jueves, 21 de junio de 2018

¿Que es parresía? Francisco la recomienda para ser santo



Parresía es una palabra de origen griego que el Papa Francisco ha colocado sobre el candelero al hablar sobre la santidad. Los que no sintonizan mucho con Francisco se fijan en el contraste existente entre el gran teólogo que fue Benedicto XVI y el más bien divulgador de la teología que es Francisco. Pero en su última Exhortación Apostólica Alegraos y Regocijaos, Sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, junto a innumerables citas bíblicas y a frecuentes alusiones al gran teólogo Santo Toma de Aquino, Francisco castellaniza esta palabra griega y dedica un buen apartado de su escrito a comentar el papel que juega la parresía en el acercamiento a la santidad cristiana.


¿Que destaca Francisco al usar este término proveniente del griego?

Significados múltiples
No es fácil una buena traducción de este término. Al no referirse el mundo físico (como oikos, que siempre se traduce por casa), la traducción es más versátil, más dependiente del contexto y de la intención. La definición que da el Diccionario de la Real Academia Española a la castellinación del término y que repiten otros diccionarios y enciclopedias ("figura que consiste en aparentar que se habla audaz y libremente al decir cosas, ofensivas al parecer, y en realidad gratas y halagüeñas para aquel a quien se dicen"), se refiere sólo a un uso de la Retórica y no entra en otros significados más próximos a la etimología del término; "decirlo todo" (de rema y pan, dicho y todo).


En la siete páginas que Francisco dedica en su escrito a la parresía, salen una serie de palabras y expresiones que configuran el significado múltiple que este término tiene en el Nuevo Testamento: "audacia", "fervor", "empuje evangelizador", "actitud llena de coraje", "entusiasmo", "hablar con libertad", "poner nuestros carismas al servicio de los otros", "sentirnos apremiados por el amor", "empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarnos a caminar sólo por dentro de confines seguros", "predicar tu palabra con toda valentía", "desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras"... Francisco concreta además media docena de citas expresas de esta palabra, de las 31 que se pueden encontrar en una Concordancia de los términos griegos del Nuevo Testamento. No se trata de llevar a cabo traducciones literales de la palabra parresía, sino de dar a entender todos los múltiples sentidos contenidos en este polifacético término. Poner en valor, la frase que ahora se repite hasta la saciedad. La ilustración que reproduzco, con una figura todo ojos y orejas y muchas antenas, abierta a todo lo que provenga de los demás, ya resulta significativa.

Su carencia, lo más significativo
Lo que más me ha impresionado -en el pequeño tratadito sobre la parresía de Francisco- no es todo el rico sentido positivo que el término tiene, sino lo mucho más que revela su ausencia, el sentido negativo manifestado en las situaciones en las que no se practica la parresía, en las que caemos "en la tentación de huir a un lugar seguro", para no afrontar el tener que dar la cara y asumir compromisos. Francisco enumera los "muchos nombres" que tiene el refugiarse en "lugares seguros": "individualismo, espiritualismo, encerramiento en pequeños mundos, dependencia, instalación, repetición de esquemas ya prefijados, dogmatismo, nostalgia, pesimismo, refugio en las normas... Nos resistimos a salir de un territorio que nos era conocido y manejable" (Gaudete et Exultate, número 134).

Cada uno de los términos de la enumeración merecería un comentario. Son situaciones heterogéneas, algunas no frecuentemente valoradas como negativas, pero todas manifestativas de la falta de arrojo que supone el no salir de los propios esquemas. Es mucho más cómodo el refugiarse en los "lugares seguros", pero Francisco recomienda el riesgo de la desinstalación. La llamada es muy clara: "La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas `sean lo que son´, o lo que algunos han decidido que sean".

Francisco advierte que para atender a estos reclamos hace falta que "el Señor venga a despertarnos"; más incisivamente, hace falta que el Señor venga a "pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia". Consciente de lo que esto supone y contando con el testimonio de los santos auténticos, Francisco recuerda que "la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida … a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante".

Retrato personal
Todo lo anterior lo dice Francisco al describir, al final ya de su escrito, los cinco aspectos de la "llamada a la santidad". Junto a la parresía, los otros cuatro son el "aguante-paciencia-mansedumbre", "la alegría y el sentido del humor", "el vivir en comunidad" y "la oración constante". En todo el escrito y en estos cinco brochazos finales, la santidad es presentada como algo a lo que todos los cristianos somos llamados, como algo que evitará que la vida cristina se convierta en un simple "museo de recuerdos".

Un rasgo final sobre la implicación personal de Francisco en todo esto. Al escribir las Constituciones, San Ignacio traza una descripción subidísima de las cualidades que debería tener el P. General de la Compañía de Jesús. La descripción resulta casi inasequible, por lo ambiciosa que resulta. Los comentaristas han resaltado, con todo, que, indirectamente y sin pretenderlo de ningún modo, la descripción realizada constituye el mejor retrato de la figura de san Ignacio de Loyola. Algo parecido se podría decir del contenido de este escrito sobre la santidad y, más concretamente, de lo apuntado sobre la parresía: se hace una descripción de la ejemplar intrepidez que tiene el jesuita Francisco en su pontificado. *


* El gran moralista español Marciano Vidal ha publicado en el semanario Vida Nueva (número 3.086, 9-15 junio 2018, en un Pliego, incluido en las páginas 23-30) un completo comentario al escrito de Francisco, con una mirada además muy atenta a su conexión con la moral: Una espiritualidad evangélica, alegre y puesta al día. Sobre la exhortación apostólica `Alegraos y Regocijaos´. Merece mucho leerse, para recibir una valoración cabal sobre el escrito papal.


domingo, 10 de junio de 2018

Consecuencia positiva del cambio de gobierno

 

 







Este comentario no tiene un sentido directamente político. El sentido positivo referido en el encabezado no contempla sólo el ángulo político -si ha sido o no bueno para España el cambio de gobernantes que se ha producido-, sino que se centra en el mucho más amplio y universal sentido social y humano de la nueva situación; esto es, si ha traído alguna ventaja en otros órdenes de la vida.



El cambio es posible
 Que en menos de 10 días se haya pasado de la estabilidad de ver al Gobierno de Rajoy tranquilo y optimista por haber laboriosísimamente conseguido la aprobación de los presupuestos del país, con un inmediato panorama bien despejado por delante, a la caída del mismo Gobierno y a la toma de posesión de Pedro Sánchez, con el sólo respaldo directo de un PSOE de 84 diputados, es un acontecimiento tan impensable previamente que ha demostrado fehacientemente que todo cambio resulta posible.

Este acontecimiento resulta positivo porque lo más frecuente es considerar que lo difícil es prácticamente imposible, que no sirve para nada soñar con las estrellas, que el realismo de la vida se impone siempre sobre las atrevidas ilusiones. Constatar, por ello, que algo tan difícil de imaginar se ha convertido en realidad en tan pocos días, resulta saludable para desperezar los optimismos, para darle por una vez la razón a la ilusionada frase otro mundo es posible.


Cuando ya no se está en los años más jóvenes de la vida, cuando las personas y las instituciones levantan más desconfianzas que ilusiones, viene bien este golpetazo contra las desesperanzas, este volcán desmadrado de optimismo que se come y aniquila los más negros presagios anteriores. El alcance de este hecho desborda lo político, entra en el cauce mucho más amplio de la vida, en todas sus variantes.Soy consciente, con todo, que algunos consideran este hecho no como positivo, sino como radicalmente negativo.

Para éstos, el otro mundo es posible no significa que lo bueno impensado pueda sobrevenir, sino que siempre resulta posible empeorar la situación actual, que los disparates más impensables se pueden llevar a cabo. Cada cual es libre, o esclavo, de sus propios planteamientos; cada uno valora las situaciones según sus propios antecedentes y sus anteriores puntos de vista. Pero aun éstos, que estiman tan negativamente el cambio político que se ha producido, estarán de acuerdo en conceder que la revolución ha resultado posible, que se ha producido una alteración que no era concebible pocos días antes. Otro mundo es posible, también para éstos.


Virado en positivo
Siempre es preferible virar lo hechos en positivo que valorarlos negativamente. La botella medio vacía siempre se puede considerar medio llena, incluso cuando las dos mitades no sean exactamente iguales, aunque alguna de las dos supere el 50 por ciento.

Ahora me ha contribuido a que le preste una mirada positiva al cambio político actual una simultanea relectura de El Principito , la imperecedera joya que nos dejó el francés nunca pasado de moda Antoin de Saint Exupery. La fábula del niño caído de una lejanísima estrella, sus rasgos de realismo en las más impensables situaciones, sus alegorías sobre personajes inimaginables y al mismo tiempo veracísimos, su capacidad para hablar con una rosa, con un volcán o con un zorro, todo la magia del relato contribuye a una mirada amorosa sobre la realidad, en la que los buenos sentimientos llegan a ahogar a los malos.

También me ha conducido en estos días a una visión positiva de la realidad, una columna en un reciente El País Semanal de Martín Caparrós sobre las Palabras al viento. El recuento de palabras que aparecen como nuevas o que adquieren nuevos significados (digital, ordenador, móvil, ratón, pinchar..., o populismo, ciudadanos, género, etc., etc.), arrastra al autor a pensar que "todo, incluso lo que me había parecido más solido y durable, era volátil" y le hace enfrentarse con el dato ineludible del tiempo, "mi primer gran choque con el tiempo, lo socarrón del tiempo, lo implacable del tiempo. El análisis de las palabras nuevas o de las que cambian de sentido o desaparecen le lleva a la transcendente conclusión que "nadie piensa que su mundo es efímero... No pensar el mundo como proceso histórico incesante, no darse cuenta de que todo cambia todo el tiempo, es no pensar que nuestras sociedades se van a terminar. Como las vidas". Demasiado enfático y solemne tal vez, pero con mucho sentido aprovechable.
 

De todo sale algo bueno
El cambio político que ahora se ha producido, sin duda que ha sido radical y que hasta hace poco resultaba impensable. Para el que le resulte posible transcender de la valoración estrictamente política, no hay duda de que se ha hecho presente una nueva situación, que ha amanecido un nuevo panorama.

Sentir que se ha podido producir esta radical transformación en tan poco tiempo, ya resulta positivo. Lo nuevo genera, además, esperanza. De todo se puede sacar algo bueno. Para el que le resulte posible, no es momento de contemplar lo equivocado, lo peligroso o lo difícil que la nueva situación política puede acarrear, sino de sentir ilusión por lo que nace, por lo que aparece con la pretensión de que todo resulta posible. Dejar de considerar las cosas como inevitables y abrirse a la esperanza de conseguir incluso lo difícil, lo que hasta ahora se veía como imposible. Más allá del buenismo, albergar la esperanza de que otro mundo es posible.

domingo, 3 de junio de 2018

Crucifijo y Constitución, ¿insustituibles?

 

 




El mismo día y prácticamente a la misma hora, el sábado 2 de junio y a las 10 de la mañana, ha sido la toma de posesión de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno, sin Crucifijo sobre la mesa, y la toma de posesión de los Consejeros del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, sin Constitución sobre la mesa. El Crucifijo y la Constitución, ¿son imprescindibles en estos actos?


El Crucifijo y la Biblia
La mesa a la que se acercó Pedro Sánchez para formular su Promesa estaba absolutamente limpia de símbolos religiosos, sin Crucifijo y sin Biblia, como se puede constatar en la imagen adjunta tomada de El País. Toda la prensa y todos los medios que han informado sobre este acto han destacado de forma importante la ausencia de elementos religiosos en este acto.

Todos han tenido que informar, sin embargo, que la presencia del Crucifijo y la Biblia no es obligada ni imprescindible, desde que el actual Rey en 2016 dejo la presencia de estos símbolos a voluntad del que toma posesión, así como ya lo era antes el usar la fórmula del "prometer" o del "jurar".

Me ha sorprendido que el informativo de la COPE de las 7 de la mañana del día siguiente, el domingo 3, se abriese con un comentario de ¡10 minutos! sobre esta ausencia de símbolos religiosos en el acto de la toma de posesión, reiterando que "Sánchez no estaba obligado" y que la Iglesia Católica "no precisaba de su expresa aquiescencia religiosa", pero que el hecho resultaba muy significativo por el personaje y por los tiempos en los que la Iglesia está siendo ninguneada y hasta perseguida. Como contraste aparentemente fuerte se adujo que el públicamente ateo Tierno Galván se inició como Alcalde de Madrid ante la presencia del Crucifijo, sin destacar para nada la enorme disimilitud del personaje y de los tiempos existente entre las personas y entre circunstancias del todo diversas.

Además de en los medios, este hecho lo he oído comentar mucho en los ambientes religiosos, tomándolo además como augurio de las medidas antirreligiosas y antieclesiales que algunos esperan del Gobierno de Pedro Sánchez. El malestar que a muchos ha causado la llegada al poder de Pedro Sánchez da la impresión de que se ha desbocado por esta deriva de la falta de elementos religiosos en su toma de posesión.

Como todo acto humano, desde luego, el hecho puede ser discutible. La no presencia de los elementos religiosos en un acto de un estado laico, además, se presta a valoraciones muy diversas, desde las airadas hasta las más ingenuamente consentidoras. Con todo, en este caso, puede que la hipotética presencia de los símbolos religiosos también podría haber sido contestada por los muy críticos con el PSOE y con su Presidente, por la falsedad de usar estos símbolos sin convencimiento y sólo por conveniencia. No deja de sorprender, además, que la carga de todos estos comentarios y criticas se focalice en Pedro Sanchez, por usar este derecho, y no en Felipe VI, que fue el que estableció la posibilidad de usarlo. En resumen, una discusión muy de la época, en la que cada interviniente queda retratado por la postura adoptada.

Ausencia de la Constitución
Destaca mucho el que el mismo día y a la misma hora, en la mesa ante la que tomaban posesión los Consejeros de la Generalitat de Cataluña, no estuviese ni presente ni abierto el libro de la Constitución Española. El texto formulado de la Promesa omitía expresamente cualquier referencia a la propia Constitución y al Rey de España. En la sala, tampoco había bandera española. Por lo que he leído sobre el tema, no hay normativa expresa y muy precisa sobre esta materia, por lo que cualquier impugnación resultaría difícil de formular, pero el hecho pone en evidencia la voluntad descarada de manifestar el deseo de desconexión con España.

Este hecho tiene carácter fundamentalmente político. En una información secundaria, muy de pasada, he visto que los Consejeros "prometieron" y que sobre la mesa estaba una bella imagen de San Jordí, sin alusión alguna a Biblia o Crucifijo. La fuerte carga política de este acto, con el homenaje reivindicativo a los "presos políticos y a los exiliados" y a sus familiares, dirige la mirada hacia otra parte y no presta atención alguna a la presencia o la ausencia de elementos religiosos o al carácter meramente laico del acto de toma de posesión. Cuando están presentes circunstancias política muy acuciantes, disminuye mucho la atención a la tangencia religiosa del acto.

Enseñanzas de los dos casos
La mirada y los intereses se configuran según la índole de las circunstancias. Por tener mucha importancia la ausencia de la Constitución sobre la mesa y en la formulación de la Promesa -insustituible, visto el tema desde el resto de España-, la consideración del elemento religioso ha pasado a segundo tercer plano en el acto de Cataluña. Los resquemores -también religiosos- existentes sobre la figura de Pedro Sánchez seguramente han prestado atención sobredimensionada al carácter puramente laico del acto de su toma de posesión.

La incidencia de lo religioso con lo político no resulta fácil, suele ser muy problemática. Pero la anécdota del acto de Madrid y del acto de Barcelona pone al descubierto que los factores concomitantes -la postura ante Pedro Sanchez, la actitud ante el independentismo- influyen también enormemente en la valoración de los hechos. Discernir sobre el vidrioso tema de la relación entre lo religiosos y lo político es una tarea ardua, propensa al análisis "según el cristal con el que se mira". La verdad completa siempre resulta inasequible para los humanos.