viernes, 28 de septiembre de 2012

HA MUERTO MI ABOGADO

          Una ausencia prolongada de mi domicilio me ha impedido comentar a su debido tiempo un hecho que, para mí, tiene particular importancia: la muerte de Gregorio Peces-Barba, ocurrida en pleno verano.
          Aparte de sus méritos personales, de su trayectoria personal y política, que ya habrá sido comentada debidamente en los obituarios y en la información general de la prensa de aquellos días,  con los matices que cada medio estoy seguro daría según su propia perspectiva, Gregorio Peces-Barba es para mí el abogado que me sacó -gratuitamente, además- de un grave aprieto. Merece la pena contarlo ahora brevemente, aunque sólo sea en memoria suya. 
          El verano de 1966 lo pasé en Londres, trabajando y estudiando inglés, como un estudiante más de los muchos que ya lo hacían en aquellos lejanos años. Coincidió aquel verano con el 30 aniversario del 18 de Julio franquista, motivo por el que Fraga Iribarne, como Ministro de Información y Turismo de entonces, montó una inmensa campaña en todos los medios por los "XXV Años de Paz". Por esta circunstancia, la prensa europea envió redactores especiales a España -Franco, todavía vivo, provocaba curiosidad- y aparecieron en muchos medios europeos una serie de artículos sobre el presente y el futuro de España. Esto último fue precisamente el título de un reportaje, "El futuro de España según la prensa extrajera", que ya -como periodista en ciernes- publiqué en el ahora desaparecido semanario de la Acción Católica SIGNO, recogiendo recortes literales de lo que entonces se publicó sobre España. Era ya evidente que lo que más interesaba entonces del futuro de España era el post-franquismo, aún muy incierto. 
          Aquella colaboración mía provocó el secuestro administrativo del semanario SIGNO, creo recordar que el segundo realizado tras la reciente nueva Ley de Prensa de Fraga. El revuelo en los medios fue por ello grande, hasta el punto de que yo me enteré del hecho -todavía en Inglaterra- por verlo referido en la primera página del diario inglés "The Times". Volví inmediatamente a España y, en Madrid, el Director entonces de SIGNO, Rafael González, me comunicó que Gregorio Peces-Barba, ya buen abogado y destacado dirigente de la muy afín revista "CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO" de Ruiz Jiménez. Tomamos café los tres juntos, en un bar cercano a los Juzgados de Madrid, y este fue mi primer y único contacto directo con el ahora fallecido Gregorio Peces-Barba. El final de aquella historia fue breve y feliz, pues el Juzgado que se encargó del tema desestimó la denuncia del Ministerio de Información, sobreseyó el caso y levantó el secuestro de la revista. Hoy resulta impensable que un secuestro periodístico de este tipo pudiese ocurrir por un artículo tan banal, pero en aquella época el hecho era nada extraordinario y rigurosamente temible.
          Lo cuento en memoria de Gregorio Peces-Barba, hombre importante de aquella época y de la posterior, que entonces actuó como abogado mío y al que aún le debo consideración y reconocimiento.

lunes, 24 de septiembre de 2012

AÑADIDO DE JOSÉ I. GONZÁLEZ FAUS


Después de insertar mi última entrada sobre el tema, he visto la reflexión sobre el el mismo asunto publicada en su "blog" personal  por el conocido teólogo y jesuita José Ignacio González Faus (reproducida también en "Religión Digital"),  que considero de interés darla también a conocer en "Tras mi vidriera".  A continuación, la reproducción literal de J.I: González Faus: 

Izquierdo, derecho, izquierdo…

Las teorías son como grandes manchas de color: ayudan a ver y distinguir aunque luego, en realidad, las cosas tienen muchos más matices. Puede ser útil, por ejemplo, hacer una caracterización completa de lo femenino y lo masculino, aunque luego nunca nos encontraremos ejemplos puros de esa teoría porque todos tenemos pinceladas de ambos sexos. Y esto quizás sirva para otra de las divisiones más clásicas de nuestra vida no personal sino social: lo que solemos llamar derechas e izquierdas.
A grandes rasgos comenzaría diciendo: la gran tentación de la izquierda es la falta de responsabilidad, mientras que a la derecha la pierde su avaricia. Tanto la irresponsabilidad de unos como la codicia de los otros no son reconocidas por ellos.
La derecha justifica su avaricia con la religión, falsificando a ésta por completo: a veces hasta da gracias a Dios por el éxito de sus ambiciones. La izquierda justifica su irresponsabilidad amparándose en el progreso, hasta llegar a pervertirlo: da por sentado que sólo podrá criticarla quien sea un retrógrado.
Y así, mientras una dice creer en Dios, la otra afirma creer en el progreso, y las dos utilizan ese objeto de su fe como opio para apaciguar a sus víctimas. Una vive esperando que sus ideales sociales justifiquen su pereza. La otra espera que su afán de responsabilidad justifique su avaricia.
La izquierda desconoce el pecado original; la derecha lo utiliza en provecho propio. La derecha se cree con derecho a vivir muy bien expoliando a los demás. La izquierda cree que el derecho a vivir bien consiste en que se lo den todo hecho.
Por eso la izquierda quiere un Estado que pague las consecuencias de todas sus imprevisiones (aborto gratuito, cáncer de pulmón, sida…) aun a costa de arruinar al erario público; mientras que la derecha se siente llamada a castigar, ejemplar e inmisericordemente, a todos los que la molestan. Aquella cree que todo vendrá dado mecánicamente con un cambio de estructuras. Esta se ampara en que lo importante es cambiar las personas, para negarse a todo cambio estructural.
Ambas esperan ser justificadas meramente por su militancia (“soy progre y de izquierdas”, o “soy hombre de bien”) pero ninguna de las dos toma esa militancia como una exigencia de cambio de vida. La izquierda espera un mañana que nunca vendrá; la derecha se escuda con esa falsa esperanza de la izquierda para negarse a construir ningún mañana mejor.
La izquierda es en teoría universalista, pero su universalismo se reduce muchas veces a proclamar para los demás lo mismo que busca para sí. La derecha suele ser individualista y agita sonoros gritos patrióticos: pero su patriotismo se reduce a que la patria soy o, a lo más, yo y los míos.
Las izquierdas quieren cambiar el mundo pero creen tener ya la receta para ello y piensan que Marx y Nietzsche ya estudiaron bastante por todos ellos. Las derechas estudian más pero sólo para buscar y justificar el máximo beneficio propio…
Cuando se enfrentan entre sí, la derecha se siente amenazada y suele volverse increíblemente agresiva. Las izquierdas se sienten superiores y suelen volverse despectivas. Ambas son intolerantes una con la otra; pero la derecha suele ser mucho más intolerante. En ambas existen personas particulares, que son modelos de responsabilidad y de solidaridad. Pero, por desgracia, son excepciones que no dan color a su facción.
En una palabra, la izquierda tiende a caer en la ley del mínimo esfuerzo, la derecha obedece a la ley del máximo interés. Si de aquí se deduce una necesidad de superar la antítesis derechas-izquierdas, muchos utilizan esa necesidad para proclamarse “de centro”. Pero, por lo general, el centro suele tener bastantes de los vicios de las otras dos ramas y pocas de sus virtudes. O se queda en esa tibieza a la que el libro del Apocalipsis califica de vomitiva.
En la historia de la primitiva iglesia, las derechas convertidas del fariseísmo estuvieron a punto de matar a san Pablo; y éste se cansó de reprender a los corintios por la irresponsabilidad con que acogían la libertad. En teología, al hablar de Jesucristo, dicen algunos que la derecha se ampara en la divinidad de Cristo para negar o escamotear su humanidad, mientras que la izquierda se aferra a la humanidad de Jesús para negar o alejar su divinidad.
Y allí es donde se muestra de manera espectacular que los centros suelen tener los errores tanto de la derecha como de la izquierda: la reflexión sobre Jesucristo muestra que el verdadero camino tampoco reside en ese centro que no es ni carne ni pescado, sino en la totalidad: Dios y hombre a la vez, Dios en su mismo ser hombre y hombre desde su ser Dios. Responsable y trabajador en la lucha por la justicia y la igualdad; solidario desde la responsabilidad y el esfuerzo.
No iría mal que todo eso nos sirviera de modelo.

viernes, 21 de septiembre de 2012

ESTEREOTIPOS DE IZQUIERDAS Y DE DERECHAS


      Recojo todavía algún hilo suelto de mis dos últimas "entregas" sobre las calificaciones de "izquierdas" o de "derechas" que nuestros comportamientos provocan casi inevitablemente: "nos clasifican", solemos afirmar. Los calores y las ausencias veraniegas han dejado el tema un poco en remojo, y ahora lo contemplo con un poco más de distancia...
           He ido recogiendo algún recorte de prensa y  algunos testimonios sobre el particular de algún amigo.. 
          "La moda, ¿es de izquierdas o de derechas?", titulaba estos días sensacionalísticamente uno de los semanarios dominicales. Apenas profundizaba el artículo en tema, bajo la simpleza de que "la moda es de izquierdas y el shopping de derechas", y sólo se detenía en si los trajes de las primeras damas de la política manifiestan "progresismo o conservadurismo". 
       Sobre la intervención del conocido actor Clint Eastwood en favor del voto al derechista Romney, informaba el cronista de ABC en Washington que "no es ninguna sorpresa la deriva más o menos izquierdistas de muchos talentos de Hollywood", como tampoco lo es "la orientación republicana de otros quizás más escasos, pero no menos grandes nombres del cine norteamericano". Clint Eastwood se define a sí mismo "como un libertario" y, dentro del más puro estilo de la derecha, dice no estar ni con unos ni con los otros, "porque soy demasiado individualista para ser de izquierdas o de derechas", pero, a pesar de esta declaración, pide el voto para el político de la más rigurosa derecha.
           A pocos les gusta aparecer como de derechas, mientras que casi todos los de la izquierda se ufanan de serlo. Un amigo insertó un "comentario" en mi "entrada" anterior y recordaba cómo hace años había roto su carnet de un partido oficialmente de izquierdas, pero cómo mantenía claramente su tendencia hacia esta actitud vital, porque opinaba -de acuerdo con el ya desaparecido Juan María Bandrés- que "la igualdad social no es una cuestión de "caridad" sino de "justicia". Muchos cercanos a la izquierda están del todo convencidos que esta ideología defiende mejor a los desfavorecidos por la sociedad, pero la mayoría de los de la derecha no aceptan de ninguna manera esta afirmación.
         La cuestión está más en la visceralidad que en la razón. Por esto otro amigo me aseguraba que el secreto está en mantenerse entre las opciones de "centro izquierda" o de "centro derecha", porque sólo superando o dominando los extremismos resulta posible atenerse el juicio propio y ejercer cuando proceda la difícil alternancia.
         La visceralidad y la pasión suelen ganar la partida a la capacidad de enjuiciar personalmente y de elegir con libertad sobre los temas en liza. En el campo futbolístico, aún resulta más contundente la victoria de la pasión. Pero en  temas más serios y trascendentes resulta muy necesario, superando los determinismos históricos y psicológicos que en tantas ocasiones condicionan nuestra libertad, mantener la capacidad de enjuiciar con criterios propios y, superando lo pasional y visceral, elegir lo que en cada caso se estima más procedente. Esto no es nada fácil, pero es deseable. Ojalá que así sea.