Una intervención que tenido que tener recientemente sobre los Medios de Comunicación Social (MCS, en adelante), me ha obligado a reflexionar de nuevo sobre el tema y, como la intervención era en un ambiente eclesial, me ha obligado a volver al Decreto Inter mirifica, que el Concilio Vaticano II –hace ya 50 años- aprobó con prisas en una de sus sesiones finales.
En su introducción, el Decreto realiza una justificación de que el
Concilio entre a tratar un tema no directamente religioso:
“Entre los maravillosos inventos de la técnica que -en
nuestros tiempos- ayudan al espíritu humano, la madre Iglesia mira con peculiar
solicitud a los que han abierto nuevos caminos para comunicar con facilidad
extraordinaria noticias ideas y doctrinas … El sacrosanto Concilio, por la
vigilante e insistente preocupación de los Sumos Pontífices y de los Obispos en
cuestiones de tanta importancia, considera su deber tratar cuestiones relativas
a los MCS. Considera que su doctrina aprovechará, no sólo a la salvación de los
cristianos, sino al progreso de toda la sociedad humana” (Inter mirifica 1-2).
La justificación hoy
resultaría casi innecesaria, porque la importancia de los medios se ha sobredimensionado
en el tiempo transcurrido desde entonces. Pero sí resulta aún muy válido lo que
ya entonces intuyó el Vaticano II, que los MCS consiguen el milagro de que “cada hombre o mujer se convierta en un ciudadano del mundo” (Inter Mirifica 22), convirtiendo así en realidad la repetidísima afirmación
de Mc Luham de que los medios convierten “el
mundo en una aldea global”.
Algunos rasgos de los MCS
*Ampliación necesaria. Los medios contemplados por el
Vaticano II, hace 50 años, fueron “la
prensa, el cine, la radio, la televisión y otros semejantes”. Actualmente,
resulta evidente que habría también que incluir el internet que, albergando toda la gama de las redes sociales, ha
revolucionado las posibilidades comunicativas de los Emisores frente a los
Receptores.
* Buenos y malos. Aunque el tono general es positivo, el Decreto del Vaticano
II alertó mucho sobre la necesidad de distinguir bien entre los medios buenos y los medios malos, recomendando el uso adecuado en cada uno de los dos casos:
“La recta elección de los medios exige a los usuarios favorecer plenamente
lo que sobresale en virtud, ciencia y
arte; y evitar lo que pueda ser
causa o ocasión de daño espiritual para los propios usuarios o pueda poner
a otros en peligro” (Inter mirifica 9).
La recomendación de usar
bien los MCS resulta bastante obvia. Hay que distinguir los buenos de los
malos, como se distingue una manzana sana de una que está podrida. La energía atómica
puede tanto producir energía sana como una bomba mortífera. Por tanto, hay que saber
elegir y depositar confianza en los medios que dan buena información y hay que
saber tomar postura ante los medios que dan una información distorsionada, no
buscando la exposición de la verdad sino la defensa de los propios puntos de
vista o de los propios intereses. En este sentido, es vital saber distinguir
cuando un medio, un programa o cualquier otro tipo de comunicación busca un
objetivo noble o cuando sólo pretende la consecución de intereses políticos o
exclusivamente económicos. El Concilio señala que es muy importante “oponerse a las sugerencia malas y favorecer
de lleno las buenas”; por lo que resulta igualmente importante “aprender a formar recto juicio” frente a
“lo oído, visto o leído” (Inter Mirifica 9-10).
* No matar al mensajero. Conviene mucho no caer en un peligro muy
frecuente entre los usuarios de los medios. El peligro es echarle la culpa a
los medios de las informaciones o las opiniones que ellos nos facilitan. Es la
tentación sempiterna de matar al mensajero que me trae una mala noticia. La
culpa no la tiene el mensajero sino el que lo ha enviado o, simplemente, la malicia
que reviste la propia noticia. Se suele culpar mucho a los medios de que sólo
dan malas noticias; o que sólo propician programas basura; o que son muy
indiscretos en las informaciones que facilitan. En general, los medios
proporcionan lo que la gente les demanda, y, en este sentido, no hay que
criticar tanto al medio porque facilite lo morboso o la basura sino a la gente
que presta atención preferente a estos temas. Además y sobre todo, si un medio es sesgado en
su información, si recoge demasiada basura,
si solo habla desde un partido o punto de vista, hay siempre que ver quién está
detrás de este medio, cuáles son los intereses de la empresa o de la persona
que envía los mensajes a través de las redes sociales hasta atiborrarlas, y no
culpar al mismo medio que sólo es el mensajero que nos trae a casa la noticia o
el mensaje del que ha querido enviar estos contenidos.
*Saber exigir. Todos debemos tener muy claro qué demandamos de los medios, qué
exigencias ponemos sobre su estructura y sus contenidos. Existe “un derecho a la información” que, según
el Vaticano II, nos permite a todos exigir determinadas características a las
informaciones que recibimos:
“La información debe ser siempre verdadera
y, salvadas siempre las exigencias de la justicia y la caridad, deber ser
también íntegra, completa; además,
en cuanto al modo de presentarla, debe ser honesta
y conveniente; es decir, debe respetar
escrupulosamente las leyes morales, los legítimos derechos y la dignidad del
hombre, tanto en la obtención de la noticia como en su difusión” (Inter Mirifica 5).
* Justicia y caridad. Remachando una frase incluida de pasada en el
texto anterior del Vaticano II y teniendo en cuenta que “hoy día las opiniones públicas (lo que se hace público en los
medios) ejercen poderosísimo influjo en
la vida privada y pública de los ciudadanos”, el Concilio recomienda a “todos los miembros de la sociedad”, es
decir, tanto a los que elaboran los medios como a los que los usamos, el que “cumplamos los deberes de la justicia y de la
caridad”, publicando -o demandando
que se publique- sólo lo que respeta los
derechos de las personas y tiene además en cuenta las exigencias de la caridad.
Sólo así se contribuye a “formar y
extender una recta opinión pública”, sólo así la difusión de las
informaciones obtenida por los MCS será la adecuada y legítima (IM 8).
* Medios propios de la Iglesia. En España, la Iglesia católica
cuenta con MCS propios, y esto plantea particulares posibilidades y muy
concretas responsabilidades a la propia Iglesia, tanto respecto a la elección
de sus profesionales como a la elección de sus contenidos. Existe una cadena de emisoras de radio, Radio María, que fomenta mucho la
piedad religiosa y se centra fundamentalmente en vida intra-eclesial, pero esta red de emisoras no depende
directamente de la Jerarquía de la Iglesia sino de una Asociación privada llevada
por personas católicas de una determinada ideología. Además, y sin dejar de mencionar la importante
presencia que ya suponen las muy extendidas hojas parroquiales y diocesanas, la
Iglesia cuenta oficialmente con la mayoría del accionariado de la Sociedad
Anónima propietaria de la poderosa cadena de emisoras de radio, la COPE, y cuenta también con la directa responsabilidad
de una todavía modesta emisora de TV, el Canal
13. A estos medios dependientes directamente de la Iglesia, el Concilio les
exige y todos los usuarios católicos de estos medios deben también exigir “la intención manifiesta de formar,
consolidar y promover una opinión pública en consonancia con el derecho natural
y con las doctrinas y preceptos católicos, así como difundir y exponer
adecuadamente los hechos relacionados con la vida de la Iglesia” (Inter Mirifica
14,1).
* Saber defenderse de los medios. Sobre la forma de acercamiento
a los MCS, habría siempre que luchar por la defensa de la propia identidad personal.
No se puede depender de tal forma de los MCS que sólo se piense y sólo se diga lo
que -sin más análisis- se ha recibido de los medios. Expresiones como “esto es
verdad, porque lo he visto en el periódico o en la TV”, “lo ha dicho la radio”,
“me ha llegado un power point o un
mensaje”, no pueden sin más acreditar la verdad de la noticia que se transmite a
los demás: hay siempre que tener en
cuenta en qué medio ha salido y de qué fuentes proviene la noticia, hay que
tener opinión clara sobre los diferentes medios por los que llegan las
informaciones y -en las diversas
materias- conviene no darle a todos los MCS el mismo nivel de credibilidad. Por
tanto, tenemos que sabernos defender ante los medios, tenemos que salvar
nuestra propia identidad personal y nuestras propias opiniones en los contactos
que mantengamos con los MCS.
* Interés por estar bien informados. Ante la auténtica galaxia
de fuentes, conviene mucho mantener abierto el deseo de estar bien informados. Hay
gente que no ve los telediarios ni escucha los informativos de la radio porque
“sólo me dan malas noticias”. Para
muchos, los periódicos son un auténtico artículo de lujo. Muchas personas sólo
mantienen interés por lo más inmediato y cercano, por lo que ocurre en el
propio contorno, sin asomarse a mirar lo que está más allá de las propias paredes.
Otras personas tienen desgana y apatía por todo lo que provenga de los demás, o
tienen tal hartazgo de toda la información que no muestran interés por lo que
ocurre más allá de su propia familia y su propia casa. Frente a todas estas
actitudes desconectadoras, conviene mantener el interés por lo que ocurre en
los diversos campos de la actualidad –la vida social, deportiva, económica y
también política-, no sólo en nuestro propio entorno sino también en nuestra
autonomía y en nuestro país y en todo el mundo.
Añadido para creyentes: Aprender de Dios
Los creyentes cristianos tienen,
en la forma de relación que la fe afirma
que Dios tiene con los hombres y mujeres del mundo, el mejor modelo para la
comunicación humana.
Dios establece
comunicación con los humanos, al crear a todo el mundo para el hombre. La
teoría de la comunicación señala que el Emisor, a través de los medios,
transmite sus mensajes al Receptor; y que el Receptor acusa recibo de la
información que le ha llegado, a través de los distintos procedimientos de
retroalimentación. De forma semejante,
Dios hace llegar sus mensajes de amor a los humanos través de todas las
realidades humanas; y el Receptor debe acusar recibo al Emisor, no viendo en
las realidades humanas simples cosas sino
dones de Dios.
El proceso comunicador de
Dios con la humanidad, después del anteproyecto
que supuso la creación, se lleva a cabo con el proyecto pleno que es la encarnación. Dios mira al mundo con mirada
benévola, y, a pesar de que ve también lo malo que hay en toda la tierra, se
deja llevar más de su misericordia y decide la gran noticia de la salvación del
mundo, el envío de su Hijo a la tierra, su encarnación como hombre, para que todos los humanos tengan la
posibilidad de ser hijos de Dios.
La comunicación del Dios
con el hombre, el anteproyecto de la
creación y el proyecto de la
encarnación, son para los creyentes el mejor modelo utópico de la comunicación,
de todos los procesos que se deben establecer para la concepción y el uso de
los Medios de Comunicación Social. Nada más y nada menos.
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