Se repiten auténticamente millones de veces durante los días
de la Romería del Rocío. Es la liturgia oracional que cierra todas las
variadísima actividades que se celebran en torno a la Virgen del Rocío, repetidas
clamorosamente por todos, tanto en las celebraciones públicas y oficiales como en
las que más privadamente se llevan a cabo en las Hermandades y en todas las
casas. Es un fenómeno del todo atípico, que merece un mínimo de reflexión, en
los días de la fiesta rociera de Pentecostés.
ATÍPICA LITURGÍA
PARTICULAR
La palabra liturgia
no se sólo se aplica a los actos oficiales de la Iglesia católica, marcando las
rúbricas para la Eucaristía, la celebración de los sacramentos o el rezo
comunitario del Oficio Divino. Todo acto estrictamente reglamentado constituye
una liturgia, como la presentación ante el Jefe del Estado de unas cartas
credenciales o la celebración de un juicio ante un Tribunal, en los que hasta
la vestimenta está rigurosamente regulada.
Referida los actos directamente religiosos, la liturgia se define
como “el conjunto de prácticas
establecidas, que regulan el culto y las ceremonias religiosas”. Dentro de
esta definición más estricta, pueden entrar los actos oficiales del Rocío: el viernes y el sábado, la presentación
de las ya 124 Hermandades ante la Virgen; en la mañana del domingo, la
celebración pontifical de la Eucaristía de Pentecostés en el Real, y, en la
noche del domingo, el Rosario público, que se conecta ya sin solución de
continuidad con la atípica y desbordante procesión de la Virgen, que ocupa la
madrugada y la mañana de lunes. Todos
estos actos, inclusive la procesión tan singular, están muy reglamentados,
sometidos a normas de celebración que se guardan con gran fidelidad.
Luego están las normas
de cada Hermandad y de cada casa particular, que regulan lo que se hace
colectivamente y aun las costumbres que se guardan en el modo de bailar las
sevillanas y hasta en la manera de tratar
y recibir a la gente. El Rocío, como todo acto colectivo muy antiguo,
está lleno de liturgias que se guardan muy severamente.
LOS ¡VIVAS! A LA
VIRGEN
Tanto los actos públicos y oficiales como los más privados de cada
Hermandad o de cada celebración finalizan
con los ¡VIVAS!, que alguien proclama vibrantemente y que todos los
asistentes responden colectivamente con igual entusiasmo. Los Vivas guardan
también una severa liturgia, pues siempre son los mismos y se lanzan con el
mismo orden. Sólo una palabra sobre cada uno de los ¡VIVAS!.
1. ¡Viva la Virgen del Rocío!. Éste es siempre el primer VIVA que
inicia la serie. Es además el más general, pues no se le añade ningún epíteto o
complemento al nombre de la Virgen, siendo sin embargo el más complejo y de
variada significación. De hecho, cada persona que proclama o responde a este
Viva, lo hace con entusiasmo pero desde lo que para ella expresa este nombre. Y
el significado que tiene la Virgen del Rocío para cada uno, siempre tiene
hondura y entusiasmo pues si no lo hay no se proclama el Viva, pero para algunos
es sólo la emoción del nombre y de la imagen mientras que para otros es lo que
la Virgen es y significa, aunque con menor o con mayor sentido teológico. La gente
suele personalizar mucho a la Virgen, y dice que viene guapa, que trae frío o
calor, o que sufre y se duele cuando el paso se tambolea o se cae al suelo en
la procesión. Los mejor formados, además, saben que la Virgen no es sólo la
imagen, reconociendo en ella a la María del Evangelio. A un hombre muy sencillo
le oí hace poco decir, señalando a la imagen: “Este año estuve por ir a verla al natural”, refiriéndose a que pasó
por una enfermedad grave y estuvo a punto de ir a verla en persona en el cielo,
“al natural”. Este grito no era
infrecuente que sirviera, hace años, incluso para terminar una discusión o una pelea,
pues alguien proclamaba la invocación e instantáneamente venían la pacificación
y el abrazo. El término “rocío” se usa
con frecuencia en la Biblia, habiendo sido sus diversas aplicaciones a la
Virgen el tema de una reciente tesis doctoral defendida en la Universidad de
Navarra .Toda esta variedad de significados está incluida en este primer grito
a la Virgen, aunque cada uno sólo expresa lo que personalmente siente el que lo
dice.
2. ¡Viva la Blanca Paloma!. Esta exclamación es más difícil de explicar, pues se
introduce en el terreno de lo metafórico. La Blanca Paloma es el término que se
refiere a la Virgen del Rocío por ser la Esposa del Espíritu Santo, usando el
mismo símbolo de la paloma que emplea el Evangelio para referirse al Espíritu
Santo cuando descendió sobre Jesús al ser bautizado en el Jordán (Lucas 3,22),
o a las leguas de fuego que se posaron sobre la sobre la Virgen y los apóstoles
cuando se posó sobre ellos el día de Pentecostés (Actos 1,14 y 2,3); por lo
demás, la presentación como Esposa del Espíritu Santo desborda el campo de lo sólo
metafórico, al ser la imagen que usa el Evangelio al aludir a la concepción de
Jesús: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti
y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1. 35). La
relación entre la Virgen y el Espíritu Santo está recogida en el relieve dado a
la escena de Pentecostés, tanto en el actual como en el antiguo retablo del
altar de la Virgen del Rocío, y en la paloma situada en el techo o baldaquino
de las andas sobre el que Virgen procesiona. El ser la Virgen del Rocío considerada como la
Esposa del Espíritu Santo es por lo que, sin tener una festividad propia (como la
tienen las advocaciones de Lourdes o de Fátima), su fiesta titular se celebre en
la solemnidad litúrgica del domingo de Pentecostés. Por supuesto que las
personas que aclaman a la Blanca Paloma no tendrán en cuenta las connotaciones
teológicas, pero el Viva popular alude a una raíz teológica muy seria de la
devoción a la Virgen María.
3. ¡Viva la Reina de las Marismas!. Este tercer ¡Viva! No tiene especial contenido
teológico, ni siquiera directamente religioso, pero alude al contexto en el que
la Virgen y su aldea se encuentran, y el medio externo configura una dimensión
esencial de la devoción rociera. La Ermita o Santuario de la Virgen se encuentra
al borde mismo de la marisma, cuya inmensa laguna se divisa privilegiadamente en
los inviernos desde la puerta de la
Iglesia. La fotografía más tradicional de la ermita del Rocío está tomada desde
la marisma, con su inmensa espadaña reflejada en las aguas de la marisma. Con
esta referencia se hace también alusión a todo el contexto de la naturaleza que
rodea al Rocío: los pinos y las arenas, los montes de todo tipo, la riquísima
flora y fauna del Coto de Doñana, la naturaleza variadísima en la que las
hermandades se zambullen en sus caminos a la aldea y que inunda también la
fisonomía externa del enteramente singular complejo poblacional, ya de muchos
kilómetros cuadrados, de la aldea almonteña.
La marisma además ha sido ya trascendentalizada con la alusión a la otra
vida como las “marismas eternas”, en una famosa sevillana. Con razón, la Hermandad Matriz acaba de sacar
un libro con el texto completo de la Laudato Si´, precedido de una extensa
introducción sobre “El Rocío y Doñana”. La devoción rociera no se puede entender
sin la carga ecológica que implica todo su contexto natural y su directa conexión con la marisma.
4. ¡Viva el Pastorcito Divino!. La alusión al Hijo resulta esencial en toda mirada a la
Virgen María. En el Cantico que expresa sus sentimientos ante las alabanzas de
su prima Isabel, María reconoce con realismo y sin absolutamente nada de
vanagloria las “cosas grandes” que
Dios ha hecho en ella y alaba por ellas al “Señor,
mi Salvador” (Lucas 1, 47-55). Por ello, la oportunidad de la referencia al
Hijo, no sólo en su imagen siempre con el Hijo en los brazos, sino también en esta
alusión directa de los Vivas al Niño Jesús vestido de Pastorcito, en las
ocasiones en las que la Madre se viste también de Pastora en sus idas y venidas
a “su” pueblo de Almonte, como lo hará este próximo verano, en el Centenario
además de su coronación canónica.
5. ¡Viva la Patrona de Almonte!. En el lejano 1.653, “la muy
antigua y muy noble villa de Almonte” reconoció oficialmente como su
Patrona a la Virgen del Rocío. Con esta aclamación, siempre repetida, el pueblo
almonteño expresa su orgullo de tenerla por Patrona. Este Viva, además, da pie
para que cada Hermandad o pueblo proclame su especial relación con la Virgen
del Rocío, lanzando un Viva a su pueblo y a su Hermandad. Un hueco ad hoc para que cada grupo exprese su
especial vinculación con la Virgen del Rocío.
6. ¡Que VIVA la Madre de Dios!. Esta directa imprecación a la Madre de Dios siempre cierra la
serie de los anteriores Vivas, dirigiendo la mirada a lo que es la clave de una
bien enfocada devoción mariana, “el misterio más antiguo concerniente a la
persona y a la función de María en la historia de la Salvación”, el que ha
centrado la consideración no sólo de la pura investigación teológica, sino del
magisterio eclesial, la liturgia, el arte y hasta la piedad popular, la visión
de María como “theotokos”, el misterio mariano que fue estudiado por los
grandes Concilios de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, y que has sido
recientemente actualizado por el Vaticano II (Voz “Madre
de Dios”, en Nuevo Diccionario de
Mariología, 1.988, pp 1173-1199). La piedad más tradicional ha incluido
también la referencia a la Madre de Dios en las más populares oraciones a la Virgen
María, en el Ave María y en la Salve. En los Vivas conecta también, no
sólo con la historia y la tradición de la Iglesia, sino con el grito de una
desconocida voz popular que los Evangelios refieren que, un día que apareció
junto a Jesús su madre, exclamó con toda la fuerza de un Viva actual: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”
(Lucas 11, 27-28). El cierre de todos
los Vivas da en la diana de la devoción eclesial a la Virgen María.
EMOCIÓN, SOBRE TODO
En el Diccionario Mariológico antes citado,
se reconoce que la piedad popular tiene una espontaneidad que difícilmente
logran los actos estrictamente litúrgicos. “El
elemento popular siente, pero no siempre comprende ni sabe”, escribió
Gramsci. Al hablar de la “Piedad Popular”,
este Diccionario reconoce que ésta “nace
de la pasión de sentir, más que de una cierta seguridad de razonar … El pueblo
no parte de conceptualismo, sino de situaciones; no hace disquisiciones, sino
que vive; no define sino que siente. El proceso espiritual popular es
existencial, intuitivo” (Idem, 1602-1614).
Los Vivas, sin embargo, son expresión
de una peculiar liturgia. En las Hermandades rocieras, el Hermano Mayor es el
encargado de lanzar los Vivas, ejerce como la voz de los demás para las
alabanzas a la Virgen. Los Vivas entran dentro del género lingüístico de las exclamaciones, las que se definen como “una expresión o voz que refleja una emoción
o una exaltación del ánimo”; o también, “una frase que trasmite ciertas emociones”. En la proclamación de
los Vivas sobre-domina la emoción.
Pero subyacen también unos contenidos
hondos y profundos. Esta sencilla reseña pone de manifiesto que, en la liturgia
más repetida en el Rocío, la emoción puede ser expresión de contenidos hondos y
bien arraigados. Los Vivas son una buena manifestación de lo que se vive y cómo
se ve en la Romería, en torno a la Virgen del Rocío.
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