lunes, 15 de abril de 2019

La mucha gente en Semana Santa. Interrogantes abiertos.



Lo que más me impresiona de la Semana Santa es la mucha gente que pone en la calle. Es más que la que sale a la calle por otros motivos. Es desde luego muchísima más gente que la que acude estos días a las Iglesias. Un paseo por la ciudad en la primera jornada de la Semana Santa, el Domingo de Ramos a la hora de las procesiones, pone ya en contacto con la fuerza descomunal que tiene este acontecimiento popular. Esta masiva presencia del pueblo invita a la reflexión.

Pueblo, pueblo
La gente que inunda las calles es la manifestación más genuina del pueblo: todos los niveles sociales, todas las edades, todas las indumentarias, las más variada representación de lo que es el pueblo de una ciudad....

Se ve a la gente endomingada, algo mejor vestida de lo que se suele en los días ordinarios. En algunos sitios se aduce el refrán de que "el que el Domingo de Ramos no estrena, no ha visto ná". Salvo en las personas mayores, ya se ven pocas corbatas en los hombres, pero sí los trajes completos, réplica de la mucho más variadísima indumentaria de las mujeres, entre las que ya no se impone por ser Semana Santa  el antiguo pudor propio de las Iglesias...  El colorido y variedad de la indumentaria es una primera característica de este tiempo festivo, en la calle.

Un nivel algo superior en el vestuario, se observa en el público que llena los palcos. Muy característica de la Semana Santa es la instalación de los palcos en las calles, unos reducidísimos espacios acotados por hierros cubiertos por toldos rojos, que alberga cada uno de ellos seis sillas, Desconozco la cifras exactas, pero se contarán seguramente por miles los palcos que ocupan todas las aceras y plazas de la carrera oficial de las capitales semanasenteras, las calles y plazas  por donde obligadamente tienen que desfilar los pasos (tronos, en los ambientes malagueños), los nazarenos y el cúmulo de personajes revestidos que portan los innumerables símbolos e insignias de la procesión de cada Cofradía. El nivel externo de  las personas que ocupan los palcos es superior, porque me han informado que supera los 200 Euros el coste de un palco durante la Semana Santa, el derecho a usarlos durante el reducido horario que consumen las procesiones para pasar cada día por el recorrido oficial. Con todo, los capillitas, los mejores expertos de la Semana Santa, dicen con razón que el palco no es el mejor sitio para vivir la Semana Santa, pues sin el callejeo por los sitios estratégicos de cada procesión no se llega a experimentar la emoción más intensa de los recorridos procesionales. 

Entre esta tan abundante participación popular, conviene destacar que también es muy numerosa la presencia de los jóvenes. La asistencia no se reduce a gente mayor, como ocurre frecuentemente en las Iglesias y tal vez también incluso en los asientos de los mismos palcos. Los jóvenes inundan las calles, normalmente en grupos, auténticas manadas, que discurren alegremente por las calles o se mantienen en pie a las puertas de los bares. La población que invade las calles durante ls Semana Santa contiene toda la variadas representación del pueblo al que representa

Contraste numérico
Pocos días antes de la Semana Santa, publicó la prensa diaria una información estadística sobre la decreciente participación de la población en los actos religiosos, que contrasta enormemente con la elevadísima presencia popular en los actos dela Semana Santa. Titulares de EL País (10 Abril 2019, página 30, a 4 columnas): La religión pierde influencia, al desplomarse los ritos y la fe - Las bodas por la Iglesia caen por debajo del 20% -  La mitad de los jóvenes no cree en Dios -  España se aproxima a Francia en el aumento de la seculirización. Dado el carácter del diario los titulares pueden destacar tal vez lo más negativo,  pero los datos están tomados de un reciente informe, Laicidad en cifras 2018, elaborado por una para mi desconocida Fundación Ferrer i Guàrdia.

Las cifras negativas se pueden multiplicar: el 46,8% de los nacidos en 2017 tenía padres que no se habían casado, mientras que los hijos de padres no casados era sólo el 9,6% en 1990; en el curso 2015-2016, un 33% de los alumnos de Primaria estudiaron asignaturas alternativas a la Religión; las bodas religiosas en Cataluña durante 2018 fueron el 9%; los que actualmente se confiesan como practicantes en toda España son el 26,6%, aunque los que se declaran creyentes sean el 69,5%;  etc, etc. Según estos datos, el decrecimiento de una menor religiosidad explícita actual es innegable..

Interrogantes abiertos 
Aun teniendo en cuenta una posible selección segada de los datos ofrecidos y sin caer en simplismos interpretativos, la comparación entre los datos de la asistencia masiva a los actos religiosos de la Semana Santa y la participación real en los actos religiosos de las Iglesias arroja unos resultados innegablemente negativos para la religiosidad más explícita de la Iglesia.   

Un hecho que sin duda hay que tener en cuenta es que para el pueblo, para la gente normal y corriente que circula por las calles, resulta mucho más fácil entender el carácter religioso de una procesión, o sentir una cierta emoción ante una bella imagen de un Crucificado o de una Virgen Dolorosa o de un paso cimbreante,  que entender y llegar a participar en una Eucaristía.  Para el pueblo sencillo resulta más comprensible y emocionante el cante de una saeta que la liturgia de un sacramento  o los Oficios de la Semana Santa.. El carácter hondamente religioso de una celebración litúrgica es más subido y sublime que la emoción  ante cualquier manifestación de la religiosidad popular.

Luego está la gradación larguísima -y prácticamente del todo indefinible-  de las emociones ante los figuras o los símbolos de la religiosidad popular. Del respetuoso silencio o el simple persignado cuando pasa una imagen hasta el sentimiento consciente de la conexión de la imagen con la figura evangélica y con el carácter vivo de Jesús o de María para el creyente cristiano, media una distancia enorme muy difícil de concretar y de cuantificar. El carácter más o menos religiosos de las vivencia populares es un profundo arcano muy difícil de penetrar. Cuánto hay de religioso en cada manifestación de la religiosidad popular resulta tan difícil de averiguar como percibir lo más hondo de cada persona. Cada cual vive los actos de la religiosidad popular -y también de la  liturgia más sublime- según el nivel de hondura que tiene su fe, del todo superficial o muy arraigado y profundo. 

Los interrogantes que plantea cualquier gesto de una persona a la comprensión humana son prácticamente insuperables. El hombre o la mujer nunca resultan del todo penetrables. Ante cada manifestación humana, y más si es religiosa, sólo cabe el respeto humilde, sin simplificaciones y sin fáciles minusvaloraciones de lo ciertamente imperfecto. Sólo Dios conocerá del todo cuánto hay de religiosidad auténtica  en cada manifestación religiosa de los humanos, en general, y de la Semana Santa, en particular. . 

miércoles, 10 de abril de 2019

¿QUÉ ES LO QUE QUIERES? Los gustos no mandan siempre




10.04.2019 | Luis Espina Cepeda

Los deseos constituyen un mundo que encierra aún muchas zonas oscuras. Ni conocemos del todo los deseos que tenemos, ni conseguimos todo lo que deseamos, ni acertamos con el diagnóstico de los deseos que resultan posibles o imposibles. El mundo de los deseos se presenta a veces ante el hombre como una selva impenetrable, infranqueable, aún no dominada del todo por el conocimiento humano. Por esto son de agradecer las aproximaciones y los ensayos sobre el reducto oculto de los deseos.


Intolerancia a la frustración

El que la persona humana no está dispuesta a aceptar "lo que le desagrada o le hiere", el que tiene una fuerte "intolerancia a la frustración", lo he visto ahora en uno de los pequeños ensayos que publica periódicamente Julián Marías en la última página de El País Semanal (nº 217, 24 Marzo 2019).

El extremo en esta tendencia -en este artículo- se refiere al que llega a negar que la tierra es esférica, cerrilmente aún aferrados al "terraplanismo"; al luchar contra la vacunación, por considerar que las vacunas son innecesarias y nocivas; o incluso al estimar que la llegada del astronauta Astrong a la luna fue un "invento", con el que nos quisieron engañar los poderosos o los medios de comunicación.

Pueden resultar extremos estos pareceres. Pero es que hay mentalidades obsesas que, desde sus propias concepciones, personales o grupales, están convencidas de que existen "campañas organizadas", una "conspiración planetaria para engañar", contra las que hay que luchar. Y en la lucha se crean y conciben "mundos imaginarios", casi siempre apartados de la realidad.


Visión desde la ética

Un comportamiento tan extremo, el que arranca desde el mundo de los deseos no domesticados, es obviamente criticado desde el universo de la ética. Los deseos no pueden mandar siempre, tienen que someterse a otros sentimientos y valores tan humanos como los gustos y los deseos.

Lo "políticamente correcto" se levanta ahora frecuentemente como un dique contenedor de los deseos y opiniones contrarias. La defensa de lo políticamente correcto resulta en ocasiones actualmente tan imperativa y tajante como los propios deseos caprichosos. "Hasta extremos ridículos", valora José Antonio Marina que está llegando ahora el uso de lo políticamente correcto, en una reciente entrevista concedida a los periódicos de la cadena Joly (Huelva Información, 9 Abril 2019, última página). Es una forma más de imponer los deseos propios a cualquier otro criterio.

En esta entrevista, Marina tipifica al actual "adulto tirano", réplica del "niño tirano"(el que impone caprichosamente sus deseos ante los padres débiles), una forma extendida de pensar que interpreta que los propios deseos son "fuente de derechos". No hay que ser muy imaginativo para poder encontrar comportamientos que dan la razón a esta pequeña teoría ética, tanto en la política (caso catalán, el más claro), como en la sociología (juventud incontenible en sus apetencias), como en las mismas conductas personales. Es la confusión y el paso imperado desde el deseo a la imposición obligada de los tales deseos.


Implicaciones religiosas

El sometimiento de los deseos a otros condicionantes está muy relacionado con otro ámbito más elevado, el de la religión.

En la misma entrevista, el pensador Marina expresa su opinión de que la religión, entre otras, ha cumplido siempre la función de "consolar" y "aplacar" las situaciones en las que las personas experimentan "tristeza", "dolor" y "muerte". Es claro que la frustración de un deseo, el que no se consiga lo que uno quiere en un determinado momento, duele a la persona y le puede producir tristeza. Y es cierto que la religión puede servir, y ha servido de hecho en muchas ocasiones, como antídoto para hacer más llevaderas estas situaciones desagradables.

La religión, por tanto, contribuye a que los deseos no sean la última instancia, a que sus aspiraciones no se conviertan en órdenes para el sujeto que las experimenta. Esto equivale a aceptar en la vida ocasionalmente el dolor que produce el que los deseos no se cumplan, el que haya que aguantar y sobrellevar situaciones no placenteras procedentes de la no consecución de un deseo al que en primera instancia se aspiraba.

En la religión cristiana, esta forma de comportamiento encajador del sufrimiento se denomina "cruz", en recuerdo del sufrimiento máximo que Jesús encajó en su forma de morir. Y es cierto que, en el momento actual tan refractario a sobrellevar los sufrimientos, es bueno recordar que el sufrimiento puede llegar a ser "bueno", cuando se acepta no a regañadientes sino con el amor explícito con el que Jesús lo enfrentó. Las referencias a la cruz y al sufrimiento, por todo esto, son justamente frecuentes en la tradición cristiana.


Pero sin pasarse

Afirmado sin reticencias el valor de la cruz, la necesidad de aceptar el sufrimiento en muchas ocasiones de la vida, conviene añadir que el sufrimiento en sí no es bueno, que la cruz sólo hay que aceptarla cuando llega al horizonte de la propia vida sin desearla explícitamente. Jesús no deseó ni buscó directamente la cruz. En Getsemaní, cuando intuyó que caía inexorablemente sobre su vida el sufrimiento y la muerte, pidió incluso que "este cáliz pasase" de él. Sólo confortado con la fuerza del Padre y del Espíritu, pudo encajar con entereza admirable el sufrimiento y la misma muerte.

Por esto no conviene pasarse en la exaltación del sufrimiento, como si la cruz fuese en si una cosa buena, como si sufrir fuese mejor que gozar en la vida humana. En la historia de la ascética tradicional se han dado ocasionalmente dolorismos excesivos, hablando de dolor como si el sufrimiento y el sacrificio hubiese que buscarlos por sí mismos, sin conexión con el amoroso seguimiento del Jesucristo doloroso. Sin amor al Crucificado y a los crucificados, el sufrimiento no tiene sentido en la concepción cristiana de la vida. La misma muerte, para el cristiano, debe conducir siempre a la Vida.

Volviendo al tema inicial, el mundo de los deseos, también para los cristianos, sigue siendo tenebroso y oscuro, porque es un auténtico misterio el que la no consecución de las propias aspiraciones, el no tomar a los deseos como fuentes inexcusables de derecho y la misma aceptación directa del sufrimiento, puedan llegar a tener un sentido directamente positivo. Incluso en Semana Santa hay que recordarlo, porque todo el Misterio de la Cruz -tan exaltado en las procesiones- sólo tiene valor cristiano cuando se rememora junto con la alegría gozosa de la Resurrección.

lunes, 1 de abril de 2019

¿Es bueno que el Papa conceda entrevistas?



Desconozco por completo la "tramoya" de la entrevista que Jordi Evole ha hecho al Papa Francisco. No sé por qué conductos, a través de qué personas, ha llegado este periodista catalán hasta el Papa. Me intrigaría averiguar todos los pasos previos que se han dado para que esta entrevista se haya podido realizar.

Porque tramoya sin duda existe. Siempre hay background, un trasfondo explicativo, en toda entrevista periodística. En unos casos, la iniciativa proviene del interés del medio que la va a publicar o del periodista que la va a realizar. En otros casos, el dinamismo es inverso: es el personaje (o la editorial que acaba de publicar su libro, o la productora de la película recién estrenada, o el relaciones públicas del personaje que hay que promocionar) el que tiene positivo interés en que la entrevista se presente a la información pública. Este flujo de intereses, en ocasiones se produce limpiamente; pero, en otros casos, hay dinero por medio, dándolo al otro el que tiene más interés en que le entrevista se lleve a cabo. Sin llegar a la "compra" o la "venta" de la entrevista, siempre suele haber personas intermedias que la hagan posible, que ponen en contacto y aseguran la fiabilidad a una parte para que la otra se preste a la entrevista.

Mientras que el personaje es más elevado, la necesidad de intermediarios es más imperiosa, pues un Rey, un Jefe de Gobierno, el último responsable de un Banco o un Papa, no suelen estar sin más a golpe de teléfono de un periodista ambicioso que los quiera entrevistar. En el caso de la entrevista de Jordi Evole, como he dicho, desconozco los antecedentes, aunque me ha llamado la atención que, antes de salir a antena, se recogiesen en Religión Digital unas  declaraciones del entrevistador sobre la entrevista. ¿Existían conexiones anteriores para hacer posible la entrevista? Sin saberlo, no me aventuro a formular siquiera una hipótesis al respecto.

Lo que aporta la entrevista
La emisión ahora de esta entrevista aporta, sin duda, muchos elementos sobre Francisco. Ofrece muchos rasgos nuevos, da a conocer muchos detalles significativos sobre la personalidad del entrevistado.

El que un alto personaje se someta a una larga entrevista periodística, en primer lugar, desmonta en gran manera el aura del personaje. El carácter arcano de los grandes protagonistas, la distancia marcada entre el gran público y ellos mismos, se deshace como una burbuja cuando el personaje se somete a las preguntas directas, a las cuestiones que todo el mundo quiere saber sobre su persona y sobre su pensamiento. La eliminación del aura, el carácter desmitificador del personaje es aún más fuerte cuando la entrevista es por televisión, que no está sometida a los filtros alejantes de los otros medios. Aunque sea grabada como en este caso, la pantalla recoge los gestos de la cara, la impresión que producen las preguntas, la sonrisa o la seriedad con las que se formulan las respuestas. En este sentido, la televisión es un medio sumamente veraz, y más en un espacio de algo más de una hora.
Recién hecho Papa, cuando Francisco concedió una entrevista personal  al gran guru periodístico que era entonces el Director del gran diario impreso Il Corriere della sera, ya demostró que quería desmontar el carácter quasi divino que hasta entonces revestía la figura del Papa, que no tenía miedo ni rechazaba las preguntas directas. Si no estoy mal informado, hasta entonces un Papa no se había sometido en directo a las preguntas de un periodista, a lo más que habían accedido los Papas anteriores es al diálogo largo y muy desfigurado que se trasmitía posteriormente en el formato libro. Cuando los Jefes de Gobierno han concedido entrevistas periodísticas en España, casi siempre en periodos electorales, había sido con formatos muy cuidados, siendo el Director del medio el que entrevistaba, con escenarios muy cuidados, etc, sin apenas someterse a la improvisación de una entrevista informal.

Lo que ahora ha hecho Francisco con Jordi Evole, y lo que suele hacer en el avión en los viajes trasatlánticos, es algo muy inusual, bastante insólito. En esta entrevista, en el escenario sin maquillar de su despacho, con muchos primeros planos reveladores de arrugas y gestos íntimos, con el entrevistador no sometido a los rigores de un mínimo protocolo (sin corbata, sin chaqueta, con pelambrera, desmontando el tratamiento solemne de Su Santidad y usando sólo el Vd......), con una hora larga de conversación distendida, con toda la apariencia de un diálogo muy improvisado... Las características externas de la entrevista acercaban enormemente el entrevistado al público situado ante la pantalla del televisor.

Como fruto de todo esto, están los contenidos abordados: la hora a la que se levanta por la mañana, si duerme o no la siesta, anécdotas personales de su vida anterior en Buenos Aires,  los zapatos que prefiere usar, recuerdo de una breve visita a Barcelona, saludos para la madre del periodista... Y no sólo detalles nimios, sino entrada también sin miedo en los grandes asuntos polémicos: emigración (al parecer, el tema que "justificaba" la concesión de la entrevista), aborto, abusos sexuales en la Iglesia, pago del IBI en España por las instituciones eclesiales, homosexualidad, una concertina de las vallas anti-emigración norteafricanas (toqueteada y comentada por el Papa), exhumación de Franco (decir que no tiene opinión al respecto, ya es decir mucho), etc, etc. Todos los temas que el periodista quiso poner sobre la mesa desnuda de abalorios, sin ningún género de tapujos.

Corrección del título 
Iba a titular esta sencilla nota de comentario: "¿Debe el Papa debe conceder una entrevista?". He corregido el reclamo de la noticia, porque resulta pretencioso opinar sobre lo que el Papa deba o no deba hacer. Sólo apunto algo sobre lo que se sigue de hacerlo o no hacerlo.

Aunque sea una entrevista amable, excluyendo explícitamente el entrevistador opinar sobre las opiniones vertidas por Francisco, las consecuencias desmitificadoras de una conversación de este tipo son muy claras. Lo que otros altos personajes no suelen hacer, lo que ni siquiera otros Papas anteriores han hecho, Francisco ha querido hacerlo intencionadamente. Este gesto no extraña mucho en él, porque entra en la linea de otros comportamientos a los que ya tiene acostumbrados a sus observadores, el más reciente retirar la mano a los que pretendían besársela.

Sólo Dios sabe, y sólo el tiempo dirá, si Francisco acierta o no en la decisión desmitificadora de la figura del Pontífice. Estas formas de actuación son ya, desde luego, bastante irreversibles. Y, cabe añadir que, para amplios sectores eclesiales y para muchos alejados de la Iglesia, son además muy bien recibidas. Un respeto, en todo caso, merece la forma de actuar adoptada por Francisco.

Nota adicional: Un respeto para el entrevistado (y para el público, mucho mas abundante en esta ocasión) hubiese sido suprimir los dos cortes publicitarios introducidos por el Canal 6 en los últimos minutos de la entrevista. Una ocasión perdida.