sábado, 25 de noviembre de 2017

Voces dentro de uno mismo

 



"Estoy acostumbrada a vivir con mucha gente en mi interior". He leído esta frase en una entrevista con una persona, para mí anteriormente desconocida: la francesa Hélène CIXOUS, "profesora, ensayista, dramaturga, novelista", según la que firma la entrevista en El País Semanal, Estrella de Diego. La frase me ha hecho reflexionar.

Vivir con mucha gente dentro de uno mismo. Mirar hacia el interior, y constatar que constantemente está uno dialogando con otras personas. Mi desconocida entrevistada dice que "imagino establecer un diálogo con aquellos que me inspiran, que me contradicen, que me regañan". Dice que ella habla así con su madre, y añade: "Oigo su voz y discuto con ella. Nos peleamos. Hay cientos de personas que están ahí. Que están y se van".


Autoconciencia
La persona humana es la única que tiene conciencia de sí mismo. De los estudios de psicología recuerdo que esto es lo que nos distingue de todos los restantes seres vivos de la tierra, incluidos los animales más sensibles y de alguna manera capaces de establecer relaciones con los demás.
Tomar conciencia de uno mismo es tener una capacidad refleja de percibir lo que está ocurriendo en el interior, lo que pasa por el propio pensamiento, lo que a uno se le ocurre sobre sí mismo y sobre los demás. Es lo que algún filósofo llamó "conciencia segunda", una instancia superior a la que uno puede volver para rebobinar todo el mundo vertiginoso que discurre por la propia interioridad.

El buceo en el propio interior da mucho de sí. La literatura interiorista (Proust, Joyce) y más en general toda la poesía brota del intento de hurgar en la intimidad, de desentrañar lo que va ocurriendo por la propia conciencia. El mundo interior es un arsenal inagotable, de donde el hombre saca sus reflexiones y sus proyectos de acción. Además, bastante ingobernable: Santa Teresa acuño la frase tan repetida de que "la imaginación es la loca de la casa".



Diálogo con muchos

Hablar solos, es una característica muy frecuente del mundo actual. No me refiero a la imagen ahora tan frecuente de los que van hablando fuerte por las calles, conectados a un móvil inalámbrico que les pone en comunicación con personas invisibles y alejadas, cercanas o distantes, dentro del insondable universo del mundo viral.
Sin estar conectadas a ningún móvil, hay personas que hablan también a solas, en sus casas y en la calle, estableciendo comunicación consigo mismo o con los demás, en un diálogo interior, que en ocasiones está cerca del desequilibrio psicológico. Pero no hay que estar locos o paranoicos para establecer estos diálogos interiores, estas comunicaciones hacia dentro, que no raramente se verbalizan también externamente resultando audibles para los demás.

El universo interior es muy rico, y en él resulta posible establecer conexiones mentales con personas de ahora y de otras épocas, poniendo el que así conversa tanto las preguntas como las respuestas. El mundo de los sueños descubre ese universo sin fronteras, ni geográficas ni temporales, en el que se establece comunicación con personas con las que se ha establecido alguna vea relación y aun con personajes no conocidos o sólo descubiertos por lecturas o por los medios masivos de comunicación. La riqueza del mundo interior es inabarcable es insondable.


¿También, diálogo con Dios?
El escuchar las voces existentes dentro de uno mismo no está reducido para nadie, ni exige la fe ni en Dios ni en el mundo del más allá. Todos los humanos poseen la autoconciencia y la capacidad de establecer mentales relaciones interpersonales en su mundo interior más profundo.

Pero evidentemente el creyente tiene un interlocutor interior privilegiado. San Agustín ya se refirió a Dios como "intimior intimo meo", lo más hondo que hay dentro de mi. El que cree, en efecto, en Dios -y en la vida posterior de los que mueren- goza de una posibilidad especial para establecer comunicación con Alguien o con alguien que se cree que está vivo y escucha, aunque sea fuera del tiempo y del espacio. Dios y los que han muero se convierten así en las voces más importantes existes dentro de uno mismo.





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jueves, 16 de noviembre de 2017

Autobiografía del autor de "Patria"

 


El impresionante éxito literario de "Patria" concede interés a cualquier información procedente de su autor, Fernando Aramburu. El que sean más 600.000 los ejemplares vendidos de "Patria" convierte en interesante una obra anterior suya, en la que se incluyen muchos elementos autobiográficos del autor, válidos también después de la publicación de "Patria". Dediqué hace algún tiempo un comentario a la novela "Patria" (31/07/2017), y ahora me resulta también interesante la atención a este otro libro, que contiene muchos elementos de su autobiografía.

La obra en cuestión fue publicada en 2015, antes de la irrupción exitosa de "Patria", y es seguramente una obra menor. Se llama "Las letras entornadas" (242 páginas) y reproduce en la portada una foto del autor cuando tenía tan solo ocho años, destapando ya con esto la intención del autor de hablar de sí mismo, de contar algo sobre su vida y su pensamiento.


La obra autobiográfica
La urdimbre de la obra es muy sencilla. Es un diálogo semanal con un amigo del autor, un atento viejo, que escucha incansablemente sus recuerdos personales y le invita además a la lectura de escritos anteriores del autor, al tiempo que en cada dialogo le invita a buenos vinos de su extensa y bien depurada bodega personal.

Lo recuerdos personales son muy espontáneos y al parecer veraces, sin que se deje ver el artificio literario, trayendo con sencillez los recuerdos y las impresiones de las treinta y dos catas que realiza sobre diversos momentos de su vida. Al leer estos monólogos con el viejo saca uno abundante información sobre los sucesos, los determinantes históricos, los gustos, los puntos cruciales, los hechos más notable y las impresiones más fuertes, que se han ido produciendo a lo largo de su vida. Estos primeros apartados de cada capítulo son los que constituyen una breve pero enjundiosa autobiografía de Fernando Aramburu.

La segunda parte de cada capítulo es una supuesta lectura de algún escrito anterior del autor, de alguna manera relacionado con el tema desarrollado en la primera parte de sus recuerdos vitales. Estos escritos son muy desiguales, tanto por los contenidos como por la calidad literaria y por la relación con el autor a veces muy lejana y escasa. El añadido de estos escritos me ha resultado mucho menos interesante que la primera parte dedicada al recuerdo de sus vivencia.
La descripción de los vinos que cada día consumen está hecha con mucho gusto, con calidad de buen gourmet, dando cercanía y verismo a lo expuesto en cada capítulo. El artificio global de toda la obra, con todo, se declara en las últimas líneas de todo el libro, desenmascarando que todo el diálogo con el viejo no ha sido más que un diálogo consigo mismo, un artilugio para exponer con más interés sus propias opiniones: sustituyen el estrechamiento de manos por un cálido abrazo, con este diálogo: "Adios, Aramburu, me dijo. Adios, Aramburu, le contesté".


Valoraciones sobre "Patria", antes de ser escrita la novela
A pesar de que he dicho que lo que menos me ha atraído de "Las letras entornadas" son los escritos añadidos a cada recuerdo personal, hay uno concreto que es lo que más me ha interesado de todo el libro. Es un comentario a una obra suya publicada en 2006, "Los peces de la amargura" (242 páginas), que fue un conjunto de diez relatos a modo de retrato coral de la angustiosa situación del pueblo vasco cuando la violencia estaba en su punto más álgido. En este comentario se vierten observaciones y valoraciones sobre esta obra anterior, que constituyen un clarividente anticipo profético de lo que también se podría decir sobre su obra posterior de muchísimo más éxito, "Patria".
Celebra el autor la educación recibida en un colegio confesional católico -aunque en otro capítulo dice que ha perdido la práctica y la vida de la creencia, convirtiéndose en un "ilustrado respetuoso"-, y ofrece un comentario que cualquier vasco se podría formular: "me echo a temblar cuando pienso qué habría podido ser del muchacho que fui, a qué brutalidades y fechorías pudo ser incitado, de no haber sido educado en la compasión ajeno ye en el hábito de la lectura".

Afirma de "Los peces de la amargura" lo que con mucha más razón podría referir a "Patria": "Desde el comienzo de mi vocación literaria, aún joven e inexperto, ... asumí el compromiso de dar algún día testimonio escrito de cómo se vivió, se sintió y padeció individualmente el espantoso derrumbe moral de la sociedad en la que me crié... Cuando redactaba, me embargaba en ocasiones la sensación, nunca hasta entonces por mi experimentada, no tanto de escribir un libro, a la manera de quien crea algo con sus manos, como de sacarlo de dentro de mi. Se conoce que la obra había ido creciendo sin forma definida en mi interior durante los largos años de forzada cercanía a las atrocidades del terrorismo".

La decisión de escribir un libro sobre el tema dice que no supone sólo una "opción moral", sino también una "opción artística", que implica capacidad y aptitud para enfrentarse con el tema creando vida y no sólo moralismo. En concreto, afirma: "Una larga rumia reflexiva precedió, prolongada mientras tuve conciencia de me faltaba madurez y acaso aplomo para abordar el tema con las suficientes garantías, digamos artísticas. Esta cuestión es de capital importancia para mí, puesto que yo no puedo ni quiero escribir contra el arte que profeso, el de la ficción literaria, por muy urgentes que séanlos asuntos sobre los que en un momento determinado desee expresarme".

Manifiesta las opciones concreta que le han conducido a escribir su libro (sus libros, podríamos decir incluyendo a "Patria"): "escribí de propósito contra los hombres que infieren sufrimiento a otros hombres y contra quienes aplauden sus acciones criminales o las justifican, las trivializan o les restan importancia. ... También escribí, con un deseo positivo de comunicación, a favor del arte de la palabra y, en líneas generales, a favor de todo lo bueno y noble que pueda albergar el corazón humano". Dice que su intención siempre ha sido "no incurrir en la retórica del patetismo, ni en la tentación de teorizar, de interrumpir el hilo de los relatos con el fin de tomar de forma explícita postura política". Hace un largo alegato en contra de la "equidistancia", que afirma imposible, "ni ideológica, ni emocional, ni de ningún otro tipo, cuando hay un cuerpo abatido a balazos en la calle, o un ciudadano recibe amenazas, o es extorsionado, o sufre por mano ajena algún daño en su integridad física o en sus bienes". Desde la dedicatoria del libro, dice detestar "la impureza" y, al final afirma que "no necesito más sino amar con entusiasmo la variedad humana".

"Los peces de la amargura" fue también un libro muy valorado: XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y, en 2008, Premio de la Real Academia Española (del discurso de recepción de este premio están sacados los comentarios anteriores, conversado también con el "viejo" que dinamiza este libro). Es un libro más cercano a lo inmediato del terrorismo, con los diez relatos que lo hacen vivo y presente. "Patria", una obra de más volumen y alcance, abarca más toda la realidad del terrorismo, cuando se produce y en las consecuencia que tiene posteriormente en la sociedad vasca.

Los contenidos de "Las letras entornadas" y de "Los peces de la amargura" ofrecen importantes y menos conocidos retazos de la autobiografía del autor de "Patria", que me ha parecido interesante dar a conocer en este comentario.


domingo, 5 de noviembre de 2017

Condiciones para el diálogo y el discernmiento

 


Nunca se ha hablado tanto de la necesidad del diálogo y nunca se ha estado tan lejos de ponerse en actitud de diálogo. El procés catalán ha puesto en evidencia que el diálogo no resulta posible cuando no se juega el partido en el campo adecuado, cuando no se ponen las condiciones mínimas para poder establecer una comunicación que conduzca al diálogo.

El discernimiento es más que diálogo, es el procedimiento ignaciano para descubrir lo que hay que hacer en situaciones difíciles de la vida. El Papa Francisco ha popularizado mucho este término, desde antiguo usado en los tratados de espiritualidad y en el argot interno de los jesuitas. El término resulta huidizo en la práctica, porque se trata nada menos que de averiguar lo que conviene hacer en sintonía con la voluntad de Dios.

Aunque aplicar la teoría del diálogo y del discernimiento al momento actual de Cataluña y España resulta del todo utópico, pero para que resalte por contraste, sí puede resultar ilustrativo analizar las condiciones que debe tener el diálogo para que conduzca a un discernimiento de las decisiones que conviene adoptar en situaciones complejas y difíciles de afrontar.

[En este momento resulta asequible abordar esta materia, exponer las características del discernimiento, porque el actual P. General de los jesuitas, el venezolano Arturo Sosa, acaba de escribir un extenso informe de siete folios "sobre el discernimiento en común", una carta interna dirigida a los jesuitas del mundo para orientar el trabajo de descubrir las preferencias apostólicas universales que orienten el trabajo futuro de la Compañía de Jesús, cumpliendo las directrices dadas por la última y reciente Congregación General 36, en la que se realizó precisamente el nombramiento de este P.General].

Sin entrar en las cuestiones internas de los jesuitas, puede resultar útil exponer las características del buen discernimiento, para aproximar así esta visión al momento actual de España y dejar claro lo lejos que esta situación está actualmente de los planteamiento utópicos ideales.


Dos peligros a evitar
De dos peligros alerta este documento, para evitar caer en ellos durante todo el proceso del discernimiento.

El primero es decir que se pretende el diálogo, sin estar dispuestos a adoptar las posturas y las actitudes necesarias para ello. El documento dice que conviene evitar acudir al diálogo y al discernimiento por rendir tributo "a la moda de las técnicas de desarrollo corporativo". Decir que se pretende la búsqueda en común de una soluciones queda bien, y por esto se formulan muchas alusiones al diálogo sin entrar de verdad en un auténtico discernimiento de lo que conviene hacer.
La forma más frecuente de caer en el anterior peligro es plantear la necesidad de diálogo y discernimiento cuando ya se tiene adoptada la decisión sobre el tema que se pretende someter a revisión. Este es el segundo peligro que vicia de raíz cualquier intento de diálogo, el acudir a la reunión con la decisión ya cerrada, con las conclusiones finales ya previamente decididas por el grupo o la persona que presume de querer dialogar.

Sorprende la actualidad que tiene en el momento actual de España y Cataluña la concreción de estos dos peligros, formulados en un documento que no piensa para nada en la situación española.


Propiedades del discernimiento
Semejante cercanía a la situación actual española tiene la referencia a las propiedades que debe tener el proceso de un discernimiento.

Por lo pronto se repite siempre la fórmula de "discernimiento en común", pues no se trata de un proceso paralelo de dos personas o entidades que se sitúan unos en frente de los otros para defender las propias opiniones, sino que ambos participantes deben acudir para encontrar entre los dos el camino inmediato a seguir.

Enumero las características que debe tener todo este proceso, entrecomillando las citas literales del documento:

1. "Escoger bien la materia". No toda decisión requiere la práctica del discernimiento, pues para que este proceso resulte válido resulta preciso que se arranque "sin tener claro qué conviene hacer, cómo hacerlo o cómo hacerlo de la mejor manera posible". Por esto resulta imprescindible precisar bien el tema sobre el que se quiere dialogar. De esta forma "se evita la banalización de llamar "discernimiento" a cualquier modo de justificar decisiones".

2. "Saber quiénes y por qué participan". Todos -cada uno y los demás- deben saber y aceptar el tema y las condiciones del discernimiento, sin arrancar desde posturas desconocidas o diferentes.

3. "Libertad interior". Totalmente indispensable es acudir al proceso con "el desapego a lo propio para asumir el bien mayor de todos", dispuestos a "salir de su propio amor, querer e interés" [Ejercicios 189] y estar convencidos que se puede "crecer como personas (y entidades) en la relación gratuita con los demás".

4. ""Unión de ánimos"". Una expresión típicamente ignaciana para referirse a "la confianza de unos en otros para motivar la participación activa de todos".

5. "Conocimiento de cómo se discierne". El procedimiento ignaciano precisa con detalle las diversas formas de realizar el proceso de discernimiento. Sin entrar en su descripción técnica, sí conviene destacar la importancia que tiene para los participantes el conocer y aceptar las reglas del juego.

6 y 7. Poner todo en común. No se puede acudir al proceso con defensas y cortapisas, sino con total apertura a los demás. En el proceso ignaciano, encaminado directamente a buscar la voluntad de Dios, lo que hay que poner en común es "la oración" y lo que hay que practicar con los demás es la "conversación espiritual".

8. "Práctica sistemática del examen". El examen es también un termino ignaciano, pero aquí tiene el alcance más general de someter continuamente a revisión lo que el participante está haciendo o exponiendo.

9. "Establecer cómo se toma la decisión final". Muy importantes es esta última característica del buen proceso de diálogo y discernimiento: "desde el comienzo mismo del proceso debe establecerse con claridad y todos deben saber y estar de acuerdo en cómo se llegará a la decisión final"; es decir, no se pueden cambiar las reglas de juego durante el partido y hay que asumir desde el principio las formas de actuación establecidas.


¿Utopía imposible?
Con independencia del momento actual español, la exposición de las condiciones que debe tener el proceso de discernimiento tal como lo expone el documento de Arturo Sosa, tiene interés por sí misma.

Pero además, en la presente situación de España es bueno reflexionar si este proceso ideal de diálogo y discernimiento es una utopía del todo imposible o si es algo a lo que, en algún momento más o menos cercano, habrá que acudir para hacer posible una sana convivencia.