Después de una visita a un lugar, tengo oído que si la estancia dura una semana el periodista es capaz de escribir un libro; si permanece en el lugar un año, ya no es capaz de escribir más que un artículo; y se si se queda allí a vivir, después de un periodo más largo de tiempo, ya no le resulta posible escribir ni una línea, porque todo lo parece normal. Como en este caso la visita a León –mejor la vuelta, porque ya pasé por allí en otras ocasiones- ha durado poco más una semana, las impresiones afloran desordenadamente y con espontaneidad.
1. Viniendo del Sur, lo que más impresiona de León es el
frío. Me decían que todo el año ha estado muy templado y que, sólo en los días
finales del invierno, había vuelto el frío. Lo cierto es que las montañas
cercanas fronterizas con Asturias lucían estos días del todo blancas; que cuando
de allí soplaba, el viento realmente cortaba; que una mañana nevó intensamente
en el centro mismo de la ciudad, en ciertos momentos con copos como puños,
aunque el temporal duró poco y la nieve no llegó a cuajar estable.
La consecuencia normal del mayor es
frío es que a la gente se le ve por la calle mucho más abrigada. Nunca había
visto tantos abrigos de pieles juntos. En un acto colectivo al que asistí, calculo
que la mitad de las señoras iban cubiertas por pieles: lo cual me hacía
concluir que aquí las pieles no son muestras inequívocas de riqueza, pues la
mitad de la población no son todas ricas. Y los plumas bien gordos, cubriendo la cabeza y hasta las rodillas, eran
también muy frecuentes. La vestimenta, en general, era diferente a la que
normalmente se ve en las ciudades del Sur de España, no sólo más abrigosa sino
también, como término medio, menos convencional, algo más elegante.
2. Se le nota mucho a León que tiene solera de siglos.
Primero, por ser ciudad antiguamente amurallada, de lo que dan buena muestra
todavía algunos trozos bien conservados en ciertas partes de la ciudad. Sobre
todo se le nota por los edificios emblemáticos. La catedral, desde luego, da un
fuerte carácter a toda la ciudad: no he visto en ningún otro sitio un gótico
más puro, tal vez porque el edificio se construyó en no muchos años del siglo
XIII, de corrido y sin dar ocasión a la mezcla de estilos posteriores. La visita despaciosa a la
catedral, el ensueño insuperable de las vidrieras, merece sobradamente volver a
León siempre que se pueda.
Pero es que en León hay más
edificios del todo singulares. Muy cerquita de la catedral, está la basílica de
San Isidoro, anterior y con un románico deslumbrante. Y el conjunto
arquitectónico de la Iglesia y el actual Parador de San Marcos, de no estar en
una ciudad tan rica arquitectónicamente como León, resultarían iconos del todo
representativos: con razón, la moderna imagen de un peregrino, que se ha colocado en frente, descansa estático mirando al monumento.
Es León una de las tres únicas
ciudades no catalanas que cuentan con obra del imaginativo Gaudí –la otras dos
me han dicho estos días que son Astorga, también la provincia de León, y
Comillas-, siendo el palacio Botín del centro de León un edificio sólido y
armónico, aunque totalmente característico de Gaudí. Dentro de la arquitectura
ya moderna, en las zonas de más reciente construcción de la ciudad, la
Delegación de la Junta de Castilla-León o el Auditorio Musical son obras
modernas, en línea con la riqueza arquitectónica de otros estilos en las épocas
pasadas.
3. La división autonómica de España favoreció a
Valladolid, y dejó sólo como segundona a León. Únicamente el puesto menos
relevante del Defensor del Común se emplazó en León para toda la Autonomía de
Castilla-León. Este hecho ha repercutido en el no desarrollo actual de León,
que me han dicho cuenta con muy poca riqueza industrial y que –dato de la prensa local, durante mi
estancia allí- registra un éxodo actual de 190.000 personas hacia otras
provincias en busca de trabajo.
Como reacción tal vez, impresiona el
afán de León por resaltar su historia y sus antiguas riquezas. No he visto en
otros sitios que los pequeños sobres de los azucarillos reivindiquen en los
bares y en todos los sitios donde se toma un café la propia identidad como
pueblo. En la parte trasera de un azucarillo he visto escrito: Sin León no hubiera España, que antes que
Castilla leyes, concilios, fueros y leyes, dieron prestigio a León. La fama
cantó su hazaña con clarines de Victoria: ¡León escribió la historia de
Covadonga a Colón! Con su sangre a torrentes vertida dio a la Patria preciado
blasón y en sus labios cobró vida el hermoso lenguaje español. ¡Viva León!
4. Breve
nota para creyentes es que León, en lo religioso, cuenta también con una
historia importante. Me contaba un sacerdote ya mayor que, en su época de
estudiante, había 500 chicos en el Seminario Menor y hasta 200 en el Seminario Mayor,
en contraste con los 6 seminaristas con los que cuenta actualmente la Diócesis.
La religiosidad es todavía intensa,
con abundante asistencia dominical de personas mayores, con Semana Santa
también rica en procesiones y con determinados actos religiosos –me ha
impresionado la afluencia desbordante a la Novena de la Gracia, en la Iglesia
de San Marcos- con una presencia masiva muy poco frecuente en otros contextos.
Aunque el futuro es tan incierto como
en otras regiones –máxime en una provincia con muchos pueblos poco habitados o
totalmente deshabitados, con pocos sacerdotes atendiendo en ocasiones hasta más
de diez pueblos-, existen también signos de vitalidad, como la adoración
eucarística 24 horas y los retiros y demás actividades religiosas en la muchos
años centenaria Basílica de San Isidoro.
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