domingo, 20 de julio de 2014

VACACIONES, un rito

          En España, las vacaciones se convierten en un rito casi inexpugnable. Parece que todo el mundo tiene que tenerlas y, además, en las mismas fechas veraniegas.

         En otras latitudes, las cosas no son siempre así. No se si alguna vez un británico se toma un mes entero de vacaciones. Lo normal es que las vacaciones se escalonen, tomando unos días en un periodo del año y otros días en un periodo diverso a lo largo del mismo año. Este distinto comportamiento respecto a las vacaciones individuales trae como consecuencia que ni los establecimientos, ni las oficinas, ni por supuesto todo el país, luzcan jamás el cartel: Cerrado por vacaciones, cartel no extraño de encontrar en nuestros contextos españoles. Aun no poniendo oficialmente el cartel, a muchas oficinas y establecimientos más conviene no ir por aquí en los meses veraniegos, porque los desgraciados que cubren los turnos más imprescindibles sólo pueden echar valones fuera y remitir los asuntos a cuando terminen las vacaciones.

          El rito inexpugnable de las vacaciones resulta además ofensivo, en las actuales circunstancias, para muchas personas. En los momentos actuales, no todo el mundo disfruta de vacaciones. Siempre, por supuesto, hay mucha gente que no toma vacaciones. Algunos porque no les gusta cambiar de sitio, de habitats y de ritmos de vida, y prefieren mantenerse en sus casas, con más tranquilidad incluso que en otros momentos. Otros porque su nivel social y económico no les ha permitido nunca la interrupción radical del estilo de vida que suponen las vacaciones, con cambio de vivienda y frecuentes licencias viajeras o gastronómicas: incluso aunque obtengan en esos días un permiso laboral, el nivel de vida de estas personas no les permite la interrupción y el dispendio vacacional. Pero la actual situación de crisis, además, ocasiona el que muchas personas que -cuando tenían trabajo y su situación económico/social estaba normalizada- esperaban con ansia y disfrutaban mucho de sus vacaciones, se ven ahora obligadas a evitar desplazamientos, a mantenerse en su casas y ahorrar así un dinero que actualmente no poseen. Por todo esto, para muchas personas, hablar ahora de vacaciones resulta, al menos, de mal gusto.

          Algunos pocos, con todo, aumentan en este tiempo su ritmo laboral, sea porque trabajan de alguna manera precisamente para para los que disfrutan de las vacaciones -restauración, espectáculos, diferentes formas de ocio-, o sea porque siendo autónomos o jubilados concentran por diversas razones en estos días una mayor actividad. Personalmente, me encuentro entre este privilegiado grupo de los que voy a aumentar este verano el nivel de ocupación.

         A pesar de todo lo dicho en este breve apunte de sociología barata sobre las vacaciones, durante todo el restante tiempo estival voy a interrumpir las entregas periódicas a este blog. Para mí, que voy a tener algo más de trabajo, y para los que tienen la amabilidad de asomarse con más o menos fidelidad tras esta vidriera, a todos nos vendrá bien la interrupción y un compás de descanso. Siguiendo el tópico español y a pesar de todo lo dicho en este apunte, FELICES VACACIONES para todos.

domingo, 13 de julio de 2014

INICIATIVAS FRENTE A SITUACIONES ADVERSAS

         Acabo de encontrar, debajo de una puerta que da directamente a la calle, un sencillísima octavilla con este texto: "Hola! Soy pintor, jardinero, arreglo persianas, limpieza en general del hogar, piscinas, trastos, trasteros, campos y casas abandonadas, etc... Baba Telf.: 631 223 276". Letras negras y ningún dibujo, la austeridad más radical.

         Me ha sorprendido la capacidad de iniciativa demostrada en este mensaje. El hombre que lanza a la calle esta octavilla no se conforma con la situación de paro que parece sufrir. Como quien lanza una botella al mar desconocido, se anima a distribuir por donde puede esta octavilla con su SOS esperanzado y proactivo. No se limita a esperar con los brazos cruzados, no se contenta con inscribirse en la Oficina del Paro (¿lo habrá hecho el autor de esta octavilla?), sino que pasa directamente a la acción con el recurso que le depara el anonimato de una gran ciudad: ¡Una sencilla octavilla ofreciendo sus servicios!

          Me pongo a imaginar quien será este "Baba", que firma la octavilla. Parece que tiene una cierta especialización cuando ofrece sus servicios como "pintor" o "jardinero", dos oficios que no sabe ejecutarlos el que no lo ha hecho antes alguna vez. Pero es claro que no se limita a esperar trabajo en lo que él sabe hacer, en su propia profesión, sino que se ofrece también para las tareas que cualquiera puede hacer pero que muchos preferimos que las hagan otros, las tareas de "limpieza" en "hogares", "piscinas", "trasteros", "casas abandonadas", añadiendo un "etc" abierto a todo lo que los demás puedan demandar de su servicialidad más disponible.  Sin conocer para nada a la persona en cuestión, el número de teléfono que he trascrito  en la anterior reproducción es el auténtico de la octavilla, por si alguien quiere demandar los servicios de este señor o saber algo más de él.

         Me admira muy positivamente el que, ante las situaciones adversas de cualquier tipo, no se conforma con ponerse triste, desesperarse, protestar o lanzar quejas sobre la insolidaridad de los demás. Las circunstancias personalmente inllevaderas suelen conducir a la pasividad más entristecida, pero pueden también despertar los recursos más recónditos. Con desanimarse ante la dificultad, no se consigue nada. Lo difícil es saber reaccionar frente a lo adverso, intentando por todos los medios salir del atolladero. El desconocido autor de la octavilla evidencia que las posturas activas frente a la adversidad resultan también posibles.

          No quiero llegar a la afirmación de que todo lo adverso tiene remedio: una depresión no se suele superar sólo con voluntarismos, o de una situación de paro no siempre se sale con recursos fáciles. Pero ante todo lo adverso -aunque sea una enfermad o incluso la muerte de un ser querido- cabe mantenerse sólo pasivamente triste o hacer algo por superarla.  La anécdota de la octavilla conduce a la categoría de las iniciativas activas frente a la adversidad.

domingo, 6 de julio de 2014

INTERÉS POR LAS COSAS COMUNES, señal de salud corporativa

          Un síntoma de salud corporativa es el interés por las cosas comunes. Dicho al revés, el desinterés por las cosas de todos es un signo de que la corporación no funciona bien, de que no hay cuerpo sino miembros aislados. Pondré algunos ejemplos.
         
          Al final del curso, los centros educativos suelen tener un claustro escoba para revisar todos los temas pendientes. Es difícil mantener el interés por los temas que no le afectan a uno personalmente, por los asuntos comunes que sólo indirectamente pertenecen a todos. Lo común es interesarse sólo, apasionarse incluso hasta la discusión enfebrecida, por los temas personales, por los horarios del próximo curso, por los puentes acordados por decisión de todos, por las tutorías asignadas, por las horas de permanencia,  etc, sin estar ni siquiera atentos cuando se están tratando temas que no guardan relación con la propia persona. El cuerpo no funciona cuando lo común no interesa a todos, cuando no hay preocupación por temas que sólo afectan a los alumnos, a otros miembros del claustro o a las meras exigencias del edificio.

         Cuando se ve en la calle un desperfecto -una salida de agua, un animal muerto, por ejemplo-, hay quien  pasa más aprisa para no ver, mientras que hay otras personas que se detienen, ven qué está ocurriendo y se molestan por avisar a la entidad responsable correspondiente. También se produce una reacción dispar parecida cuando la anomalía se refiere incluso a personas, cuando hay alguien tendido en la calle, o se ve a un niño o a un anciano con síntomas de estar perdidos o buscando orientación. La actitud ante estas anomalías es muy diversa, según el margen de interés que exista en cada cual por las cosas ajenas y comunes.

          En entidades más reducidas o familiares, hay quienes se interesan por lo común y hay quienes pasan olímpicamente de todo lo que no es estrictamente personal. Un papel en el suelo, una planta necesitada de riego, un plomillo que se funde, un vaso que se rompe, los platos o restos que retirar de una mesa, algo desordenado que requiere reposición y orden,...; o incluso, una persona triste, alguien aburrido, un paseante necesitado de compañía, un visitante que precisa alguna orientación. alguien con dificultades en el ordenador,.., hay cosas y personas que demandan atención de los demás en la familia o en la comunidad, y hay quien está siempre presto para prestar estas ayudas y hay quien siempre encuentra excusas para no prestar atención a estos detalles. El comportamiento ante las cosas comunes no es igual, es bien  distinto, entre los diversos miembros del colectivo integrante.

         La salud del cuerpo depende del interés de todos por lo común. En las comunidades pequeñas en las que todos estamos insertos, esta regla se hace muy patente. Pero la regla tiene también aplicación a los colectivos más amplios. El desinterés por lo que ocurre más allá del ámbito de lo que uno conoce personalmente produce sociedades anémicas, es propio de las dictaduras -uno piensa y soluciona por todos- o de las sociedades muy desmembradas o enfermas, en las que sólo pagando se consigue el interés y la atención a los problemas comunes.

          Puede resultar algo moralista, pero me parece que esta consideración es también realista y práctica para la reflexión de todos.