domingo, 29 de junio de 2014

Los ROLLING STONES dan qué pensar

         Un suceso baladí se puede llegar a convertir en noticia transcendente. Así me parece que pasa con las informaciones publicadas sobre el concierto tenido en Madrid por los Rollíng Stones.
 
         De entrada, ya sobrepasa mi capacidad de admiración el público que acudió a este evento: el concierto llenó el miércoles el Bernabéu con más de 54.000 almas entregadas a la causa rocanrolera, informaba la gaceta de prensa. Que tal masa de personas se sientan motivadas para escuchar las canciones y aplaudir rabiosamente a los ídolos me sorprende enormemente, en una época en la que suponía que el liderazgo personal no arrastraba tan poderosamente.
 
         Pero el hecho de la atracción tan fuerte provocada por estos líderes me la alertó ya la publicidad, que recibí por internet con anticipación al concierto, de unos servicios especiales de AVE nocturnos, para poder volver a los lugares de origen a las tres ó las cuatro de la mañana, inmediatamente después de la asistencia al concierto. Así se anunciaban trenes especiales de AVE saliendo desde Madrid para Sevilla, Málaga, Valencia. Barcelona..., en horarios totalmente insólitos para este medio de comunicación, puestos en funcionamiento para satisfacer la necesidad de transporte de las personas ávidas de asistir al concierto arrostrando una noche perros.
 
         Puede que tenga incomprensión para una manifestación de música moderna, en concreto del más puro rock duro. Debo admitir perfectamente que un espectáculo de este tipo provoque la curiosidad y la atención de la gente. En concreto, he visto ahora en el Wikipedia que constituyen una de las más grandes e influyentes agrupaciones de la historia del rock, siendo la agrupación que sentó las bases del rock contemporáneo. Habiendo empezado su carrera en abril de 1962, tienen ahora en el
mercado 25 álbumes y 32 sencillos, con la impresionante cifra de 250 millones de discos vendidos.
 
         Pero no sé si estos datos gigantescos justifican una movilización popular como la desencadenada ahora en Madrid, con características extremas tan exageradas. El líder del grupo, Mick Jagger,  no es ya por lo demás ningún joven, aunque apostilla la gaceta de prensa que demostró estar en una forma realmente increíble desde que salió a escena brincando, animando a dar palmas, convulsionándose como en los viejos tiempos. La observación que hace el gacetillero resulta intencionada: estos músicos quizás no toquen como antes, pero siguen siendo ellos y el show funciona como un reloj.
 
         Me he fijado en esta noticia porque me impresiona que un liderazgo de este tipo produzca tal conmoción. En los Ejercicios Espirituales ignacianos, el liderazgo de un rey temporal es presentado con mucho detalle para ayudar a comprender el llamamiento del rey eternal. Se comenta a veces que esta imagen parabólica no resulta ya la más adecuada, porque la atracción por una persona no es capaz de producir en la actualidad semejantes efectos. El impacto producido ahora en Madrid por los Rolling Stones replantea las posibilidades de una atracción personal tan fuerte. Quizás no ha pasado la capacidad de atracción de las personas, sino las connotaciones marginales concomitantes al liderazgo. La noticia baladí se convierte así en trascendente, hace pensar. 

sábado, 21 de junio de 2014

¡APASIONANTE SIGLO XIX!

         Resultaba sorprendente y al mismo tiempo cómico escuchar el comentario que, ya en los años convulsos del Concilio Vaticano II, alrededor de 1970, hacía un viejo jesuita, que había vivido personalmente el cruce entre el siglo XIX y el XX. Al ver a alguien en su Comunidad sevillana leyendo el siempre tradicional ABC, comentaba con desagrado, con profundo despecho: "¡Periódico liberal!". Al periódico más típicamente derechoso, lo calificaba como peligroso y de izquierdas. La constatación evidente del hecho es que la palabra "liberal" había cambiado totalmente de sentido, era usada con un significado casi contradictorio con el que en aquel entonces ya tenía.

         Este cambio de sentido de la palabra "liberal" se percibe perfectamente siguiendo, aunque sea mínimamente, la historia de la sociedad y de la Iglesia en el siglo XIX español. El fuerte impacto de la Revolución Francesa, inexistente en España, es recogido tímidamente por nuestras Cortes de Cadiz, que no desplazan el "Antiguo Régimen" con la fuerza trágica de la Revolución Francesa, pero sí comandan la corriente liberal y afrancesada frente a todas las fuerzas recalcitrantes provenientes de los años anteriores. El liberalismo como signo del progresismo más radical, enfrentado con todas las corrientes más tradicionales que ya entonces, en la historia de la Iglesia, comenzaron a llamarse ultramontanas.

         El seguimiento del enfrentamiento de ideas políticas, sociales y religiosas en el siglo XIX es lo que resulta literalmente apasionante. La antítesis entre las Dos Españas, que ya había nacido en el siglo XVIII con el enfrentamiento entre afrancesados y españolistas y que tan magistralmente fue expuesto hace ya años por nuestro gran humanista Laín Entralgo, adquiere ahora características extremosas. Echo mucho de menos el conocimiento a fondo de todas las vicisitudes de este siglo XIX, con los numerosísimos cambios de Reyes y de Gobiernos, con el establecimiento reiterado de Revoluciones y con la Restauración después de la Monarquía, con la serie de personajes tan extremos que van apareciendo, personificando corrientes y dinamismos que subyacen, con infinitos meandros en el recorrido, a las ideas que ahora manejamos en nuestra sociedad actual.

         Particularmente me intriga el enfrentamiento entre los tradicionalistas y los liberales, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX. Los tradicionalistas, los iniciales defensores de los derechos dinásticos de los carlistas, tras los enfrentamientos cruentos iniciales, se mantienen después en la más pura línea tradicional, en lo que pasa a llamarse el integrismo. Resulta patético el seguimiento de esta corriente, que en los religioso adquiere particular significado porque identifican su actuación con el seguimiento a rajatabla de las posturas que piensan que son de Dios y de Iglesia.
        
          La propia línea de actuación de la Iglesia resulta en este siglo muy difícil de seguir con precisión, desde las posturas extremas del Syllabus -condena expresa del liberalismo, que da pie a un
difundidísimo folleto del jesuita Villada El liberalismo es pecado- hasta los difíciles equilibrios posteriores de León XIII, que pretendía conseguir la casi imposible unión entre los católicos enfrentados. La variable y progresiva configuración del ultramontanismo eclesial durante todo el siglo XIX será objeto de estudios de gran interés.

         En España, el pugilato entre el integrismo y el liberalismo llega al paroxismo cuando el integrismo a su vez se escinde entre una corriente más radical y puritana -representada por los hermanos Nocedal y por su periódico El Siglo Futuro- y la cierta moderación que adoptan los carlistas, que llegan incluso a defender que la colaboración con los liberales resulta posible e inevitable, eximiendo por tanto a los liberales del carácter auténticamente demoníaco que los íntegros todavía le adjudican. El seguir las escaramuzas de los mutuos enfrentamientos entre todos esos grupos resulta difícil, triste y, al mismo tiempo, apasionante. Muchos enfrentamientos políticos y intraeclesiales del mundo actual tienen su remoto origen en estas diatribas decimonónicas.

         Me ha despertado el interés por todo este mundo tan pasado la participación en estos días en Salamanca en un Congreso que acaba de celebrarse sobre La Restauración de la Compañía de Jesús (1814-2014), un intento de reflexión ya serena sobre uno de los sucesos más paradigmáticos de esta época convulsa: la extinción de la Compañía de Jesús por el Papa Clemente XIV (1773) y el posterior restablecimiento de esta Orden Religiosa por Pío VII (1814). El seguimiento de todo esto me ha resultado más inmediato porque estoy leyendo despaciosamente el segundo tomo una obra clave para el conocimiento de la época, La Compañía de Jesús en la España contemporánea. Tomo II: Expansión en tiempos recios (1884-1906). Quisiera uno ser un buen historiador, para dominar a fondo toda esta época y para extraer de ella todas las enseñanzas que implican sobre nuestro moento actual en el siglo XXI. 








domingo, 8 de junio de 2014

VISIONES DEL ROCÍO, DESDE LEJOS

         No he podido acudir este año al Rocío, pero mi atención no por ello ha estado ausente. Desde lejos, este año, le dedico aquí mi pequeño recuerdo...
 
         La visión que la gente tiene del Rocío se diferencia mucho, según el ángulo de mira que la persona adopte. Expondré tres maneras de mirar el fenómeno del Rocío, añadiendo una consideración conclusiva.
 
          1. Fiesta pagana. Hay muchos, sobre todo entre los que no han estado nunca en el Rocío, que tienen muy claro que el Rocío es una fiesta meramente pagana. Piensan que la gente va sólo a divertirse, saben del jolgorio y del vino que se consume, han oído hablar de las casas bien instaladas con mayordomos y buenos cocineros, se imagina que el camino es casi una mera bacanal, sospechan que la Virgen es solo una excusa y que no ocupa un lugar importante en toda la romería. Sólo saben del Rocío que van allí los famosos y los políticos... No  exagero con esos rasgos. Hay muchas personas a las que la mención del Rocío sólo les evoca fiesta, sin apenas connotación religiosa. Un conocido me ha comentado en estos días: "El Rocío tuvo la culpa de que una amigo tuviese que casarse, pues dejó allí a la novia embarazada". La primera imagen que a muchos les viene del Rocío es la del desenfreno, en todos los sentidos.
 
          2. Concepción teológica. En las antípodas de la visión anterior, están lo que destacan preferentemente el aspecto religioso más profundo de la devoción rociera. Hay una teología bien elaborada sobre la Virgen del Rocío. Su fiesta es hoy, el día de Pentecostés, porque la Virgen es la esposa del Espíritu Santo, de cuya fecundación nace el hijo, el Rocío de la divina gracia. Esta rigurosa concepción teológica da sentido a toda la fiesta externa, en la que sobrenada y domina el carácter religioso. El Rocío es fiesta, pero  por encima de todo religiosa.
 
          3. Visión popular completa. Me gusta mucho decir que el Rocío es la manifestación más completa del pueblo andaluz. Todos los elementos del carácter de Andalucía están presentes en la fiesta del Rocío: el paisaje de los arenales y las marismas, el traje flamenco masculino y femenino, el cante y el baile de las sevillanas, toda la gama más variada de la gastronomía andaluza tanto en la comida como en la bebida, los rasgos más sobresalientes de la forma de ser andaluza: la alegría, la fácil acogida a los otros, las puertas abiertas de las casas, las ganas de fiesta, la estructura fuerte del clan familiar, la apertura a la amistad... También, el componente religioso. La enumeración tendría que ser mucho más amplia. Todos los aspectos que se puedan pensar sobre Andalucía y sobre los andaluces están representados en la fiesta del Rocío. Es verdad que el Rocío ha desbordado ya lo andaluz, pues vienen a la romería Hermandades de bastantes puntos no andaluces, no siquiera españoles, pero acuden al auténtico epicentro de todo lo andaluz que constituye el desarrollo completo de la fiesta del Rocío. 
 
         Conclusión. Estos tres aspectos del Rocío son del todo incompletos. El esqueleto de todo este cuerpo, la estructura del edificio completo, la clave que sostiene la bóveda, es la imagen de la Virgen del Rocío. Sin la existencia de la Virgen, el edificio completo del Rocío se desploma, se viene abajo, no tiene sentido. Hay que tener en cuenta que en el Rocío apenas si hay fiesta externa: no hay espectáculos, no hay lugares de concentración al margen de los que convoca la Virgen, no hay siquiera lugares de expansión que no sean las casas familiares y las de las Hermandades. Es cierto que la atracción de la Virgen es diversa en cada una de las personas que se acercan al Rocío, desde el que tiene una dependencia tal vez intensa pero lejana hasta el que siente una emoción muy profunda en toda la relación  personal establecida con la Virgen; es cierto también que no asiste el mismo número de personas a la misa del Real que a la entrada de las Hermandades o a la procesión; pero prácticamente todos los que acuden al Rocío tienen algún grado de relación con la Virgen, normalmente intensa y profunda.
 
          No resulta procedente exigirle al Rocío una calidad religiosa, una pureza de lo más auténtico, que a otras manifestaciones religiosas (bodas, primeras comuniones, eucaristías, la Iglesia en general) no se le demanda. En el Roció, el elemento religioso/trascendente es muy hondo, está muy arraigado, no se puede explicar todo lo demás sin él,  pero no es por supuesto el único existente en el fenómenos global de la fiesta. Ésta es la mejor manifestación del alma andaluza, entre cuyos elementos  esenciales está también el componente religioso/mariano de la Virgen del Rocío.
 
         La visiones del Rocío son diversas y guardan relación con el punto desde el que cada cual lo mira. Al  no asistir este año a la fiesta, he esbozado sólo el ángulo desde el que personalmente miro el fenómeno global del Rocío.         
 
 
 
         

domingo, 1 de junio de 2014

IGLESIA CATÓLICA INGLESA, DIFERENTE


         La asistencia a la celebración jubilar como sacerdote de un gran amigo me ha permitido, en un rápido viaje, tomar de nuevo contacto con la Iglesia católica inglesa, una realidad cuyas grandes diferencias con la Iglesia católica española merece un pequeño comentario.

          Shrewsbury es una capital mediana inglesa, que le da nombre a una extensa y antigua diócesis católica, situada por debajo de la línea que forman Manchester y Liverpool, casi en el centro de toda la alargada isla británica. En esta diócesis está la población que ahora he visitado, Heald Green, prácticamente una barriada de la gran ciudad de Manchester, capital que sin embargo ya forma parte de otra diócesis católica inglesa diferente. Heald Green es una población totalmente típica del país, con una extensión muy amplia de casas de uno o dos pisos, todas con su pequeño jardín, habitadas por clase media ya menos joven. No recuerdo haber visto ningún edificio alto de pisos, con un caserío por tanto muy igual de casas matas (terreras, en Canarias), apartamentos y bungalows, cansinamente iguales. El territorio de la población está del todo inmediato al aeropuerto de Manchester, por lo cual la cruzan sin cesar los aviones que entran y salen de las pistas.

          La diócesis de Shrewsbury tiene una población estimada de 187.378 católicos (formando parte de un conjunto de habitantes muchísimo más amplio, por supuesto millonario), de los que asiste semanalmente a misa un total de 31.413 personas, una proporción media por tanto del 16,76 por ciento del total de la población católica. Estos datos figuran con todo rigor en la Guía de la Diócesis, que precisa igualmente con detalle la población católica estimada de cada parroquia. Ya conviene destacar que: 1) existe una Guía de la Diócesis anual, perfectamente editada, con una concreción de nombres, fechas, direcciones, teléfonos, E-Mails y demás detalles realmente exhaustiva; 2) en esta Guía no se hurtan los rasgos de ningún tipo, sean más o menos amables; 3) la información sobre los departamentos diocesanos y sobre cada una de las parroquias es meticulosa, dejando constancia de una casi perfecta organización diocesana y dando fe de una primera característica que siempre se destaca en la Iglesia católica inglesa, su esmerada organización administrativa.

           Para una población católica tan reducida (con parámetros españoles), hay un total de 98 parroquias y 145 sacerdotes, lo que da una media global de 1.912 católicos por parroquia (320, si se consideran sólo los asistentes a la misa semanal) y 1.292 católicos por sacerdote (216 asistentes a la misa dominical).  Aunque las medias estadísticas siempre son engañosas, el cuadro general ya es muy distinto del español, pues, aunque allí se quejan de la gran carestía de sacerdotes (de hecho, sirven a las parroquias 10 sacerdotes extranjeros y 23 religiosos, y 28 están ya además jubilados), la situación comparativa con la Iglesia católica española es del todo diversa, con una población en España por parroquia y por sacerdote muchísimo mayor. Viniendo al detalle, en la parroquia que yo he visitado ahora, Heald Green, corresponden al único sacerdote que la regenta 1.800 católicos teóricos y 500 personas que asisten realmente cada semana a las Eucaristías, y se puede añadir que vive allí en sacerdote jubilado que ayuda también cuando hace falta.

           Por completar la visión de conjunto de toda la diócesis de Shrewsbury, con la población católica total teórica de 187.378 personas, se dieron en concreto en 2.012 unas cifras totales de 2.095 defunciones, 3.070 bautismos de menores, 1.120 confirmaciones, 499 matrimonios y 184 conversiones desde otras iglesias o confesiones. La diócesis cuenta con 112 escuelas confesionales católicas, que atienden a un total de 44.575 estudiantes de enseñanza primaria y secundaria, todos con un régimen de concierto con la Administración Educativa bastante más generoso en lo económico que el español. Los seminaristas existentes en toda la diócesis son actualmente sólo 8.

          Las cifras son frías, pero elocuentes si se las mira con detalle. Por ser muy minoritario en el conjunto de la población británica, el catolicismo inglés es mucho más practicante que el existente en España, más tradicional probablemente en las formas, actualmente preocupado por su progresivo envejecimiento, pero ofreciendo unas cifras de conjunto que testimonian una mayor atención y un objetivo desarrollo mayor que el catolicismo medio español.

         El aspecto externo de las personas asistentes a las Iglesias, el pintoresquismo de las indumentarias, lo que se ve y se detecta en una rápida visita, es todo bastante diferente, pero esto no dimana del catolicismo inglés sino de la esencia y de la forma de ser británicas, tan diferentes a la española.