viernes, 26 de abril de 2013

Séptimo día: NO AL INMOVILISMO

          Los jóvenes no se acordarán de quien fue el Cardenal Ottaviani. En el Concilio 
Vaticano II, de cuya apertura celebra el actual Año de la Fe el Cincuenta Aniversario, 
el Cardenal Ottaviani actuó como principal protagonista del ala más tradicionalista de 
la Asamblea. La  máxima que figuraba en su escudo cardenalicio era "Semper idem", 
siempre lo mismo; esto es, no cambiar nada.
        Hay personas a las que cualquier posible cambio les cuesta una barbaridad. 
Siempre hay que acostarse a la misma hora, ver el mismo telediario, tener exactamente
las mismas orientaciones en la vida, educar a los hijos "como mis padres me educaron 
a mí". Por el contrario, cambiar la situación de los muebles en la casa, improvisar lo que 
se va hacer, aceptar que se hagan o se piensen cosas nuevas, cuesta sobre manera a 
algunas personas. Lo peor de este inmovilismo no son las costumbres externas, sino 
todo lo que se refiere al campo ideológico. Lo novedoso, siempre es malo; lo que se ha
hecho, se ha pensado o se ha decidido siempre es lo que, sin atender a elmentos nuevos,
hay que hacer, pensar y decidir, tanto en la vida ordinaria como en las circunstancias 
extraordinarias. "Semper idem", no hay por qué estar buscando los cambios en la vida.
          La Iglesia suele ser tachada de inmovilismo, de no aceptar los cambios que 
demanda la vida social. Los más revolucionarios, los que quieren que todo cambie, los
que imponen drásticamente la alteración de las costumbres no están mayoritariamente
de parte de la Iglesia, y muy frecuentemente la combaten desde fuera.
          Por todo esto, viene muy bien hoy escuchar una frase de una de las lecturas 
dominicales, tomada del Libro del Apocalipsis: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra han pasado". Es una llamada al cambio, a la 
innovación, a comenzar a hacer y a pensar las cosas de formas diferentes, a no vivir
encastillados en los mismos supuestos y en las mismas costumbres sino estar abiertos
a nuevas formas de pensar y nuevos procedimientos de actuación.
          La tradición, por supuesto, tiene un valor. Hay que conservar, no alterar, 
determinadas costumbres y opiniones. Pero resulta muy necesario abrirse a "los cielos 
nuevos y la tierra nueva" para no caer en inmovilismos estériles e inoperantes. La 
concreción de todo esto no siempre resulta fácil, pero la corriente de aire fresco que 
supone la frase del Apocalipsis conviene que inunde a la sociedad y a la Iglesia. No al
al inmovilismo. Sí a la apertura a todo lo bueno de lo nuevo.        
          

martes, 23 de abril de 2013

MANIPULACIÓN DESDE LA SOCIOLOGÍA

          La defensa del derecho a opinar libremente debe conducir, en paralelo, al respeto a la opinión ajena. Por esto molestan, y hasta indignan, los intentos de manipulación de la opinión pública que ocasionalmente saltan a la prensa.
          Un ejemplo claro de deseo de manipular la opinión de los demás he detectado en tres "encuestas" aparecidas en EL PAÍS del domingo, 21 de abril, en torno al "aborto en España", el "matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la Iglesia y el PP" y el "Papa Francisco y cambios en la Iglesia", a mi parecer rigurosamente encadenas entre sí en su intento manipulativo. Sobre cada uno de estos discutidísimos temas, un medio puede tener y manifestar su opinión sin ambages, pero menos honesto resulta camuflar la propia opinión con ropajes sociológicos, desde la aparentemente aséptica recogida de la opinión ajena. 
        De entrada, ya despierta sospechas el que cada periódico nacional exclusivize en una sola empresa  sociológica la realización de estos "trabajos", siendo Metroscopia la que se encarga de estos cometidos en EL PAÍS. Las dos primeras encuestas creo que son las que máximamente interesan en esta ocasión al periódico -sus opiniones son sobradamente conocidas al respecto-, pero, ante la imposibilidad de prestar atención a las tres, me detendré en la dedicada al Papa Francisco, apoyada en este caso por la publicación de un artículo/comentario del Presidente de la empresa sociológica, José Juan Toharia,  que es ya una manifiesta declaración de intenciones, "Sencillez y realismo: o sea, una Iglesia nueva". 
         En efecto, lo que interesa al periódico en esta ocasión es desautorizar la tradicional actitud de la Iglesia, calificada expresamente como "mojicatería pacata", contrastándola con una pretendida "Iglesia nueva", defensora ahora de "sencillez y realismo", en contraposición a "la prédica (y la práctica) habitual de nuestros prelados", que se sitúan en "un desencuentro que adquiere magnitudes siderales" frente a las supuestas opiniones mayoritarias y frente al cambio que el periódico indirecta o subliminarmente adjudica al Papa Francisco. 
           El procedimiento para toda esta manipulación es "dejar bien" al Papa en una primera cuestión, que deja asentado que "se avecinan grandes cambios en la Iglesia" y no sólo "mejoras modales y apariencias", para luego plantear una serie de cuestiones "en las que debería traducirse" la confesada "situación al lado de los pobres" manifestada por el Papa.  Las "cuestiones" que se encadenan manipuladoramente a la supuesta actitud papal son sobre el situarse "al lado de los pobres", los "ropajes de obispos y cardenales", el sostenimiento de la Iglesia, la "residencia sencilla del Papa", el "banco propio" y el "poder temporal de la Iglesia"; y en el caso de la Iglesia española, la "investigación sin tapujos de los casos de pederastia", el "uso de anticonceptivos", la "permisión del divorcio", la "discriminación de la mujer", el "nuevo Concordato", el "favoritismo fiscal" a la Iglesia, el matrimonio homosexual y su capacitación para "criar un niño" y "el trato de preferencia que tiene la Iglesia sobre las demás confesiones religiosas".
          Sobre cada una de estas complicadas cuestiones, se plantean alternativas muy simples y radicales, de respuestas casi obvias, preguntas afeitadas que encauzan las respuestas hacia las opiniones que interesan al periódico, diferenciando además todas las respuestas entre "no creyentes" y "católicos", y a estos últimos entre "practicantes" "poco practicantes" y "no practicantes", sin que se aclare cómo se ha establecido esta difícil y complicadísima segmentarización entre los católicos. Como un sólo ejemplo de la manipulación de las alternativas que se plantean entre las respuestas cerradas que se ofrecen para cada cuestión valga la cuestión en torno a la unión de homosexuales, sobre la que no se pregunta si el "concepto de matrimonio" -lo más discutible- sino si el mucho más amplio  "concepto de familia" tiene o no que "referirse exclusivamente a la unión constituida por un hombre y una mujer".
          Bajo una aparente asepsia sociológica se oculta un claro deseo de manipulación de la opinión, arrancando de supuestos obvios para conducir a extremos de opinión totalmente discutibles y, en cualquier caso, no imponibles a los demás, sobre los que hay que respetar y no satanizar la opinión ajena. La legítima defensa de la propia opinión debe hacerse siempre conmpatible con el respeto a la opinión contraria, no puede conducir a la ridiculización o al desprecio de la opinión contraria. El comportamiento es patente, en esta ocasión.   

viernes, 19 de abril de 2013

Séptimo Día: ¿BUENA IMAGEN LA DEL PASTOR?

          Hace muchos años, pero recuerdo bien la escena. Paseaba con un sudamericano, de El Salvador, por los páramos cercanos a Alcalá de Henares. Pasamos junto a un rebaño de ovejas, quizás hasta un centenar, con su pastor al frente. El salvadoreño me detuvo y me dijo, admirado: "Para, para, déjame verlas y tocarlas". En su país no las hay, y no había visto nunca hasta entonces una oveja de cerca y al natural.
          Cada año me acuerdo de esta anécdota, cuando "toca" la anécdota o alegoría del buen pastor. Al recuerdo se añade la consideración de que, en el mundo capitalino actual, lejos de los pueblos y del campo, muchos, tal vez la mayoría, no ha visto nunca tampoco de cerca una oveja. La imagen de una oveja se vuelve tan lejana como para mí la de un canguro o una jirafa, a los que nunca he visto al natural y de cerca, en su contexto del campo. Y conocer las cosas de oídas,  por los libros, las fotografías, el cine o la televisión, resulta del todo diferente a tomar contacto con ellas desde niño, junto a ese conjunto de realidades entrañables que conocimos antes incluso de saber leer, por contacto inmediato.
          Por esto me entra la duda de si la imagen evangélica del buen pastor resulta comprensible en el mundo actual, si es para muchos buena para comprender lo que con esta imagen se quiere significar.
          No es sólo conocer la figura de una oveja, con su lana, con su valido, con sus hocicos negros, con su tranquila inserción en el rebaño... Se trata, sobre todo, de conocer la relación existente entre las ovejas y el pastor, con su percepción del todo inefable de la voz del que las llama incluso por su nombre individualizado. No es fácil tener la idea clara, o el previo preconcepto anterior a la razón, de lo que supone la integración pastor-ovejas. 
        Máximamente difícil es conocer el hondo sentido de la llamada del pastor a las ovejas, en un mundo inundado de reclamos publicitarios -en la calle, por las carreteras, en los diarios, en las revistas, en la televisión y en la radio, en la pantalla del ordenador-, cuando hay que "defenderse" constantemente de estos reclamos y muy rara vez llega alguno al nivel de la conciencia del que los recibe. Reconocer el timbre de una llamada, sintonizar cordialmente con ella, llegar a la casi identificación existente entre las ovejas y el pastor, resulta muy difícil, casi imposible, en el mundo actual.
          La imagen del pastor y las ovejas, sin embargo, posee enorme simbolismo para el conoce toda su riqueza. Es llegar a sentir el embrujo del timbre de una voz, dejar despertar dentro de uno todas las resonancias que la voz de un pastor debe tener en una oveja. La imagen está conectada con la del seguimiento, pues la oveja va siempre detrás, con total disponibilidad a lo que vaya demandando la voz de su pastor. La imagen, cuando se percibe con toda su riqueza, ilumina mucho cómo debe ser la relación entre el creyente y Jesucristo, el buen pastor, que dice: "conozco a mis ovejas y ellas me conocen, yo las conozco y ellas me siguen". Conocimiento y seguimiento, nada más y nada menos.

miércoles, 17 de abril de 2013

ALMENDRAS TOSTADAS

         Me ha llamado mucho la atención una cosa que acabo de ver en la calle. En Málaga, por las calles céntricas, hay muchos puestos de almendras, todos con su montoncito de almendras tostadas, estallantes y apetitosas, con el color tostado tan característico, con los cucuruchos de papel de estrasa al lado para entregarle las almendras a los clientes.
       Pues lo que acabo de ver por la calle, en frente mismo del Museo Thissen, es un puesto de almendras con un cartelito colgando, en el que se podía leer "almendras tostadas" en cinco idiomas: alemán, francés, inglés e italiano, además del español. El cartelito estaba perfectamente elaborado, con letras de molde grandes, bien diseñadas por un ordenador; con los escudos patrios correspondientes a las banderas de los cinco idiomas, resaltados por los colores propios de cada país; con una linea abajo de números, claros y bien reproducidos: 1 €, 2 €, 3 €, 4 €, 5 €, los precios de todos los diversos "artículos" (cucuruchos de diversos tamaños) de sus ventas al consumidor.
          Lo que me ha llamado la atención es la originalidad de este vendedor. Podría uno pensar que en un puesto de almendras no cabe ninguna innovación, que todos tienen que ser exactamente iguales, que no existe en esto distinción. Y un vendedor inteligente y con iniciativa se distingue, y pone su cartelito original y atractivo. 
         La crisis económica despierta la inteligencia. "Intellectus apretatus discurrit qui rabiat", sentencia el refrán en latín macarrónico. Aún en las labores más prosaicas y rutinarias se puede ser original, cuando conviven la inteligencia, la competencia y la necesidad de vender para ganarse la vida. La actual crisis económica cierra muchas oportunidades, pero incentiva también para que los atrevidos se desesperecen.
          La anécdota no tiene más contenido. La escena es muy simple. Pero todo encierra enseñanzas cuando éstas se saben extraer de la vida. La calle, la vida, depara sorpresas, y proporciona enseñanzas para el que las sabe recoger.

sábado, 13 de abril de 2013

Séptimo día: INTERROGATORIO DEL AMOR

         Diagnosticar el amor de una persona a otra no es tarea nada fácil. El tema más tocado en la historia por los autores y poetas, el amor, se escurre de las manos cuando se le quiere apresar. 
          Las palabras bonitas no constituyen el amor. Hay mucho engaño en las expresiones amorosas. "El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras", sentenció San Ignacio de Loyola para introducir su "Contemplación para alcanzar amor". A las palabras, con todo, tienen que acudir recurrentemente todos los que necesitan expresar a otra persona los sentimientos amorosos que le embargan. Por todo esto, si diagnosticar el amor es difícil, expresarlo con palabras es aún más difícil todavía.
          No es frecuente una interrogatorio del amor, como el que cuenta el Evangelio de Juan que Jesús le realizó a Pedro, después de resucitado y junto al mar de Tiberíades. "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?, tres veces repetido, con la evocación inevitable a las tres veces que Pedro renegó de Jesús durante los momentos iniciales de su apresamiento por los judíos. La escena resulta patética, por la insistencia en la pregunta y por la emoción contenida en la triple respuesta de Pedro. 
          No se trataba de un amor fácil, el típico de una pareja de enamorados. Se interrogaba sobre la adhesión personal a alguien, como paso previo para el seguimiento del estilo de vida. Para seguir a una persona como líder y para convertirse en representante o continuador de su misión hace falta una previa corriente de amor profundo. No hay identificación en la tarea, ni entrega apasionada a la continuidad de la misión, sin admiración y amor de la persona a la que se quiere seguir e imitar. 
          La práctica del cristianismo no está tanto en el cumplimiento de unas normas, en la realización meticulosa de lo exigido en el Decálogo de Moisés, ni siquiera en la práctica de una ética rigurosa. Menos aún en la sola participación de unas ideas, en la pertenencia a un movimiento activo o filosófico. El Papa Francisco ya lo ha anunciado en estos días, de forma muy clara: "Ser cristiano no se reduce a cumplir los Mandamientos".
          El severo interrogatorio de Jesús a Pedro pone de manifiesto que el amor es el requisito previo a cualquier iniciativa de acción. Sin amor, no hay dedicación plena a cualquier misión o pasión humana. Sin estar bien captado por la persona de Jesús, no habrá seguimiento de su persona ni práctica honda de un cristianismo auténtico. El interrogatorio a Pedro resalta la importancia del amor en el seguimiento que actualmente podemos hacer del Jesús de Nazaret, del Jesús resucitado.

jueves, 11 de abril de 2013

VISITA A RONDA

       
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            Un compromiso estable me lleva este año a visitar Ronda una vez al mes. Esta circunstancia me está posibilitando tomar contacto continuado con esta ciudad tan peculiar.  
        Me llama la atención que es una ciudad autónoma, no parece depender de la capital de la provincia. En realidad, está practicamente equidistante, tanto de Málaga, su capital administrativa, como de Sevilla, con la que mantiene lazos de unión muy estables. Pero parece autónoma en su funcionamiento, teniendo instalaciones y establecimientos, que sólo suele uno ver en las capitales de provincia: tipos de tiendas, número y variedad de restaurantes, delegaciones de firmas importantes, talleres singulares, etc. Por otra parte, el estar a más de cien kilómetros tanto de Málaga como de Sevilla, contribuye también a su autonomía funcional.
         No es una ciudad muy extensa, ni de muchos habitantes, manteniendo sólo una población que no llega a las 40.000 personas. Pero es una ciudad privilegiadamente bella.
         Su situación geográfica es el principal elemento de su belleza. La peculiaridad que constituye el "tajo" la diferencia y singulariza de todas las restantes poblaciones. El rió que discurre por el centro de la ciudad, el Guadalevín, constituye en su tránsito urbano un impresionante desfiladero, literalmente abrazado por racimo de casas y palacios que se encaraman a un lado y al otro del barranco, más allá del  "puente romano" y del "puente viejo". Sorprende cómo se han podido ir construyendo, en los dos lados del desfiladero, a lo largo de la extensa historia de la ciudad, las instalaciones que trepan desde abajo hasta arriba del barranco. Y al final, el "puente nuevo", sobre el impresionante tajo, se asoma al valle que se divisa a lo lejos, con el río ahora con agua discurriendo por abajo y con los antepechos que al fondo se disan subir hasta las montañas distantes. 
          Se explica uno bien que la gente acuda en cantidad constante a ver esta ciudad, a admirar las raras circunstancias que en ella ha bordado la naturaleza. No es moda pasajera la que hace atractiva a Ronda, sino una naturaleza privilegiada que la hace del todo singular. 
          Pero el "factor humano" ha añadido a Ronda elementos muy atractivos. Su histórica y bella plaza de toros ocupa una superficie importante del centro mismo de la ciudad, como uno de los hitos más típicos de su vida y de su relación social. Sus palacios y sus Iglesias -la "Real Colegiata de Santa María la Mayor de la Encarnación del Señor", pretendió y consiguió ser un edificio "ad instar catedralis", según el deseo expreso de los Reyes Católicos al mandarla construir-, sus varias construcciones demuestran igualmente un poderío nada común a lo largo de la historia. Actualmente, todavía la ciudad mantiene su vigor cultural: esta semana cuelgan en las calles los anuncios de una inminente función de ópera, hecho nada frecuente en una ciudad no capitalina. 
          Lo que sorprende es que la ciudad no se ha estancado, que ha sabido aprovechar los beneficios que le depara la corriente constante del turismo, pues se ven importantes obras realizadas en la segunda mitad del siglo XX y en lo que va transcurrido del siglo XXI  -la ultimación del "puente nuevo", la remodelación de los jardines y edificios que rodean al barranco, el teatro Vicente Espinel y el reciente e inigualable paseo que bordea toda la vista sobre el valle situado frente al tajo-, que ponen de manifiesto que la ciudad no se ha estancado, no se ha dormido en los laureles, sino que mantiene una activa vigilancia y un deseo de continuar el acompañamiento de sus bellezas naturales. 
          RONDA, UNA CIUDAD SINGULAR, QUE MERECE UNA VISITA.  

domingo, 7 de abril de 2013

Séptimo día: CREENCIA NO ES EVIDENCIA

          No es lo mismo la creencia que la evidencia. Tampoco es lo mismo la creencia que la seguridad aplastante del axioma. Distinguir entre estas tres formas resulta imprescindible para transitar con paz y   tranquilidad por los caminos del pensamiento.
          Que un triángulo tiene tres lados, ni uno más ni uno menos, va en su definición y no hay más remedio que aceptarlo así indefectiblemente. Que ahora es de día o es de noche, se impone para todo el que no está loco con la fuerza de la evidencia. Todo lo que se comprueba con los sentidos resulta innegable para el que ha hecho la comprobación sensorial. Lo que testifican los sentidos agota las discusiones y obliga al asentimiento. 
         En cambio, cuando uno alude a aquello en lo que cree está entrando en un campo en el que siempre precede la voluntad o la no voluntad de creer. Uno puede tener o no fe en el diagnóstico de un médico o en el veredicto de un abogado. El que dice "tengo fe en mi médico", no duda sobre la verdad de su diagnóstico y se toma con fidelidad las medicinas que el médico le receta. Cuando el abogado le merece a uno plena confianza, acepta sin esfuerzo su parecer y se somete a gusto al plan de actuación que éste le propone, porque "tiene fe en él". Cuando hay fe en la persona, sus pareceres y sus prescripciones se aceptan sin el menor esfuerzo, sin dudas.
          La fe religiosa sigue los mismos derroteros. El gran sabio San Agustín decía que, para el que quiere creer, tengo mil razones que le aseguren en su creencia; pero, para el que no quiere creer, no tengo ninguna razón que ofrecerle para que se convenza. A nadie se le puede obligar a creer, porque la fe no arranca de presupuestos apodícticos, sino del deseo de aceptarla.  
          Para llegar al convencimiento de que Jesús estaba vivo, tras su muerte, los apóstoles necesitaron el concurso de la fe. Antes, creyeron que el aparecido era un fantasma, no consideraron posible la realización del hecho insólito. Pero no estaban cerrados a la aceptación de la fe, y ésta actuó y realizació la transformación de las mentes. Recibieron la fuerza que el aparecido les prestaba -"la paz este con vosotros"- y pasaron a considerar posible lo que antes consideraban del todo imposible. El mismo proceso se realizó más tarde con Tomás, que también llegó a la creencia -mediante la intervención de la fe- desde la más dura increencia.    
          Usando una frase paulina, el anterior Papa dijo que la fe es como una "puerta", en la que uno puede entrar aceptando o no la invitación para pasar del que está dentro. Nadie entra a la fuerza, pues no se obliga nunca a una persona a la aceptación de la fe. Pero, al que está dispuesto a entrar, se le abre un camino de clarificaciones que desbordan las posibilidades que inicialmente se preveían.
          Cuando uno está dispuesto a entrar por la puerta y la fe comienza a actuar, se consiguen unas seguridades que el increyente no se logra explicar. La fe no tiene el carácter voluble de la opinión, sino que conduce a unas seguridades, que se convierten en racionales e indesmayables. No es fácil llegar a ella, pero, cuando actúa, la fe eleva la condición humana hasta situaciones insospechadas.