lunes, 11 de noviembre de 2013

ECOS de Elviria

         Recuperar la memoria perdida es una apasionante tarea que, en ocasiones, se ve uno avocado a realizar.
         El centro Estudios Costa del Sol (ECOS) fue una quijotada que puso en marcha la Compañía de Jesús en 1963, por medio del que fue su Provincial en aquel entonces y también bastante quijote, José Antonio de Sobrino. Dos años después de su iniciación, en 1966, cuando los primeros alumnos del Centro llegaron con 10 años al entonces 1º de Bachillerato, me tocó ejercer de profesor de casi todas las asignaturas de este curso, cuando andaba yo metido todavía en la decena de los veinte años. Desde entonces había tenido encerrada aquella experiencia en los reductos más ocultos de la memoria, sin apenas haber vuelto nunca a disponer de aquel lejano fichero mental.
          Por los dispositivos que ocasionalmente pone en juego el internet, un alumno de aquel reducido grupo de 1º de Bachillerato se puso en contacto conmigo la semana pasada. Pasamos unas horas juntos, me invitó generosamente a almorzar, y esto ha disparado todos los recursos de mi memoria. El niños de 10 años al que no había vuelto a ver desde entonces estaba ya convertido en un experimentado abogado, casado, con tres hijos adultos y ya emparejados.
         ECOS estaba en la montaña más encumbrada de Elviria, un intento de ciudad o de urbanización creado por el promotor turístico también bastante quijotesco, don Salvador Guerrero, y bautizado con este nombre porque su mujer se llamaba Elviria. En aquel entonces, el turismo de toda la Costa del Sol estaba en los comienzos y en Elviria creo recordar que no existía más que el Hotel Las Chapas, la casa del dueño/promotor y, allá en la cumbre, el casi non nato colegio ECOS.
          He dicho que ECOS era una quijotada, no sólo por el sitio alejado donde había comenzado a nacer, en lo alto de la montaña y entre jarales, sino también por hecho de que el muy escaso centenar de alumnos que todo el Centro entonces cobijaba, recuerdo que procedía ya de 16 nacionalidades distintas. Un ejemplo de la heterogeneidad que ya comenzaba a florecer en la Costa del Sol.
          El apasionante y divertido juego de la memoria, puesto en marcha en  nuestra reunión, fue el intento de recuerdo de la veintena de alumnos de aquel pequeño grupo de 1º de Bachillerato, que ya eran los mayores, los que abrían fila, del incipiente Colegio. Hacer el esfuerzo de reconstruir nombres y caras, junto con los datos de la vida posterior de cada uno de ellos que me iba facilitando mi comensal marbellí. 
          No es fácil el ejercicio de la memoria, pues, de muchos de los datos que mi exalumno me iba facilitando, yo no recordaba absolutamente nada. Sin embargo era apasionante constatar como iba aflorando hasta la superficie nombres, datos, anécdotas, circunstancias, que habían permanecido enterradas en el fondo del subconsciente durante casi cincuenta años. Los escritores, que tienen que urgar mucho en los arrabales de su memoria, saben mucho de los esfuerzos y de los logros que en esta tarea hay que llevar a cabo.          
         No he vuelto a pisar desde entonces el sitio de ECOS. Creo que, actualmente, está el centro educativo regentado por el Opus Dei. El recuerdo de aquel año juvenil hizo aflorar experiencias de todo tipo. En mis primeros pasos periodísticos, hubo aquel año un encuentro sonado con el famoso arcipreste de Marbella, don Rodrigo Bocanegra, que no sé si me atreveré algún día a contar en público. Afloraron también otros muchos recuerdos de todo tipo. Constaté que la recuperación de la memoria perdida es una tarea realmente apasionante. Por eso dejo constancia de este hecho. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

SENTIRSE CONTRA CORRIENTE

          Resulta particularmente molesto sentirse contra corriente. Y últimamente me encuentro reiteradamente en esta situación. 
          La primera vez que recuerdo con nitidez que me descubrí en contra de la opinión ambiente fue cuando España no fue elegida para organizar los Juegos Olímpicos. No llegué nunca a comprender ni la confianza total en que España iba a ser elegida, ni la posterior decepción nacional casi unánime por la elección que llevó a cabo el numeroso Jurado Olímpico convocado al efecto. Que casi todas las Autoridades españolas se desplazasen a Brasil, acompañadas por muchísimos corifeos, para "recibir" una elección que nunca averigüé por qué daban por tan segura; que en Madrid se montase un descomunal escenario y se convocase a una multitud aparentemente cierta de la concesión; después del fracaso obtenido, la decepción tan unánime y las voces airadas de protesta; todo esto, en su conjunto, supuso el descubrimiento de una opinión pública muy mayoritaria, de la que me sentí personalmente muy alejado, muy contra corriente.
          Más cercanamente, me está ocurriendo algo parecido con toda la tolvanera que se ha levantado por la "desautorización" de la doctrina Parot. No soy experto jurídico, pero no estimo tan desproporcionado que el Tribunal de Estrasburgo haya sentenciado que, cuando el Código Penal español aún no lo condenaba (éste no fue modificado hasta 2008), no había por qué juzgar en contra de los imputados afectados, no había que prologar las penas sin una ley que así lo prescribiese. En este tema, el sentirse contra corriente es aún más arriesgado, pues el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional de España, habían sentenciado a favor de la extensión en el tiempo de las condenas, sin que yo haya llegado a conocer a fondo y a entender la fundamentación de estas decisiones. Con modestia y con temor, no lograba captar que, sin un precepto legal que así lo sancionase, se pudiese fundamentar una sentencia impugnadora de las personas afectadas. El que estas personas fuesen terroristas, con crímenes abominables a sus espaldas, no excusaba esta interpretación más severa, sin la existencia de una ley que así lo regulase. En este caso, el no llegar a comprender el parecer tan acorde de casi toda la opinión pública española, resultaba francamente molesto. 
          Todavía hay otro motivo de este malestar. No logro entender la amplitud de campo que están cubriendo las Asociaciones creadas, según entiendo, para mantener la memoria de las personas asesinadas por los terroristas. El que la realización de aquellos asesinatos fuese tan horrible no entiendo por qué justifica una presencia tan universal de estas Asociaciones en todas las cuestiones políticas relacionadas con el terrorismo. De forma parecida, me cuesta también entender la presencia tan repetida en los medios de comunicación de los padres y demás familiares de niños o jóvenes asesinados de forma clara y no siempre descubierta y llegada a condenar por la justicia. El dolor por una persona querida, la vindicación incluso de su memoria, no logro entender que produzca una intervención pública tan dilatada. 
          Nadar contra corriente provoca mucha más dificultad que dejarse suavemente llevar por una corriente impetuosa. Sin llegar a mantener unas posturas dogmáticas y muy seguras al respecto, el sentirse en estas ocasiones contra corriente no puede uno dejar de hacerlo si es honesto intelectualmente, pero con conciencia del malestar paralelo que estas actitudes desencadenan. Sin pretender sacar muchas más consecuencias, invitando tan sólo a opiniones alternativas sobre esta materia, sólo pretendía destacar el hecho de lo molesto que resulta sentirse contra corriente.