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Un detalle que no es ni el más importante ni por supuesto el más popular de la fiesta del Rocío. Se trata incluso de un momento considerado, a veces, como pesado y digno de algún tipo de reforma. No entra entre las fotos que salen en la prensa durante los días del Rocío, pero puede ser merecedor de concentrar en él la mirada, una vez que ha finalizado el Rocío del presente año.
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El acto resulta, sin duda, algo pesado. Consiste en el paso de dos representantes de cada una de las Hermandades, poniendo sus manos sobre la Biblia que mantiene sentado y sobre sus rodillas el Obispo de Huelva, que preside la ceremonia. Los que desfilan y hacen el juramento son 240 personas (2 representantes de la Hermandad Matriz de Almonte y de todas las 119 Hermandades actualmente existentes). Los que desfilan vienen con sus típicos atuendos rocieros, otorgándole cierta solemnidad y colorido al acto. Qué piensa y siente cada uno de los que hacen el juramento sólo Dios lo sabe, pues -como en todos los actos del Rocío- cada uno participa con el nivel de madurez cristiana que alberga en su interior y que sólo Dios conoce en toda su profundidad.
Aunque resulta algo cansino, el acto merece ser resaltado porque constituye una masiva proclamación de fe, muy difícil de ser repetido en cualquier otro contexto. No es fácil pensar en un acto de adhesión tan personalizado, obtenido por otras entidades. La réplica de este acto solemne está, además, en los cultos que cada Hermandad suele celebrar en sus propias ciudades de origen, jurando en estas ocasiones no sólo dos representantes sino la totalidad de los hermanos presentes en aquellas ceremonias. Este año pude asistir a la clausura del triduo de la Hermandad de Huelva, y el acto de profesión de fe de los hermanos locales fue tan largo y numeroso como el oficial del pontifical en el Rocio. Si se tiene en cuenta estos actos de réplica, hay que pensar en miles de personas intervinientes.
Este sencillo comentario pretende resaltar una aspecto que no se destaca para nada al hablar o al pensar en el Rocío. No es que sea una panacea, que justifique por sí solo todo el cúmulo de acontecimientos de la fiesta rociera. Como todos los actos y los componentes de esta macro-celebración, la romería del Rocío tiene la complejidad(la superficialidad y también la profunda hondura), de una manifestación de religiosidad popular. Nada más y nada menos. En cada elemento, comprendiendo su complejidad y sin pretender que sean en todo perfectos, hay también que saber descubrir todo lo positivo que encierran.
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