Después de insertar mi última entrada sobre el tema, he visto la reflexión sobre el el mismo asunto publicada en su "blog" personal por el conocido teólogo y jesuita José Ignacio González Faus (reproducida también en "Religión Digital"), que considero de interés darla también a conocer en "Tras mi vidriera". A continuación, la reproducción literal de J.I: González Faus:
Izquierdo, derecho, izquierdo…
Las teorías son como grandes manchas de color:
ayudan a ver y distinguir aunque luego, en realidad, las cosas tienen muchos
más matices. Puede ser útil, por ejemplo, hacer una caracterización completa de
lo femenino y lo masculino, aunque luego nunca nos encontraremos ejemplos puros
de esa teoría porque todos tenemos pinceladas de ambos sexos. Y esto quizás
sirva para otra de las divisiones más clásicas de nuestra vida no personal sino
social: lo que solemos llamar derechas e izquierdas.
A grandes rasgos comenzaría diciendo: la gran
tentación de la izquierda es la falta de responsabilidad, mientras que a la
derecha la pierde su avaricia. Tanto la irresponsabilidad de unos como la
codicia de los otros no son reconocidas por ellos.
La derecha justifica su avaricia con la religión, falsificando a ésta por completo: a veces hasta
da gracias a Dios por el éxito de sus ambiciones. La izquierda justifica su
irresponsabilidad amparándose en el progreso, hasta llegar a pervertirlo: da
por sentado que sólo podrá criticarla quien sea un retrógrado.
Y así, mientras una dice creer en Dios, la
otra afirma creer en el progreso, y las dos utilizan ese objeto de su fe
como opio para apaciguar a sus víctimas. Una vive esperando que sus ideales
sociales justifiquen su pereza. La otra espera que su afán de responsabilidad
justifique su avaricia.
La izquierda desconoce el pecado original; la
derecha lo utiliza en provecho propio.
La derecha se cree con derecho a vivir muy bien expoliando a los demás. La
izquierda cree que el derecho a vivir bien consiste en que se lo den todo
hecho.
Por eso la izquierda quiere un Estado que pague
las consecuencias de todas sus imprevisiones (aborto gratuito, cáncer de
pulmón, sida…) aun a costa de arruinar al erario público; mientras que la
derecha se siente llamada a castigar, ejemplar e inmisericordemente, a todos
los que la molestan. Aquella cree que todo vendrá dado mecánicamente con un
cambio de estructuras. Esta se ampara en que lo importante es cambiar las
personas, para negarse a todo cambio estructural.
Ambas esperan ser justificadas meramente por su
militancia (“soy progre y de izquierdas”, o “soy hombre de bien”) pero ninguna
de las dos toma esa militancia como una exigencia de cambio de vida. La
izquierda espera un mañana que nunca vendrá; la derecha se escuda con esa falsa
esperanza de la izquierda para negarse a construir ningún mañana mejor.
La izquierda es en teoría universalista, pero su
universalismo se reduce muchas veces a proclamar para los demás lo mismo que
busca para sí. La derecha suele ser individualista y agita sonoros gritos
patrióticos: pero su patriotismo se reduce a que la patria soy o, a lo más, yo
y los míos.
Las izquierdas quieren cambiar el mundo pero
creen tener ya la receta para ello y piensan que Marx y Nietzsche ya estudiaron
bastante por todos ellos. Las derechas estudian más pero sólo para buscar y
justificar el máximo beneficio propio…
Cuando se enfrentan entre sí, la derecha se
siente amenazada y suele volverse increíblemente agresiva. Las izquierdas se
sienten superiores y suelen volverse despectivas. Ambas son intolerantes una con la otra; pero la
derecha suele ser mucho más intolerante. En ambas existen personas
particulares, que son modelos de responsabilidad y de solidaridad. Pero, por
desgracia, son excepciones que no dan color a su facción.
En una palabra, la izquierda tiende a caer en la
ley del mínimo esfuerzo, la derecha obedece a la ley del máximo interés. Si de
aquí se deduce una necesidad de superar la antítesis derechas-izquierdas,
muchos utilizan esa necesidad para proclamarse “de centro”. Pero, por lo
general, el centro suele tener bastantes de los vicios de las otras dos
ramas y pocas de sus virtudes. O se queda en esa tibieza a la que el libro
del Apocalipsis califica de vomitiva.
En la historia de la primitiva iglesia, las
derechas convertidas del fariseísmo estuvieron a punto de matar a san Pablo; y
éste se cansó de reprender a los corintios por la irresponsabilidad con que
acogían la libertad. En teología, al hablar de Jesucristo, dicen algunos
que la derecha se ampara en la divinidad de Cristo para negar o escamotear su
humanidad, mientras que la izquierda se aferra a la humanidad de Jesús para
negar o alejar su divinidad.
Y allí es donde se muestra de manera espectacular
que los centros suelen tener los errores tanto de la derecha como de la
izquierda: la reflexión sobre Jesucristo muestra que el verdadero camino
tampoco reside en ese centro que no es ni carne ni pescado, sino en la
totalidad: Dios y hombre a la vez, Dios en su mismo ser hombre y hombre
desde su ser Dios. Responsable y trabajador en la lucha por la justicia y la
igualdad; solidario desde la responsabilidad y el esfuerzo.
No iría mal que todo eso nos sirviera de modelo.
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