, resulta ya recusable. Pero mucho más en el campo de la ética, en temas
muy relacionados con la conciencia de cada cual, en los que la intromisión debe
ser más escasa y el respeto mucho más omnipresente. Sobre estos temas, se puede
por supuesto opinar y es lícito defender las propias concepciones; pero no
debería ser al modo del "despotismo ético", dando por supuesto que
sólo la opinión propia es la válida y posibilitando opciones de
desavenencia a las opiniones contrarias. ¡Que nos dejan en paz los practicantes
del despotismo ético!.
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