miércoles, 16 de marzo de 2016

Semana Santa, eterna discusión


La Semana Santa es motivo de grandes entusiasmos, para algunos, y motivo también de grandes discusiones, para otros. Donde la Semana Santa es fuerte, pocos quedan insensibles ante ella: o a favor o en contra, incluso con apasionamiento. Me refiero, por supuesto, a la Semana Santa en la calle; no a la celebración litúrgica de la Pascua, la Muerte y Resurrección de Jesús, que está más allá de cualquier discusión para los creyentes.
Después de la Navidad y sobre todo al comenzar la Cuaresma, cuando los cofrades entran ya en celo –la expresión la he recogido en la calle, no es por supuesto mía-, en las ciudades más semanasanteras del Sur nozco la realidad inmediata de ciudades de otras regiones, en las que también es fuerte la celebración de la Semana Santa-, sorprende constatar que la prensa local le dedica una y hasta varias páginas diarias a la actualidad de las Cofradías: innovaciones del año en los pasos tronos, alteraciones en los recorridos, nombramientos en las Juntas Directivas, entrevistas a los Hermanos Mayores, Agenda cofradiera, … Hay redactores especializados, a los que la materia siempre les resulta inagotable.
Este año, un testimonio cualificado sobre la Semana Santa me ha llamado la atención. Al cumplir siete años (17 de febrero) de su llegada a Sevilla, al Arzobispo Juan José Asenjole hizo el ABC una entrevista generosa y amistosa de dos páginas, en la que pudo hablar sin que se le mostrase ninguna acritud sobre todo los temas relacionados con su ejecutoria sevillana. Cerrando ya la entrevista, sobre la Semana Santa dijo el Arzobispo de Sevilla: Si no existiesen las hermandades habría que inventarlas como ejemplos de vida cristiana, apostolado, servicio a los demás y dique contra la secularización. Proviniendo de un hombre que no se ha distinguido precisamente por el fervor cofrade, esta manifestación merece una atención.
Conozco un cura que creó en un barrio de Sevilla hace ya bastantes años una Cofradía, y esto le elevó a los altares del aprecio para algunos, pero también le produjo muchos sinsabores ante muchos de sus colegas. Es conocida la triquiñuela de algún cura que, al construir un nuevo templo, le pone muchos escalones en la entrada o una viga muy grande y muy baja en la puerta de acceso, para dificultar de tal modo la entrada y salida de lospasos, para conseguir que a nadie se le ocurra pensar en la constitución de una Cofradía en la Parroquia. Con las Cofradías ya constituidas no es infrecuente, por desgracia, latensión enconada entre los párrocos y los responsables de las Cofradías. En el desarrollo de la actividad cofradiera, en la importancia que se le da a detalles menos trascendentes, en la ocasional minusvaloración de aspectos de hondura evangélica, en eldía a día de las Hermandades, salta con alguna frecuencia la falta de acuerdo y hasta el enfrentamiento. La autonomía real de los seglares en el gobierno de las Cofradías, además, no siempre es bien encajada por los párrocos y los representantes orgánicos de la jerarquía eclesiástica.
Por estos motivos frecuentes de disensión sobresale la manifestación positiva del Arzobispo de Sevilla. En ella, me ha llamado sobre todo la atención que caracterice al desarrollo de la Semana Santa como dique contra la secularización. Esta valoración podrá resultar discutible para algunos, pero destaca una realidad cierta y constatable. La religiosidad de Sevilla es diversa a la de otras ciudades menos semanasanteras. La gente entiende mejor el lenguaje concreto de los símbolos externos, la expresividad de las imágenes y el colorido intenso de todos los elementos de la parafernalia cofradiera, que la sublimidad más abstracta de la liturgia, en la que los menos formados se pierden, se aburren y dejan pronto de participar en ella. Es cierto que la Semana Santa contiene la secularización porque ofrece un lenguaje mucho más asequible a la mentalidad popular, porque vincula de alguna manera a la trascendencia pero de una manera menos intensa pero más adecuada al estilo intrascendente de las personas menos religiosas.
El locutor Carlos Herrera, reconocido cofrade en Sevilla y con indudable habilidad para conectar con las masas, en una entrevista concedida a los periódicos de la cadena Joly, a una pregunta sobre la Semana Santa, respondía: Tengo varios miles de planteamientos para defender a las cofradías. Es una realidad trasversal. Debajo de un antifaz nadie sabe qué ideas laten, quién está ahí. Conozco ateos que respetan la religión y ateos que respetan la –semana Santa y que hasta sienten cierta devoción cuando ven un paso.
Dique contra la secularización, realidad transversal, mantenedora de la religiosidad popular… Realidades ciertas, dentro de unos conceptos escurridizos. La religiosidad, y más aún la religiosidad popular, resultan siempre ambivalentes: son realidades positivas, porque conectan con Dios y con lo trascendente; pero también defectuosas, por humanas e incapaces de la conexión perfecta con Dios. Lo que no cabe duda es que, como casi todas las manifestación es de la religiosidad popular, la Semana Santa es algo muy hondo y arraigado para las personas que la sienten. El nivel de percepción de cada uno depende de la formación y del nivel de religiosidad que cada cual posee. Pero no se debe minusvalorar y conviene mantener y perfeccionar lo que siempre tiene más elementos positivos que negativos.

martes, 15 de marzo de 2016

VISITA A LEÓN, desde el Sur


         
Después de una visita a un lugar, tengo oído que si la estancia dura una semana el periodista es capaz de escribir un libro; si permanece en el lugar un año, ya no es capaz de escribir más que un artículo; y se si se queda allí a vivir, después de un periodo más largo de tiempo, ya no le resulta posible escribir ni una línea, porque todo lo parece normal. Como en este caso la visita a León –mejor la vuelta, porque ya pasé por allí en otras ocasiones- ha durado poco más una semana, las impresiones afloran desordenadamente y con espontaneidad.

          1. Viniendo del Sur, lo que más impresiona de León es el frío. Me decían que todo el año ha estado muy templado y que, sólo en los días finales del invierno, había vuelto el frío. Lo cierto es que las montañas cercanas fronterizas con Asturias lucían estos días del todo blancas; que cuando de allí soplaba, el viento realmente cortaba; que una mañana nevó intensamente en el centro mismo de la ciudad, en ciertos momentos con copos como puños, aunque el temporal duró poco y la nieve no llegó a cuajar estable.
           La consecuencia normal del mayor es frío es que a la gente se le ve por la calle mucho más abrigada. Nunca había visto tantos abrigos de pieles juntos. En un acto colectivo al que asistí, calculo que la mitad de las señoras iban cubiertas por pieles: lo cual me hacía concluir que aquí las pieles no son muestras inequívocas de riqueza, pues la mitad de la población no son todas ricas. Y los plumas bien gordos, cubriendo la cabeza y hasta las rodillas, eran también muy frecuentes. La vestimenta, en general, era diferente a la que normalmente se ve en las ciudades del Sur de España, no sólo más abrigosa sino también, como término medio, menos convencional, algo más elegante.

          2. Se le nota mucho a León que tiene solera de siglos. Primero, por ser ciudad antiguamente amurallada, de lo que dan buena muestra todavía algunos trozos bien conservados en ciertas partes de la ciudad. Sobre todo se le nota por los edificios emblemáticos. La catedral, desde luego, da un fuerte carácter a toda la ciudad: no he visto en ningún otro sitio un gótico más puro, tal vez porque el edificio se construyó en no muchos años del siglo XIII, de corrido y sin dar ocasión a la mezcla de estilos posteriores. La visita despaciosa a la catedral, el ensueño insuperable de las vidrieras, merece sobradamente volver a León siempre que se pueda.
           Pero es que en León hay más edificios del todo singulares. Muy cerquita de la catedral, está la basílica de San Isidoro, anterior y con un románico deslumbrante. Y el conjunto arquitectónico de la Iglesia y el actual Parador de San Marcos, de no estar en una ciudad tan rica arquitectónicamente como León, resultarían iconos del todo representativos: con razón, la moderna imagen de un peregrino, que se ha colocado en frente, descansa estático mirando al monumento.
            Es León una de las tres únicas ciudades no catalanas que cuentan con obra del imaginativo Gaudí –la otras dos me han dicho estos días que son Astorga, también la provincia de León, y Comillas-, siendo el palacio Botín del centro de León un edificio sólido y armónico, aunque totalmente característico de Gaudí. Dentro de la arquitectura ya moderna, en las zonas de más reciente construcción de la ciudad, la Delegación de la Junta de Castilla-León o el Auditorio Musical son obras modernas, en línea con la riqueza arquitectónica de otros estilos en las épocas pasadas.

          3. La división autonómica de España favoreció a Valladolid, y dejó sólo como segundona a León. Únicamente el puesto menos relevante del Defensor del Común se emplazó en León para toda la Autonomía de Castilla-León. Este hecho ha repercutido en el no desarrollo actual de León, que me han dicho cuenta con muy poca riqueza industrial y que –dato de la prensa local, durante mi estancia allí- registra un éxodo actual de 190.000 personas hacia otras provincias en busca de trabajo.
           Como reacción tal vez, impresiona el afán de León por resaltar su historia y sus antiguas riquezas. No he visto en otros sitios que los pequeños sobres de los azucarillos reivindiquen en los bares y en todos los sitios donde se toma un café la propia identidad como pueblo. En la parte trasera de un azucarillo he visto escrito: Sin León no hubiera España, que antes que Castilla leyes, concilios, fueros y leyes, dieron prestigio a León. La fama cantó su hazaña con clarines de Victoria: ¡León escribió la historia de Covadonga a Colón!   Con su sangre a torrentes vertida dio a la Patria preciado blasón y en sus labios cobró vida el hermoso lenguaje español. ¡Viva León!

          4. Breve nota para creyentes es que León, en lo religioso, cuenta también con una historia importante. Me contaba un sacerdote ya mayor que, en su época de estudiante, había 500 chicos en el Seminario Menor y hasta 200 en el Seminario Mayor, en contraste con los 6 seminaristas con los que cuenta actualmente la Diócesis.
            La religiosidad es todavía intensa, con abundante asistencia dominical de personas mayores, con Semana Santa también rica en procesiones y con determinados actos religiosos –me ha impresionado la afluencia desbordante a la Novena de la Gracia, en la Iglesia de San Marcos- con una presencia masiva muy poco frecuente en otros contextos.
          Aunque el futuro es tan incierto como en otras regiones –máxime en una provincia con muchos pueblos poco habitados o totalmente deshabitados, con pocos sacerdotes atendiendo en ocasiones hasta más de diez pueblos-, existen también signos de vitalidad, como la adoración eucarística 24 horas y los retiros y demás actividades religiosas en la muchos años centenaria Basílica de San Isidoro.