jueves, 25 de diciembre de 2014

Se viene y se va, una NAVIDAD en paz

         Una cuña de un canal de TV -la Sexta- me ha impresionado este año. Venía a decir que "si estás harto de la Navidad, aquí estamos para acompañarte y entretenerte". La televisión presentada como un medio de liberarse del auténtico aluvión navideño de estos días.

          Hay gente que está harta de la Navidad, que no la aguanta. Los motivos son múltiples -rechazo a todo lo que la Navidad pueda significar, evocación de motivos tristes...-, pero el resultado es que se produce un rechazo a todo lo que pueda oler a la Navidad, a todos los motivos y celebraciones navideñas. Son las personas que pasan de la Navidad, que no quieren nada con ella.

          Suelo fijarme cada año en los extraordinarios de los periódicos centrados en la Navidad, y me sorprende cada vez más el afán claramente premeditado por omitir cualquier imagen o motivo que pueda estar relacionado con lo religioso. Estos extraordinarios, los periódicos se ven obligados hacerlos, porque alrededor de estos días navideños abunda mucho ese bien tan escaso que es ahora la publicidad y ningún medio puede ahora perder la oportunidad de hacer caja con estos recursos publicitarios. Pero el resultado es que se elaboran unas páginas repletas de anuncios de posibles regalos, de toda clase de alimentos, de perfumes y joyas, todo lo más con estrellitas y guirnaldas o con enanos y renos, pero sin nada que se relacione con el portal del Belén o con las imágenes de la Sagrada Familia. 

          Fenómenos parecidos se produce con los adornos y las iluminaciones navideñas de las calles, que los Ayuntamientos más laicos pretenden eliminar o disminuir y que todos los que hacen algo en este sentido lo llevan a cabo eliminando por completo los motivos religioso. Se emplean motivos decorativos de una Navidad desprovista de elementos religiosos. 

        La sociedad actual se encuentra actualmente abocada a celebrar con el mayor fasto posible la Navidad, pero convirtiéndola en una fiesta no religiosa sino laica. Es como celebrar una boda sin novios o una bautizo sin niño al que echarle el agua. Lo que dio origen a la celebración de la Navidad, la conmemoración del nacimiento de Jesús, se oculta y queda una fiesta que no se sabe por qué se celebra.

        Como consecuencia ha venido el buscar una serie de motivos que puedan justificar la celebración de la Navidad, convirtiéndola en una fiesta familiar o en reuniones de compañerismo o amistad. Las comidas de empresa o la entrega en estos días de regalos son manifestaciones de esta derivación laica de la Navidad. Nada malo, algo incluso hermoso y bueno, pero alejado de lo que estuvo en el origen de la celebración de la Navidad. 

           El secularismo, así, queda enfrentado con la religiosidad. La Navidad se convierte en el campo de batalla de dos tendencias que, polarizadas, tienden a convertirse en contradictorias. Como también ocurre en otros campos, la exageración no conduce a nada. La secularización completa de la Navidad ni tiene sentido ni resulta casi posible. Pero tampoco tiene ya mucho sentido olvidar las connotaciones laicas de la Navidad y pretender convertirla en una celebración exclusivamente religiosa. La Navidad es actualmente un fenómeno múltiple, en el que convergen todas las posibles cosmovisiones. Ninguna tendencia es sensato que pretenda la exclusividad en la interpretación o en el estilo de celebrar la fiesta.

          La interpretación más completa de la Navidad es la más procedente. El que contempla y participa de su sentido religioso, el que comprende la Navidad como celebración por el Nacimiento de Jesús, entiende incluso mejor los efectos que todos, con más o menos coherencia, derivan de la Navidad: Paz, Alegría, Amor, Felicidad. Es la buena nueva del Nacimiento de Jesús la que explica mejor todas esta connotaciones de la Navidad. El que vive la dimensión religiosa de la Navidad debe agradecerlo -la fe siempre es un don-, pero sin llegar a caer en la visión fundamentalista de que sólo el que tiene la visión religiosa tiene derecho a celebrar la Navidad o es el único que la celebra adecuadamente.

          Si la Paz es el fruto de la Navidad que fue anunciado por el ángel a los pastores, debemos todos vivir en paz la Navidad, sin pretender marginarla o huir de ella y sin caer tampoco en interpretaciones maximalistas y excluyentes.Vivamos todos en paz la Navidad.



lunes, 15 de diciembre de 2014

¿TRANGREDIR LA LEY? Difíciles coyunturas actuales

                     Me ha impactado mucho una afirmación del gran profesor de moral de la Facultad de Teología de Granada, Eduardo López Azpitarte, que, desde la cima de sus 82 años, con una veintena de libros y cientos de artículos escritos, confiesa en una recientísima entrevista: Cada día estoy más convencido de que todo progreso ha sido consecuencia de ciertas transgresiones (ir un poco más allá de lo que marca la ley) (Vida Nueva, nº 2.920 de la primera semana de Diciembre, página 33).

               El tema es vital para la interpretación de lo que está ocurriendo en el mundo actual. La frontera de la ley, ¿se presenta como infranqueable, como inasaltable e imposible de ser traspasada, o se dejan resquicios por donde se pueda traspasar de alguna manera o en algunas ocasiones? El cumplimiento o no de lo establecido se presenta como el gran interrogante para interpretar la actualidad en muchas circunstancias actuales. Según el pensamiento teológico paulino, el mero cumplimiento de la ley no es lo importante, no justifica, sino la intención, el amor que se ponga en el cumplimiento.

               Sin tener que recordar ya la ruptura del sistema legal y democrático hecha en su día por Franco, el viejo tema filosófico del tiranicidio, de la muerte violenta del tirano, se ha vuelto a recordar de nuevo cuando las masas han atentado contra sus gobernantes y los han destronado por la fuerza en Tunez, Égipto, en Libia; o cuando las masas traspasaron también las leyes, alterando recalcitrantemente las calles con los movimientos de los descontentos de España, Brasil, Estados Unidos o Honk Kong.

               La insumisión contra la ley se nos ha hecho más cercana cuando los catalanes han querido llevar adelante su derecho a hablar hasta márgenes no permitidos por la Constitución española, o cuando se le pide diálogo al gobernante español en temas prohibidos por la ley suprema del país. De forma  sorprendente, en estos días se está reivindicando la autoría, la principal participación, en la transgresión clara de ley que supuso el organizar una manifestación en España en la jornada de silencio previa a unas elecciones: es la vanagloria y el orgullo, después de años, por un hecho que fue descaradamente ilegal.

               El tema de la insumisión ante la ley está continuamente bordeado por el emergente y ya partido político Podemos, que nace de los descontentos infractores de las leyes urbanas y que plantea todavía programas transgresores de la ley como el no pago de la deuda establecida por las leyes actuales, o el constante calificativo despectivo de casta a los partidos democrática y legalmente establecidos, aunque es verdad que la transformación en partido político de este grupo lo introduce en el sistema (la casta, según su lenguaje) abriendo así una serie de complicados interrogantes sobre su futuro.

               Los ejemplos se podrían multiplicar. Pero los aportados son ya suficientes para captar la importancia que sigue teniendo en nuestra sociedad el establecimiento o no de infranqueable fronteras en el cumplimiento de la ley establecida.

               Es cierto que todos los casos no son iguales y que el discernimiento puede convertir en diferentes los diagnósticos de la situaciones establecidas.  El mismo López Azpitarte establece en su entrevista una luminosa distinción entre la tolerancia civil de un hecho y su aprobación moral, sabiendo que no todo lo permitido legalmente es también lícito desde el punto de vista ético. Pero esto agudiza aún más el problema cuando la puerta se mantiene ocasionalmente abierta a una posible transgresión. Es más, cuando en el campo estrictamente religioso este profesor añade: Sería una pérdida para la Iglesia y para todos que desaparecieran los cristianos incómodos, que han posibilitado seguir adelante.

               El problema no tiene ni fácil ni universal solución. Habrá que mantener despierta una sensibilidad ética y moral de muchos quilates para poder opinar y orientarse ante transgresiones que los unos y los otros alabarán o criticarán, según sus propias conveniencias y según los pareceres que cada cual tenga como inamovibles. La transgresión de la ley, desde luego, no es el camino fácil, permitido sin más y en todas las ocasiones. El engaño –a uno mismo o a los demás- nunca resultará ético, la equivocación será siempre posible en el primer diagnóstico que se haga de la situación, el acierto justo se mantendrá como el horizonte utópico al que en todo caso habrá siempre que aspirar. Retos difíciles de la coyuntura actual.


viernes, 5 de diciembre de 2014

El TORCAL, un microcosmo insólito


Monumentos de piedra
     Desde siempre había oído hablar del Torcal de Antequera, pero hasta hace muy pocos días no he podido comprobar personalmente lo insólito que resulta este paraje. La visita directa al Torcal me ha resultado muy digna de ser destacada.
 
         El Torcal se encuentra a algo menos de una hora de Málaga, dentro del término municipal de Antequera aunque con ciertas partes también pertenecientes a una población mucho más reducida, Villanueva de la Concepción. Es un espacio cerrado, en lo alto de unas montañas, uniendo en su paisaje de forma intensa la piedra y el verde de la vegetación. De la carretera que une Villanueva de la Concepción con Antequera nace una sucursal que conduce directamente al recinto estricto del Torcal. El aparcamiento allí existente es amplio, pero resulta muchas veces insuficiente, por lo que en ocasiones los automóviles tienen que quedarse en un gran espacio habilitado en el origen de la carretera sucursal, desde el que unos autobuses conducen a los visitantes hasta lo alto de la montaña. Hay allí en lo alto un Centro del Visitante, con restaurante y tienda de regalos, que facilitan mucho los tiempos anteriores y posteriores a la visita.
         
Entre piedras y árboles
          Para visitar el recinto hay dos itinerarios -verde y amarillo- , siendo el más largo una prolongación mucho más ampliada y completa del circuito más corto, que sólo penetra en una primera parte del territorio. Todo el recorrido, en la primera y en la segunda parte, no es por una carretera, ni siquiera por un camino bien trazado y de firme continuo, sino por unos senderos abruptos, muy bien definidos y hasta rupestremente señalizados pero que discurren entre rocas y árboles, en contacto muy directo con la estructura enteramente original del paraje.
 
          Lo que más domina es la roca, en el panorama cambiante que se va presentando ante la mirada a lo largo del camino y en los bordes mismos del sendero, en momentos circundando y abrazando del todo al caminante. Las rocas sirven también para apoyarse, para salir adelante al trepar de unos lados para otros, estando las más cercanas brillantes y pulidas por todas las manos que los continuos visitantes han posado sobre ellas.
 
         Dicen las guías y el wikipedia que se trata de un "paisaje kárstico", un tecnicismo geológico que se refiere a la modalidad de las rocas que circundan el camino y dominan todo el paisaje. Son "dolinas o torcas" -de ahí el nombre de Torcal-, que, según las guías, son rocas calizas "con más de 150 millones de años, formadas por sedimentos marinos muy sensibles a la erosión, a las que la acción lenta pero continuada de la lluvia, la nieve y el viento han azotado continuamente hasta moldear este característico paisaje". Más allá de los tecnicismos, son rocas de todos los tamaños, formando figuras sencillas en unos casos pero en otros casos gigantes y fantasmales, auténticos monumentos en ocasiones y barreras lejanas y ciclópeas  en otros casos. Camina uno como por una ciudad de ensueño, rodeado de figuras rocosas que desbordan realmente todas las capacidades que el más imaginativo pueda soñar.
 

           La fauna y la flora del paisaje son también del todo singulares. Sorprende mucho divisar, saltando de roca en roca, cabras monteses, que son animales muy ariscos y salvajes en otros contextos pero  que en este lugar se mantienen incluso muy cercanas a los paseantes. Se pueden encontrar además otros animales salvajes, como el buitre leonardo, el búho real, el zorro o la comadreja. La flora es también muy variada -encinas, arces, quejigos, serbales, plantas muy diversas-, salpicando frecuentemente de verde el paisaje grisáceo de las rocas.   



Cabras monteses


          El conjunto del Torcal es, en un espacio no excesivamente grande - 2180.0  ha. -, un auténtico microcosmo, en el que uno se zambulle en un paisaje del todo original, dominando por las rocas y por el verde, que despierta la imaginación hasta concebir todos los sueños. La visita al Torcal merece sobradamente la pena.





viernes, 28 de noviembre de 2014

50 años de Radio ECCA

Invitación al 50 Aniversario de Radio ECCA
          1965-2015. He asistido estos días en Sevilla a una conmemoración de los Cincuenta Años de Radio ECCA. Esta celebración se llevará a cabo sucesivamente en varios sitios, hasta llegar el 15 de febrero, fecha en la que se celebrará en Las Palmas de Gran Canaria el cincuenta aniversario de la primera clase de esta singular emisora. Que una institución novedosa llegue a las Bodas de Oro no es frecuente, pues lo muy nuevo y singular es frecuentemente flor de muy pocos días.
 
         He dicho que Radio ECCA es una institución singular porque, de entrada, es una emisora de radio privada y sin publicidad comercial. El personal de radio diría que es un coche que anda sin gasolina, pues la publicidad es el combustible que permite andar a los medios de comunicación privados. Pero Radio ECCA lo puede hacer porque, aunque compite exitosamente en audiencia con los restantes medios en su programación abierta, dedica casi todo el tiempo de su antena en los días laborables a ser un centro docente.
 
          Radio y centro docente se apoyan en esta compleja estructura que une simultáneamente: 1) la antena, para emitir todas sus clases; 2) un material impreso, una hoja que sirve de soporte diverso para cada una de las clases que imparte este peculiar centro educativo (impresos siempre incompletos, para crear una actividad constante en el alumno que sigue las orientaciones de su profesor en la clase y completa así los espacios vacío de su esquema); y lo más difícil, 3) una red complicada que permite: a) hacer llegar a cada alumno los impresos correspondientes a su clase; b) posibilitar una orientación y un contacto personal, que guía al alumno en su tarea de aprendizaje y le estimula para no declinar en su empeño educativo. Es lo que en Radio ECCA se ha llamado siempre un sistema tridimensional, en cuya difícil conjunción de los tres elementos radica la eficacia de su acción educativa.
 
          Radie ECCA emitió su primera clase el 15 Febrero 1965 desde la Isla de Gran Canaria, y desde entonces no ha cejado en impartir los cursos más variados, en Canarias, en una decena de otras provincias españolas y en varios países latinoamericanos y africanos. Sus distintos elementos educativos provienen de Canarias o se producen en los distintos emplazamientos, pero siguiendo siempre la tecnología propia de este peculiar sistema educativo tridimensional. La eficacia la demostró Radio ECCA en sus orígenes cuando con su propio método consiguió enseñar a leer y a escribir a personas previamente del todo analfabetas, pues facilitar el aprendizaje en toda la amplísima gama de cursos que después ha impartido -desde la Primaria hasta el Bachillerato, más una cincuentena de cursos varios en su Aula Abierta- es mucho más fácil que enseñar a leer y a escribir a un analfabeto total. En España, son varias decenas de miles de personas en Canarias y unos cuantos millares en la península los que siguen cada año las diversas  clases de Radio ECCA. 
 
          No es cuestión de entrar en más detalles estadísticos o tecnológicos, pero sí me parece oportuno resaltar que ECCA ha aguantado tanto tiempo de forma floreciente porque, en lo humano, ha sabido crear una mística de cercanía y de servicio a su alumnado; y, en lo técnico, ha sabido aprovechar la revolución tecnológica, aprovechando la inmensa versatilidad de la informática para sustituir o apoyar la función del canal radio. Así, con el banco de clases creado en la red, se puede ya seguir una clase de ECCA en cualquier lugar y por cualquier persona que posea un ordenador. En este sentido, las posibilidades que Radio ECCA tiene en el futuro son mucho más amplias que cuando sólo podía llegar al área de cobertura de sus emisiones radiofónicas.
 
        Asistir a un nacimiento es hermoso, pero aún resulta más reconfortante participar en el renacer de una institución en el momento maduro de sus Bodas de Oro.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Brandemburgo, Berlín ¿Hay más muros?

           La vivencia y la reconstrucción de momentos históricos que uno no ha vivido resulta del todo diferente a aquello de lo que se conservan recuerdos directos y familiares. Durante el largo periodo de la Transición siempre pensé que España resultará de verdad diferente cuando ya no vivan personas con imágenes vividas durante la Guerra Civil e, incluso, con recuerdos personales de la época de  Franco.
                                                                                                                                                         
 
         
          La conmemoración de la caída del muro de Berlín -un hecho histórico del que por la distancia no conservo recuerdos personales- me ha coincidido prácticamente con la terminación de la lectura de un apasionante triller inglés llamado Brandenburg. Su autor, Henry Porter, es un veterano redactor del diario The Guardian, que compatibiliza el periodismo con la escritura de obras de ficción enmarcadas en la realidad más o menos actual. Brandenburg recibió el premio al mejor triller inglés de 2005.
 
          El arte de esta novela reside en que sitúa la caída del muro de Berlín, el 8 de noviembre de 1989, en el centro de un intrincado triller, de tal manera que la descripción de las bandadas de personas que saltan hasta la puerta de Branderburgo en la madrugada de esta jornada se convierte en el punto culminante de una novela, en el auténtico climax que desencadena una trama -urdida durante las ocho semanas anteriores-  y en el comienzo de la liberación de unos personajes que han estado en continuo peligro de muerte durante toda la trama de la novela por su trabajo como espías en el mundo opaco de la Alemania Oriental. La rocambolesca pareja de espías, que son los personajes de esta novela, se juntan en la misma puerta de Brandemburgo con el oficial de la Stasi que les persigue, siendo la masa de personas que inunda este lugar en esta noche las que literalmente liberan a los dos espías de las garras ya sin garfios de su enconado perseguidor. Empujados por la masa hasta lo alto del muro, el personaje femenino exclama entre lágrimas: ¿Es esto verdad? Nunca ha habido un momento histórico semejante. ¿Estamos soñando?
 
          El arte de esta novela me ha permitido revivir un hecho que, en los días pasados, han conmemorado extensamente todos los periódicos y publicaciones de nuestro entorno, por cumplirse hace pocos días los 25 años del acontecimiento. Inevitablemente, el recuerdo del Muro de Berlín y de la Puerta de Brandemburgo, me ha hecho preguntarme si existen todavía muros similares, barreras que impiden el paso de personas o de ideas.

          Entristece, desde luego, el recuerdo de la valla de Melilla, para intentar cortar la invasión de los inmigrantes procedentes de África; o la valla de Jerusalén, para impedir que los palestinos invadan las zonas de asiento de los israelitas; o más lejos, los sofisticados sistemas norteamericanos para intentar impedir (o disminuir) la entrada de los latinoamericanos en el Edén USA... El uso de la fuerza, de los medios coactivos, continúa impidiendo el libre trasiego de los diferentes habitantes del planeta. La existencia de pasaportes, y de su control en las aduanas, ya intentaba establecer frenos para el trasiego internacional de las personas, pero, ante la ineficacia de este método, se sigue intentando evitar por la fuerza lo que por medios pacíficos resulta imposible.

           La tardía y casi forzada apertura de la puerta de Brandemburgo me ha hecho pensar también si no existen muros y portones cerrados para el libre ejercicio de las ideas. Una treintena de años después de la desaparición de Mussolini, en un año de estudios en Italia, siempre me pregunté dónde se escondían en ese momento las multitudes que anteriormente lo aclamaban en las plazas. Semejantes preguntas se podrían hacer en los años alemanes posteriores a Hitler. Todavía me sorprende en España el silencio que en general guardan los convencidos del sistema de Franco, que no eran pocos y que no todos están ya muertos.

            Lo políticamente correcto es una barrera que intenta obligar a muchas personas a no expresar con plena libertad sus ideas, a callar pareceres propios o atender e incluso jalear opiniones de las que no se está enteramente de acuerdo. El fenómeno desde luego es complejo, porque existen ideas que sobradamente merecen ser perseguidas; pero el otro lado del problema es que impedir o dificultar la expresión de las ideas propias -políticas, morales, religiosas, de costumbre personales o colectivas- no parece tampoco siempre correcto.

            Esta problemática plantea interrogantes de difícil solución. Es muy fácil caer en la demagogia en estos temas. La caída del muro del Berlín evidencia que la libertad llega un momento que estalla, que vence las barreras que antes le parecían infranqueables. La existencia de tantas zonas protegidas por lo políticamente correcto, con todo, hace surgir la pregunta sobre si no serán estas zonas excesivas, si no hace falta también que caigan ciertas vallas actuales que impiden la libertad de las personas y de las ideas. El cuándo y el cómo no será fácil establecerlo, pero en algunos momentos es ya necesario y resultará a la larga inevitable.

 

         

domingo, 16 de noviembre de 2014

Mártires de la UCA, 25 años


          16 Noviembre 2014, hoy se cumplen 25 años del martirio en El Salvador de 6 jesuitas que, junto con una empleada y su hija, amanecieron violentamente asesinados en el patio de la reducida vivienda en la que vivían junto a la Universidad de Centro América (UCA) de San Salvador. El pueblo los tiene ya por santos -como a Monseñor Romero, el obispo de esta ciudad, al que también asesinaron  en fechas anteriores, en el altar en el que estaba diciendo la misa-, aunque la Iglesia todavía no los haya oficialmente santificado. Un aniversario que merece un mínimo de atención.
 
          De los seis jesuitas muertos, cinco eran españoles, aunque residentes en El Salvador desde hacía muchos años. En este sencillo recuerdo, merecen ser destacadas sus referencias personales. El que centraba la principal atención de los asesinos era el Rector de la UCA, Ignacio Ellacuría, 59 años al morir, nacido en Portugalete, Vizcaya. Los otros cuatro españoles eran Segundo Montes, 56 años, de Valladolid; Ignacio Martín-Baró, 41 años, de Valladolid; Amando López, 53 años, de Cuvo de Bureba, Burgos; y Juan Ramón Moreno, 56 años, de Vallatuerta, Navarra. El sexto jesuita, Joaquín López, tenía 71 años y había nacido en Chalchuapa. en El Salvador. La empleada de los jesuitas se llamaba Julia Elba y su hija Celina, ambas fueron también asesinadas para que no quedasen testigos de lo que habían presenciado. Todos fueron despertados y sacados de la casa durante la noche para ser ametrallados en el pequeño patio de su casa con sus ropas de dormir. La fotografía que se hizo a la mañana siguiente de todos tirados en el suelo del patio de la casa, todavía resulta literalmente patética.
 
          Estos jesuitas se habían tomado en serio la parábola de los talentos de Jesús, ocasionalmente recordada por la Iglesia católica en las misas del XXV Aniversario de su muerte. No habían enterrado sus cualidades personales. Su tarea universitaria y sus demás trabajos apostólicos los habían puesto al servicio de la justicia, de desentrañar las causas de la guerra civil que estaba destruyendo al pueblo salvadoreño -80.000 personas es el cálculo de los muertos en este enfrentamiento-,  y los militares que estaban protagonizando esta guerra quisieron callar para siempre estas voces interpelantes. Hubiese sido más cómodo para ellos enterrar el talento recibido, callar e interpretar cómodamente la docencia universitaria y el ministerio pastoral, vivir con los ojos tapados hacia las injusticias que estaban presenciando. Hablaron, tomaron partido a favor de los más pobres que en esta guerra estaban interviniendo, y los más poderosos militares de la otra parte de esta guerra los asesinaron. La Asamblea internacional jesuítica que había unido indisolublemente el seguimiento del la fe y la práctica de la justicia ya había anunciado proféticamente: No trabajaremos en la promoción de la justicia sin que paguemos un precio (CG 32, D 4, n 46).  En este caso, el precio fue el martirio.
 
         Con ocasión de este XXV Aniversario, las Universidades jesuíticas españolas han hecho una Declaración en la que reconocen claramente que el ejemplo de los mártires de la UCA nos interpela, admitiendo además que el recuerdo de este hecho implica un exigente reto de mejora. Concretan que la función de la universidad consiste en analizar la realidad histórica y en contribuir a su transformación, y que esto hay que hacerlo universitariamente, no cayendo en fáciles eslóganes, en planteamientos simplistas, o en derivas ideológicas. La Declaración especifica, además, los comportamientos que resultarían coherentes con la interpelación de los Mártires de la UCA, pero los reproduzco a continuación porque los rasgos de esta coherencia no sólo deben afectar al mundo universitario:
          - Analizar las raíces profundas de las injusticias estructurales que nos rodean
          - Tener valor para comprometer la vida en la transformación del mundo injusto 
          - Sentirse responsables del e3stado actual de la humanidad
          - Ser agentes de cambio social
          - Contribuir a crear un sistema que sea respetuoso  de la dignidad de la persona human, de todas las personas sin excepción, y respetuoso también de su hogar, que es la Tierra
 
          El recuerdo del 25 aniversario de los Mártires de la UCA no debe ser una simple concesión a la nostalgia. Su testimonio implica una seria interpelación a los que consideramos su memoria.
        

domingo, 9 de noviembre de 2014

Humanidad y Espiritualidad, unidas: SANTA TERESA

          La celebración del Año Teresiano, el quinto centenario del nacimiento de la Santa (1515-2015), es una invitación para volver a su figura y admirarse constantemente de la novedad y frescura que irradian sus escritos.

           Santa Teresa es un personaje que une contrarios. Es mística, sin dejar de ser profundamente humana. Las ricas cualidades que Dios le concedió como persona, no se vieron  agostadas por su vida religiosa, sino que las conservó frescas y lozanas hasta su muerte. Teresa siempre fue Teresa, fue el título de un trabajo sobre la Santa preparado en mis lejanos tiempos de estudiante.

          Ahora, me ha sorprendido mucho un texto redescubierto en el Camino de Perfección. En un capítulo en el que recomienda a sus hermanas buscar a Dios huyendo de todo lo que se acerque al pecado, aterriza en un terreno cercanamente práctico describiendo una consecuencia que ha de tener la virtud en el modo humano de proceder: A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas. No extrae de la santidad el rezar más o el relacionarse con Dios de determinadas maneras, sino que se fija en el comportamiento que la religiosa santa debe tener en el comportamiento humano con las restantes miembros de su comunidad.

          Una línea antes, desmenuza aún más concretamente qué entiende por conversable, este término tan arcaico. Le aconseja a sus monjas: procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren (quiere decir, tratad de comportaros con todas) que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se atemoricen y amedranten de la virtud.
La virtud no debe amedrentar, generar miedo en el que convive con ella, sino que por el contrario debe resultar agradable para las personas que conviven con ella y la contemplan. Ser conversable es resultar agradable en la conversación y en el trato.
 
         Más claro aún, en la frase que cierra el párrafo: Que es lo que mucho hemos de procurar: ser afables , y agradar y contentar a las personas que tratamos, en especial a nuestras hermanas. No se va por las ramas, sino que refiere a las personas que se encuentran inmediatas en la comunidad la conveniencia de ser afables. Todo esto, en el Camino de perfección, capítulo 41, número 7.
 
          En el mismo capítulo,unos párrafos antes, Santa Teresa lanza un principio general, que es manifestativo de todo su talante espiritual y humano: Así que no os apretéis, porque si el alma se comienza  a encoger, es muy mala cosa   (Camino de Perfección, 41, 5). Su concepción de la virtud y de la santidad no conduce a apreturas o a encogimientos, sino a vivir con naturalidad el intento de resultar agradables para los demás.
 
          Para muestra, vale un botón. Esta llamada para resultar conversable a la que quiera ser santa descubre una forma de entender la santidad que no aleja de la humanidad, sino que manifiesta la unión indisoluble que para ella tenía el buscar a Dios y el mantener la espontaneidad humana. Teresa siempre fue Teresa, no dejó de ser rabiosamente humana por ser místicamente santa. Para convencernos de ello, este año -en su centenario- hay que volver a su obra, hay que releerla... o enfrentarse por primera vez con su lectura. Siempre, ganaremos en santidad y en humanidad.

         




viernes, 31 de octubre de 2014

Los "muertos", los"difuntos", en su "día"

          Los palabra muertos tiene un sentido más fuerte que la expresión los difuntos. Los matices de las palabras. Muerto es más brutal, más directo y conectado  con la muerte, menos abierto a lo que puede haber después de este momento definitivo. ¿Día de los difuntos o día de los muertos?
 
          Siempre me ha impresionado el enorme sentido que para las grandes mayorías tiene el Día de los Difuntos. Los cementerios se inundan de personas que ni siquiera frecuentan los templos. Algunas personas más sensibilizadas se anticipan para limpiar los nichos y llevar flores o motivos ornamentales, no van una sola vez. Dolientes hay además que de forma periódica, cada semana, acuden al cementerio a visitar a sus parientes allí enterrados. El Día de los Difuntos, sin ser fiesta de precepto para la Iglesia católica ni festivo en el calendario civil, moviliza a mucha más gente que otras jornadas oficialmente festivas. Muchos se desplazan incluso a sus pueblos de origen, para no dejar de visitar a sus difuntos. El fasto de los antiguos cementerios -el San Miguel, en Málaga, es un buen ejemplo- despliega un muestrario variadísimo en los sepulcros, algunos auténticas obras de arte. El sentido popular de la muerte es incluso mayor en otras latitudes: en algún país sudamericano he visto que la gente va a los cementerios, con sus sillas portátiles y sus cestas de comida, como si fuesen a una playa o a un lugar en el campo, a pasar el día con sus difuntos. En la antigüedad, las pirámides son el ejemplo máximo del culto a los muertos. Siempre y en todas partes, la veneración a los muertos se constituye en un motivo importante y tremendamente popular.
 
         La muerte, desde luego, no es un elemento secundario. El hombre es un ser para la muerte, recordaba insistentemente la filosofía existencial. Es el momento más importante, aquel en el que desemboca toda la vida humana. La muerte da mucho que pensar, sobre todo si se ensancha la consideración a lo que hay más allá de la misma muerte. La muerte es una de las palabras más transcendentes, más definitorias, para el hombre que reflexiona sobre su completa realidad humana.  Algún pintor, como Valdés Leal, ha recogido todo el sentido barroco que reviste para el hombre la muerte. Hodie mihí, cras tibi (hoy me toca a mi, mañana a ti), se recordaba enfáticamente sobre la puerta de algunos cementerios: lo recuerdo concretamente en El Puerto de Santa María.
 
         No está siempre explícita la conexión entre la fuerte impresión que causa la muerte -origen de todas las manifestaciones populares-  y la concepción transcendente de la existencia posterior al acto de morir.  En la visión cristiana, la muerte es el origen de la vida, pues la auténtica vida para el creyente comienza con la muerte, que es la extensión a los humanos de la resurrección que tuvo Jesucristo. Sin la adhesión a esta verdad fundamental del cristianismo, San Pablo afirma tajantemente que vana es nuestra fe (1 Corintios 15,14). En muchos creyentes, la participación honda en la fe en la vida eterna va acompañada incluso de una implicación menor en los ritos funerarios, hasta el punto de que algunos no son partidarios de la visita a los cementerios, ni siquiera a las tumbas de sus parientes más cercanos. 
 
         En ocasiones, hay mucha simplificación al tratar el tema de la vida posterior a la muerte. Los no creyentes no la admiten, aunque acepten por supuesto que la memoria de los muertos siempre perdura. Los creyentes tienen que dar explicaciones complicadas para encajar la escatología intermedia, el tiempo entre la muerte de cada uno y la resurrección final, con el problema derivado de justificar el purgatorio y  la oración por los difuntos. La extensión generalizada de las incineraciones y la proliferación de los columbarios elimina muchas concepciones simplistas sobre la vida posterior a la muerte. La creencia en la resurrección nunca deberá ser simplificada y siempre requerirá la intervención de la fe.  
 
          Con o sin visita a los cementerios, el Día de los difuntos siempre supone una invitación a la reflexión sobre el gran tema de la muerte.
 
         
 
  
 
         

sábado, 18 de octubre de 2014

DOMUND, ¿todavía?

         El antiguo principio "Fuera de la Iglesia no hay salvación" ha dejado de tener una aplicación literal, después del Concilio Vaticano II. Con buena disposición interior hay mucha gente que se puede "salvar", también fuera de la Iglesia católica. ¿Destruye esto el sentido del DOMUND, la tradicional jornada de la Iglesia para recordar y ayudar la tarea de los misioneros?
 
          La palabra misionero tiene una antigua acepción, que alguno puede tener tal vez todavía, del sacerdote con sotana blanca y con luenga barba, que bautiza a personas de otras razas, negras o amarillas. Sin llegar a una imagen tan estereotipada, puede ser más común la idea del sacerdote o las religiosas que, desde tierras cristianas, se van a países lejanos para llevar el mensaje de la fe cristiana a los que no la poseen.
 
          Esta concepción del misionero tiene todavía que ser retocada o ampliada, teniendo en cuenta determinados hechos más recientes. Por lo pronto, los misioneros no son sólo los curas y las monjas, los religiosos y religiosas, puesto que abundan también los misioneros seglares, las personas laicas que se van a países lejanos dinamizados por su fe cristiana. Pero además, y esto es aún más convulsivo, florecen actualmente los voluntarios, los miembros del creciente número de ONGs, que se van a colaborar en países menos desarrollados, impulsados en estas ocasiones por sentimientos sólo de solidaridad humana. Existen ONGs muy difundidas, conocidas por todos, como "médicos mundi", "periodistas o médicos sin fronteras", por supuesto "Cruz Roja", más los representantes de ONGs menos conocidas, secuestrados durante semanas o meses, que vuelven en ocasiones felizmente asus países de origen y que otras veces son vilmente asesinados en un desierto...  El sentido de la palabra misionero se ha extendido mucho, hasta cubrir a todos los que acuden a un país de menos nivel económico que el propio por causas humanitarias, en la mayoría de los casos sin relación ya alguna con las ideas religiosas.
 
         Todo esto en personas que acuden a estos cometidos como voluntarios, sin ninguna o con muy escasa gratificación económica, siempre por debajo del nivel que podrían tener en su propio país. Más allá, esta también la categoría de los cooperantes, el grupo de los privilegiados que son enviados a países menos desarrollados para ejercer servicios pagados por los gobiernos de los países ricos o por ONGs de economías muy potentes: en un viaje ya lejano, pude tomar contacto con la colonia de cooperantes que existía en Guinea Ecuatorial, el grupo de enviados por el gobierno español con muy altos sueldos y viviendo allí en condiciones de vida muy superiores a la de toda la población de aquel país todavía poco desarrollado.   
 
          La evolución de la misma palabra misionero y el acortamiento de distancias en el mundo globalizado actual, que ha disminuido mucho la trascendencia de un viaje a pun país lejano,  han traído como consecuencia el que el ir a un país extraño, incluso subdesarrollado, no impresione hoy tanto como como en un pasado aun no muy remoto.
 
         En ambientes agresivamente anticatólicos, se mantiene si embargo, un cierto ambiente hostil ante los misioneros. La reciente discusión española sobre si estaba o no justificado el repatriar a dos misioneros  afectados por el ébola, negando o ironizando sobre un derecho que a  cualquier otro cooperante laico español se le hubiese considerado plenamente legítimo -ha tenido que intervenir el Ministro de Asuntos Exteriores para defender que el hecho estuvo justificado-, pone de manifiesto que la simpatía hacia los misioneros no está ya extendida en todos los ambientes y personas.
 
          El misionero, con todo, sigue  siendo un personaje que sigue mereciendo ser considerado como muy positivo. Ya no es acudir con prisas porque si no se bautizan no se salvan, pero si demuestran siempre una generosidad en el servicio a los más necesitados -también los misioneros o los voluntarios laicos que acuden a países menos desarrollados con escasa o nula gratificación-, que se convierten en figuras representativas de la solidaridad más humanitaria.
 
         Pero el misionero, además, ofrece a los creyentes un ejemplo contundente del valor que prestan a su personal fe cristiana. No se van ya a las misiones porque -si ellos no actúan- los indígenas se van a condenar, sino por el valor muy positivo que otorgan al regalo que para todos es la participación en la fe cristiana. Ya no hay que obligar ni siquiera demostrar apodícticamente la propia verdad, pero sí ofrecer con intensidad y convencimiento el testimonio de la fe cristiana. El misionero da testimonio de algo que personalmente valora mucho, no sólo con palabras y catequesis sino sobre todo en acciones y promociones solidarias, dejando claro que vive y considera bueno aquello que le mueve a trabajar como de hecho él lo hace. Me admiran los misioneros que ni siquiera pueden hablar o hacer proselitismo de su fe -como alguno que conozco personalmente dentro de contextos rigurosamente islámicos-, pero que demuestran con obras que su fe les impulsa a dejar su propio país y a vivir en condiciones culturales, económicas y aún religiosas, mucho menos privilegiadas de las que podrían disfrutar si hubiesen permanecido en España. El misionero, por ello, sigue siendo ejemplar y digno de admiración y alabanza.
 
         DOMUND, ¿todavía? Sí, también en el tiempo presente  los que dejan su cálido contexto cercano para dar testimonio de su fe en medios mucho menos gratificantes merecen nuestro recuerdo agradecido y nuestra colaboración más generosa. Al menos, así lo siento en este día, en toda esta semana, en que la Iglesia católica celebra el DOMUND.        
 

domingo, 12 de octubre de 2014

INCOMPRENSIÓN CATALUñA-ESPAñA Y ESPAñA-CATALUñA


            La incomprensión entre las personas que viven en Cataluña y todos los que vivimos en el resto de España es ya el hecho más evidente y tal más grave de todo lo que está ocurriendo en torno a este lamentable asunto. Sea cual sea el final al que se llegue –todavía incierto, a un mes ya escaso de la fecha marcada para el desenlace de esta larga historia-, la incomprensión entre unos y otros es ya un hecho cuajado y evidente, que va a perdurar además en cualquiera de las soluciones  a las que ahora se pueda llegar.
            Estoy muy convencido, y quiero resaltarlo ahora, que lo peor que está ocurriendo es que ni los catalanes que están protagonizando esta batalla ni el resto de los españoles estamos ya capacitados para comprendernos los unos a los otros, para entender las razones que los otros tienen para la defensa de sus propias posturas. Se ha llegado ya a una situación en la que la comprensión de la postura ajena resulta ya imposible, pues existe el convencimiento de que las posturas ajenas son incomprensibles, indefendibles y hasta demenciales. La incomprensión del otro ha conducido -¡y es lo triste!- a la agresividad frente a las posturas contrarias, pasando claramente del no entender hasta el criticar y condenar, incluso con tonos indignados, violentos y agresivos.
 

            Me encuentro en el sector no catalán, y me resulta muy difícil -o no me resulta posible- comprender las razones que puedan tener los catalanes para situarse en las posturas que ahora protagonizan. No comprendo que no entiendan la prohibición de la Constitución a que una parte de España decida sobre lo que afecta a todos los españoles. No comprendo cómo prefieren situarse al margen o en frente de la Constitución. No comprendo su ceguera ante las que me parecen inevitables derivaciones  económicas de su proceso independentista. Resulta muy evidente que los catalanes soberanistas, en la actualidad, no entienden el parecer que es común entre los españoles… y entre los propios catalanes que no son soberanistas. La incomprensión de los otros es absoluta.

             Lo malo es que la constatación anterior se hace simultánea con comprender que en el resto de España no entendemos nada de la problemática peculiar de Cataluña. La agresividad que provoca el comportamiento catalán  no permite comprender que Cataluña reúne unas condiciones muy diferenciadas del resto de los españolas, que el hecho de que la totalidad de la población hable siempre el catalán no tiene por qué ofendernos a los que hablamos el castellano, que el desear una mayor independencia -o la independencia- no es todavía un delito. Constato, sin embargo, que los comportamientos catalanes producen a mi alrededor posturas irracionales y agresivas: increpar ineducadamente a sus dirigentes, cambiar de canal cuando la TV habla del tema, negarse a ver un partido de futbol del Barsa, considerar justificado el no comprar productos catalanes como venganza… En el sector español detecto posturas tan cerriles como las que estimo que se dan entre los catalanes. Así, la mutua comprensión se hace imposible.

            A la actual situación de mutua incomprensión dicen todos que se ha llegado porque el análisis del tema no se realiza desde la razón sino desde los sentimientos, que son prácticamente ingobernables. En un medio puramente catalán (en Google: CJ El blog de Cristianisme i Justícia), he leído un interesante diálogo desarrollado entre el teólogo José Ignacio González Faus y un para mí desconocido Jaume Botey. Faus había escrito Después de la diada, con algunas muy rebajadas matizaciones al proceso embalado catalanista, y su interlocutor responde con un larguísimo escrito para explicar la peculiaridad del  procés” catalán.  Coinciden en que el asunto tiene una muy difícil  –o ninguna- solución. El testimonio tan negro de González Faus me ha dado mucho que pensar:Las sensibilidades exacerbadas, hieren a su vez las sensibilidades del lado opuesto, acabando en esa estéril pugna de quién empezó. Creo que ahí estamos hoy. Los “posicionados” de ambos lados que lean estas líneas me aplaudirán cuando critico al otro, pero dirán que no entiendo nada cuando les critico a ellos. Por eso me parecen inútiles las apelaciones al diálogo: hoy por hoy, el único diálogo que cabe en este problema y en este país son monólogos que gritan, tratando sólo de que triunfe su versión. Pero diálogo significa precisamente “dejarse atravesar por la razón del otro” (dia-logos, para quien tenga alguna noción de griego)”.


             En la mutua incomprensión esta lo peor del problema, lo que subsistirá incluso cuando al tema se le dé, dentro de pocos días, la solución que se le quiera o se le pueda dar.

 

 

 

domingo, 5 de octubre de 2014

LA SEDUCCIÓN DE CARLOS DE FOUCAULD. Una reciente "autobiografía", de Pablo d´Ors

           Carlos de Foucauld es uno de los personajes más atractivos de la reciente historia eclesial. Se ha publicado ahora una biografía sobre este personaje, que merece un mínimo comentario.
 
          Pablo d´Ors, el autor de esta peculiar biografía, es también un personaje singular. Nieto del bien conocido autor noventacentista Eugenio D'Ors, tiene una obra escrita -ya una docena larga de títulos- que emula a la de su abuelo, en variedad de estilos y en calidad acreditada. Antes religioso claretiano y ahora sacerdote secular que ejerce como capellán en un hospital de Madrid, ha penetrado en las honduras de la oración contemplativa y sorprende a todos por la extensa difusión de sus novelas y ensayos, publicados en las editoriales españolas más prestigiadas. La peculiar biografía de Carlos de Foucauld está escrita en forma de autobiografía y ha sido publicada en 2013 por la colección Narrativa Contemporánea de la Editorial PRE-TEXTOS. 
 
          Organizada en ocho extensos capítulos, la autobiografía recorre las variadísimas etapas de la vida de Carlos de Foucauld, desde su privilegiada infancia y juventud, como Vizconde de Foucauld, su ingreso en la Academia militar francesa, su primera estancia en Marruecos, periodo en el que llega a escribir una importante obra geográfica-cartográfica-histórica Recordando a Marruecos, para recorrer después todas las sorprendentes etapas que vive desde su conversión: novicio y monje trapense; estudiante en la Universidad Gregoriana de Roma; jardinero de unas monjas clarisas, en una prolongada estancia en Nazaret, compatibilizada con un apasionado estudio de la figura histórica de Jesús y su entorno; ordenado al fin sacerdote, pero solo para vivir un largo periodo como ermitaño en el Sahara y pasar después  hasta el final de su vida en los puntos más alejados del desierto africano, en parte como capellán de los destacamentos militares franceses y sobre todo como ermitaño  y soñador de una vida religiosa -la de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús- que él no llegó nunca a ver completamente realizada.
 
          A pesar de esta vida trepidante -sólo esbozada-, la biografía de Carlos de Foucauld escrita por Pablo d'Ors no es de ninguna manera un libro de aventuras. El libro lleva por título El olvido de sí y, aunque el subtítulo sea Una aventura cristiana, la única aventura en la que se centra la atención es en la interior del personaje, pues toda la obra no es más que un buceo constante y profundo en lo que vive y siente  el personaje en los distintos momentos de su vida. Lo que más me ha sorprendido de esta obra es la capacidad de penetración  que posee en los entresijos de la vida de Carlos de Foucauld, con intuiciones profundas y certeramente expresadas sobre lo que es su interior humano y espiritual, a lo largo de una vida tan variada y dispersa, pero al mismo tiempo que tan simple, pues, aunque los periodos son muy heterogéneos, son también muy largos y en ellos no pasa además prácticamente nada. 
 
          Después de la lectura completa, lo que más me intriga de la obra es el conocer cuánto hay de Pablo D'Ors y cuánto hay de Carlos de Foucauld en los interminables y apasionantes soliloquios que atraviesan toda la Autobiografía, pues están puestos siempre obviamente en la boca y en la pluma de Carlos de Foucauld, pero sorprende mucho que él llegara a tantas y tan bien expresadas manifestaciones de sus estados interiores.
 
          Personalmente, a la obra le doy la máxima calificación, porque me ha satisfecho enormemente. A todos, además,  la recomiendo, por la seducción tan fuerte de la figura de Carlos de Foucauld y por lo bien que ha sabido recogerlo y expresarlo Pablo D'Ors. Una obra, por tanto, del todo recomendable.
         

domingo, 28 de septiembre de 2014

Agradecimiento a Pajares y García Viejo

Las palabras abstractas se hacen comprensibles cuando se hacen reales en la vida de una persona. El voto de hospitalidad que formulan todos los miembros de la Orden de San Juan de Dios se ha convertido en una realidad cercana y comprensible en la vida y en la muerte de Miguel Pajares y de Manuel García Viejo.
Toda la prensa -escrita, hablada y visual- ha informado hasta la saciedad de la traída a España de estos dos miembros de la Orden de San Juan de Dios, fijándose muchas veces en aspectos menos importantes o incluso malamente intencionados -la discusión sobre si debían venir a España y si habría que cobrarle a su Orden religiosa los gastos de su desplazamiento-, sin resaltar los aspectos más ejemplares de estas vidas y estas muertes.
Manuel García Viejo y Miguel Pajares eran dos nombres totalmente desconocidos hasta que el ébola prendió en ellos y se decidió traerlos a España. (Personalmente, a Miguel Pajares lo había conocido hace un par de años, en una tanda de Ejercicios para losHermanos de San Juan de Dios en Los Molinos, en la Sierra de Madrid, de forma casi ignominada junto a una treintena de compañeros de su Orden, aunque a él lo recuerdo bien por sus vistosas camisas de colores vivos africanos.) Ahora se han convertido ambos en famosos, por sus espectaculares traslados a España y por la impotencia de la medicina ante el ébola implacable. La noticia de sus muertes ha entristecido a mucha gente.
Lo que me ha sorprendido de estos dos religiosos es que su muerte ha sido un verdadero martirio. La Orden de San Juan de Dios, a los votos de pobreza-castidad-obediencia de todos los religiosos añaden un cuarto voto de hospitalidad, de estar al servicio de los enfermos que padecen enfermedades. Por ser coherentes con su votos, y en especial por el de hospitalidad, estos dos religiosos han vivido en África al servicio de los enfermos en sus hospitales y, al llegar el lobo feroz del ébola, han caído en sus fauces y han sido y han sido víctimas de esta enfermedad incurable. Como el que entrega su sangre ante el tirano que le martiriza, estos dos religiosos han entregado sus vidas ante el ataque implacable de este cruel enfermedad. Son auténticos mártires, que con la entrega de sus vidas han dado testimonio de la verdad que encerraba su voto de vivir al servicio de los enfermos.
Recordaba un libro de Gabino Urribari sj, Portar las marcas de Jesús (estos días pasados, este profesor de la Universidad de Comillas ha sido nombrado miembro de laComisión Teológica Internacional), que ponía en el martirio la esencia de la vida religiosa: "La significación del martirio en la Iglesia antigua nos puede suministrar el suelo más firme para garantizar tanto una identidad teológica consistente, como una espiritualidad vigorosa de la vida consagrada (...) Se da un nexo íntimo entre el martirio, su teología y su espiritualidad, y la vida consagrada", he releído ahora en la Introducción de aquel libro. La entrega de su vida del mártir es el testimonio más elocuente de lo que es y pretende el religioso al hacer sus votos.
Cuando Ignacio Ellacuría y sus compañeros fueron asesinados una noche de Diciembre en El Salvador, por estar muy cercanos a las causas de los más pobres de su país, hicieron comprensible con su martirio el intento jesuítico de buscar la promoción de la fe en el servicio a la justicia. Ahora estos dos ejemplares miembros de la Orden de San Juan de Dios, con su muerte martirial, han dado testimonio de lo que perseguían sus prolongadas vidas en África y del sentido que para todo el que lo quiere observar tiene su voto de hospitalidad: estar voluntariamente al servicio de los enfermos, hasta el punto de morir por el contagio de su enfermedad del ébola que el contacto con ellos les ha producido. Su muerte ha ha hecho patente lo que antes nos resultaba distante y desconocido, lo que no nosimpresonaba.
La muerte de Miguel Pajares y de Manuel Ruiz Viejo ha hecho comprensible para todos el significado abstracto de sus votos religiosos, la pobreza-castidad-obediencia como vehículos de su entrega personal y la hospitalidad como sentido y finalidad de lo que su vida de entrega persigue. Estos dos cercanos testimonios merecen el agradecimiento de cuantos lo hemos recibido.

domingo, 21 de septiembre de 2014

HA MUERTO RAMÓN ECHARREN, UN AMIGO

           El hecho de que al conocer la noticia de la muerte de Ramón Echarren la primera palabra que me ha venido a la mente es amigo, ya indica mucho sobre la manera de ser de este peculiar obispo. Ya hace bastantes días que murió, pero no quiero dejar de comunicar estos recuerdos,
          Ha muerto en Las Palmas, de donde fue obispo titular durante 27 años y donde permaneció 9 años más como simple obispo emérito. Ya en esto nos dio una sorpresa a muchos, porque pensamos que al jubilarse se iría a vivir a su Navarra natal o al Madrid donde vivió tantos y tan importantes años, y se quedó en la tierra que había adoptado como suya, en Canarias y en Las Palmas.
          Recuerdo de él, al primer golpe, su empeño a rajatablas de que todos le llamasen de "tu". No es sólo en la conversación personal en la que insistía en ello, sino también en los actos públicos en los que los formalismos se imponen con más rigor. Recuerdo un diálogo en un acto colectivo, celebrado en una parroquia y en el que habría más de cien personas, en el que, cada vez que uno iniciaba una pregunta hablándole de "usted", al instante lo cortaba en seco exigiendo el uso del "tu". Esto y las frecuentes manifestaciones de que le gustaba el fútbol, de que iba a ver por la tarde un partido televisado, etc., configuraban un aspecto de su personalidad que se podría tal vez tachar de "populismo" -¡palabra ahora de moda!-, pero que en él resultaba muy sincero y que, con el paso de los años, ha quedado como clara manifestación de su deseo espontaneo de sentirse popular y cercano a la gente. De hecho, creo que es el único obispo al que le he hablado de tu con total naturalidad.
          Aunque era muy hablador, y hasta incluso en ocasiones un tanto "voceras", era un hombre también claramente profundo. Todavía recuerdo, después de tantos años, la profundidad, sinceridad y hondura, con las que le oí hablar un día de la fe en Jesucristo, del papel que debe llenar Jesucristo en la vida de un cristiano o de un sacerdote. De él se podía afirmar que, al hablar en público, no decía tonterías, que siempre comunicaba algo de interés y bien pensado.
          Era un hombre muy bien preparado, con una formación muy solida. Había empezado la carrera de Ingeniero de Caminos, cuando se inclinó hacía el sacerdocio. Dentro del itinerario clerical, era Bachiller en Filosofía por la Universidad de Salamanca, Licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y Licenciado en Sociología por la Universidad de Lovaina. Era buen lector, pues, aunque también en su populismo entraba el pavonearse de leer mucho, de hecho se veían muchos, recientes y usados libros, al ir a su despacho.
          Había ocupado puestos importantes, antes y después de ser obispo. Recuerdo que, antes de ser destinado a Canarias, le hice una entrevista periodística siendo yo todavía estudiante en Granada, en la que, como Secretario General de Caritas y como Secretario Nacional del Clero, me hizo planteamientos que aún recuerdo como interesantes: "Caritas no es sólo para el pordiosero, sino para el necesitado, un concepto mucho más amplio, que cubre el desarrollo integral de la persona"; "los problemas del clero -expuso varios y muy diversos- no son conocidos por la sociedad", etc.
          La última vez que vi a don Ramón Echarren fue hace un par de años, en una visita mía a Canarias ya desde la península, estaba él ya jubilado y se encontraba sentado en uno de los bancos de la Plaza de Santa Ana de Las Palmas, me impresionó que calzado con una babuchas y acompañado por las personas que le han acompañado hasta su muerte. Hacía años que no nos veíamos, pero como siempre estuvo muy efusivo y tuve la impresión de que incluso me había reconocido personalmente... Lo recuerdo ahora y espero que, ya desde arriba, junto a Dios, también me reconozca y se ría con su espontaneidad de siempre por la cosas que ingenuamente he dicho de él...
 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Mi entrevista con Paisley, q.e.p.d.


         La noticia de la muerte de Iam Paisley, inevitablemente, me ha traído a la memoria la “entrevista” que mantuve con él hace muchos años.

           Este recuerdo me sirve ahora de ocasión, tras la interrupción estival, para situarme de nuevo el compromiso comunicativo de “tras mi vidriera” 
                                                                          
               Cuando la situación en Irlanda del Norte era más enfrentada, al principio de los años 70, tuve ocasión de visitar aquel “condado británico” y preparar media docena de reportajes, que fueron publicados en el todavía bien vivo diario YA y distribuidos por la agencia LOGOS a su cadena de periódicos. A aquellos lejanos recuerdos he vuelto ahora para reproducir y evocar la figura de Iam Paisley.


               “Belfast, capital del caos”, titulé entonces aquella serie de apresurados informes. Pasé revista a los principales dirigentes de entonces, describí el ambiente embravecido de las calles (las marchas veraniegas de los “caballeros de la naranja”, orangemen, sembraban entonces el pánico entre la población católica) y, también, dediqué un artículo a la figura prominente de Ian Paisley.

               El intento fue entrevistarlo, para lo que me dirigí una tarde a la casa en la que vivía en una de las típicas y muy adocenadas viviendas británicas. Tenía un no muy grande jardín ante la puerta y, creo recordar, una mezcla de garaje o pequeña capilla de la congregación religiosa personal que ya lideraba, la Iglesia Libre Presbiteriana. Uno de sus cinco hijos, entonces un chavalito de pocos años, me abrió la puerta y, al decirle que quería hablar con su padre, recuerdo que casi gritó “Papá (el “dudy” sonaba hasta tierno en su boca infantil), preguntan por ti”.

               La figura de Ian Paisley era impresionante: corpulento, con muy poco cuello, con un tronco enorme cubierto entonces –aun en el interior de su casa- con un muy amplio collar clerical. Apenas me dejó hablar con él, porque, al decirle que quería entrevistarle, me dijo que él no recibía periodistas en su casa, sino en su oficina; y al decirle que era español (de lo que se deducía que católico), prácticamente me empujó hasta fuera de su casa, retrasando hasta varios días una eventual entrevista, en fechas en las que le había dicho que estaría ya fuera de Belfast.

               La actitud destemplada que tuvo conmigo  es un ejemplo típico de la reciedumbre del carácter que entonces tenía. Enemigo visceral de la Iglesia católica, había llegado a mofarse de de la concepción romana de la Eucaristía en una programa de televisión. Su odio contra el IRA lo proyectaba contra los católicos, con la virulencia de su carácter fuerte y apasionado. Bastantes años después, en la visita del Papa Juan Pablo II a Gran Bretaña en 1988, en el solemne acto protocolario del Parlamento británico, Paisley interrumpió el discurso papal, exhibiendo una pancarta y profiriendo grandes gritos de “El Papa es el anticristo”. El comedido parlamentario británico Otto de Aubsburgo rompió del todo su compostura y, como enlances de honor a la antigua usanza, propinó un solemne puñetazo en el rostro del también desbocado Ian Paisley. Cuenta el biógrafo de Otto de Aubsburgo que la reina de Inglaterra Isabel II comentó aquella noche: “¡Qué bien ha estado Otto!”.

               Obviamente, la ardiente fogosidad de este hombre se aplacó en los últimos años de su vida. Aunque se opuso inicialmente a la Declaración de Downing Street de 1993 y a los Acuerdos del Viernes Santo de 1998, terminó dando marcha atrás y posibilitando y tomando parte en un gobierno de alianza con los católicos. Como ha comentado Luis Ventoso, en un amplio obituario del ABC, “el león se iba ablandando, hasta que al final perdió los dientes”.

               La que firma el obituario de EL PAÍS, Patricia Tubella, afirma que, “al tiempo que podía saltar a la palestra como el más intransigente y feroz de los líderes unionistas, era un encanto de hombre en las distancias cortas”. Personalmente no tuve ocasión de tomar contacto con  este semblante amable de Iam Paisley, pero no tengo duda de que su llegada ante el Padre le habrá hecho sonreír al recordar los abundantes despropósitos     que tuvo durante su vida. Q.e.p.d., que en paz descanse.