Hay pueblos que bien merecen un
viaje para conocerlos. Sorprenden por su fisonomía, por la estructura de sus
calles, por sus monumentos, por su originalidad topográfica. Arcos de la
Frontera es uno de estos pueblos.
Su situación, en lo alto de una gran
loma rodeada de llanuras, obliga a ver Arcos desde todas sus cercanías. Pero el
pueblo desborda la loma, despeñándose por sus flancos, extendiéndose
ampliamente por todos sus aledaños. Como muchos pueblos grandes de la provincia
de Cádiz, Arcos sobrepasa las dos decenas de mil de habitantes, convirtiéndose
en la cercana capital de todos los hermosos pueblos
blancos de la comarca.
Lo sorprendente de Arcos es el casco
viejo de la ciudad, encaramado en lo alto de la loma. Los fines estratégicos
militares de las épocas antiguas –el pueblo estuvo situado en la frontera, como lo atestigua su nombre- serían los que condujeron a construir un pueblo en un lugar tan
escarpado. El pueblo arranca desde la más lejana antigüedad, hasta el punto que
sus guías hablan de sus orígenes prehistóricos y neardeltanenses. En época romana
debió ser ya importante, por los vestigios que aún se conservan de esta época.
Pero he oído que fue en el largo periodo árabe cuando se trazó la singular y
peculiar estructura de sus calles. Lo que más llama la atención del pueblo es
el conjunto de las calles del casco antiguo, muchas con escaleras y pasamanos
en las paredes. Los rincones que estas empinadas calles provocan desbordan el
tradicional imaginativo de lo que es una ciudad. Pasear, trepar, por estas calles, es echar a navegar la
imaginación por cuentos de hadas, por pasados remotos de ensueño.
El pueblo debió ser rico, porque el
caserío antiguo así lo denota. Hay un castillo, un par de Iglesias
catedralicias –Santa María y San Pedro-, palacios importantes y bellos, más un
conjunto abundante de portadas y portalones indicativos de un pasado mucho más
rico que el actual. El conjunto arquitectónico del casco antiguo, no sólo es
bello y sorpréndete por su estructura arracimada, sino que habla de un notable
poderío económico, elocuente del florecimiento económico que el pueblo tuvo en
otras épocas.
En
el pasado no muy remoto, el pueblo debió tener una óptima conservación, pues el
blanco de sus calles es inmaculado, la señalización muy cuidada y el cuidado de
los detalles meticuloso. Así, son hermosísimas las columnas y capiteles en las
muchas esquinas, o resultan impresionantes
las pequeñas lápidas con versos de poetas famosos nativos y foráneos cantando a
Arcos. Pero la imperiosa realidad de la crisis económica también está presente,
pues son por desgracia frecuentes los se
vende o se alquila. En el momento
actual, se echa de menos la falta de industria, pero a la amplia población le
quedan los recursos de la antigua y buena agricultura y el salvavidas muy
fuerte del turismo, con muy abundante cultivo de todos los recursos de la
restauración y el hospedaje y un moderno Centro de Interpretación que lo
mantiene y lo cultiva.
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