Me
ha impactado mucho una afirmación del gran profesor de moral de la Facultad de
Teología de Granada, Eduardo López Azpitarte, que, desde la cima de sus 82
años, con una veintena de libros y cientos de artículos escritos, confiesa en
una recientísima entrevista: Cada día
estoy más convencido de que todo progreso ha sido consecuencia de ciertas
transgresiones (ir un poco más allá de lo que marca la ley) (Vida Nueva, nº 2.920 de la primera
semana de Diciembre, página 33).
El tema es vital para la interpretación de lo que está ocurriendo en el
mundo actual. La frontera de la ley, ¿se presenta como infranqueable, como
inasaltable e imposible de ser traspasada, o se dejan resquicios por donde se
pueda traspasar de alguna manera o en algunas ocasiones? El cumplimiento o no
de lo establecido se presenta como el gran interrogante para interpretar la
actualidad en muchas circunstancias actuales. Según el pensamiento teológico paulino, el mero cumplimiento de la ley no es lo importante, no justifica, sino la intención, el amor que se ponga en el cumplimiento.
Sin
tener que recordar ya la ruptura del sistema legal y democrático hecha en su
día por Franco, el viejo tema filosófico del tiranicidio,
de la muerte violenta del tirano, se ha vuelto a recordar de nuevo cuando
las masas han atentado contra sus gobernantes y los han destronado por la
fuerza en Tunez, Égipto, en Libia; o cuando las masas traspasaron también las
leyes, alterando recalcitrantemente las calles con los movimientos de los descontentos de España, Brasil, Estados
Unidos o Honk Kong.
La
insumisión contra la ley se nos ha hecho más cercana cuando los catalanes han
querido llevar adelante su derecho a
hablar hasta márgenes no permitidos por la Constitución española, o cuando
se le pide diálogo al gobernante
español en temas prohibidos por la ley suprema del país. De forma sorprendente, en estos días se está
reivindicando la autoría, la principal participación, en la transgresión clara
de ley que supuso el organizar una manifestación en España en la jornada de
silencio previa a unas elecciones: es la vanagloria y el orgullo, después de
años, por un hecho que fue descaradamente ilegal.
El
tema de la insumisión ante la ley está continuamente bordeado por el emergente y ya partido político Podemos, que nace
de los descontentos infractores de
las leyes urbanas y que plantea todavía programas transgresores de la ley como
el no pago de la deuda establecida por las leyes actuales, o el constante
calificativo despectivo de casta a
los partidos democrática y legalmente establecidos, aunque es verdad que la
transformación en partido político de este grupo lo introduce en el sistema (la casta, según su lenguaje) abriendo así una serie de complicados
interrogantes sobre su futuro.
Los
ejemplos se podrían multiplicar. Pero los aportados son ya suficientes para
captar la importancia que sigue teniendo en nuestra sociedad el establecimiento
o no de infranqueable fronteras en el cumplimiento de la ley establecida.
Es
cierto que todos los casos no son iguales y que el discernimiento puede
convertir en diferentes los diagnósticos de la situaciones establecidas. El mismo López Azpitarte establece en su
entrevista una luminosa distinción entre
la tolerancia civil de un hecho y su aprobación moral, sabiendo que no todo lo
permitido legalmente es también lícito desde el punto de vista ético. Pero
esto agudiza aún más el problema cuando la puerta se mantiene ocasionalmente
abierta a una posible transgresión. Es
más, cuando en el campo estrictamente religioso este profesor añade: Sería una pérdida para la Iglesia y para todos
que desaparecieran los cristianos incómodos, que han posibilitado seguir
adelante.
El
problema no tiene ni fácil ni universal solución. Habrá que mantener despierta
una sensibilidad ética y moral de muchos quilates para poder opinar y
orientarse ante transgresiones que los unos y los otros alabarán o criticarán, según
sus propias conveniencias y según los pareceres que cada cual tenga como
inamovibles. La transgresión de la ley, desde luego, no es el camino fácil,
permitido sin más y en todas las ocasiones. El engaño –a uno mismo o a los
demás- nunca resultará ético, la equivocación será siempre posible en el primer diagnóstico que se haga de la situación, el acierto justo se mantendrá como el horizonte
utópico al que en todo caso habrá siempre que aspirar. Retos difíciles de la
coyuntura actual.
En mi opinión, transgredir la ley, no solo es posible sino preciso, cuando esa ley no es ética o moral. Hay que considerar que con frecuencia lo legal no es ético y a la inversa.
ResponderEliminarDe todos modos, lo expuesto por el prof. Azpitarte, es una realidad, a la que yo en casos como los movimientos callejeros de los que se ha nutrido el grupo Podemos, en parte no me apunto. Si es verdad que hay cosas en las que llevaban razón; pero no en el intento de conseguir en la calle lo que no se ha conseguido en las urnas.
Hay otros puntos señalados por el viejo profesor muy interesantes: la usurpación del poder por un dictador, la tiranía y el tiranicidio como remedio - Film: muerte de un dictador - y la situación catalana, que darían para muy amplios debates.
Son estos, tiempos turbulentos, a los que hay que estar atentos. Siempre ha habido lobos con piel de cordero, a los que hay que desenmascarar. Pueden arrastrar muchos incautos. Ojo a los vientos que corren por España! Algo parecido ocurría en la tercera década del siglo pasado en la Alemania nazi que daría lugar nada mas y nada menos que al surgimiento del III Reich.