martes, 23 de abril de 2013

MANIPULACIÓN DESDE LA SOCIOLOGÍA

          La defensa del derecho a opinar libremente debe conducir, en paralelo, al respeto a la opinión ajena. Por esto molestan, y hasta indignan, los intentos de manipulación de la opinión pública que ocasionalmente saltan a la prensa.
          Un ejemplo claro de deseo de manipular la opinión de los demás he detectado en tres "encuestas" aparecidas en EL PAÍS del domingo, 21 de abril, en torno al "aborto en España", el "matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la Iglesia y el PP" y el "Papa Francisco y cambios en la Iglesia", a mi parecer rigurosamente encadenas entre sí en su intento manipulativo. Sobre cada uno de estos discutidísimos temas, un medio puede tener y manifestar su opinión sin ambages, pero menos honesto resulta camuflar la propia opinión con ropajes sociológicos, desde la aparentemente aséptica recogida de la opinión ajena. 
        De entrada, ya despierta sospechas el que cada periódico nacional exclusivize en una sola empresa  sociológica la realización de estos "trabajos", siendo Metroscopia la que se encarga de estos cometidos en EL PAÍS. Las dos primeras encuestas creo que son las que máximamente interesan en esta ocasión al periódico -sus opiniones son sobradamente conocidas al respecto-, pero, ante la imposibilidad de prestar atención a las tres, me detendré en la dedicada al Papa Francisco, apoyada en este caso por la publicación de un artículo/comentario del Presidente de la empresa sociológica, José Juan Toharia,  que es ya una manifiesta declaración de intenciones, "Sencillez y realismo: o sea, una Iglesia nueva". 
         En efecto, lo que interesa al periódico en esta ocasión es desautorizar la tradicional actitud de la Iglesia, calificada expresamente como "mojicatería pacata", contrastándola con una pretendida "Iglesia nueva", defensora ahora de "sencillez y realismo", en contraposición a "la prédica (y la práctica) habitual de nuestros prelados", que se sitúan en "un desencuentro que adquiere magnitudes siderales" frente a las supuestas opiniones mayoritarias y frente al cambio que el periódico indirecta o subliminarmente adjudica al Papa Francisco. 
           El procedimiento para toda esta manipulación es "dejar bien" al Papa en una primera cuestión, que deja asentado que "se avecinan grandes cambios en la Iglesia" y no sólo "mejoras modales y apariencias", para luego plantear una serie de cuestiones "en las que debería traducirse" la confesada "situación al lado de los pobres" manifestada por el Papa.  Las "cuestiones" que se encadenan manipuladoramente a la supuesta actitud papal son sobre el situarse "al lado de los pobres", los "ropajes de obispos y cardenales", el sostenimiento de la Iglesia, la "residencia sencilla del Papa", el "banco propio" y el "poder temporal de la Iglesia"; y en el caso de la Iglesia española, la "investigación sin tapujos de los casos de pederastia", el "uso de anticonceptivos", la "permisión del divorcio", la "discriminación de la mujer", el "nuevo Concordato", el "favoritismo fiscal" a la Iglesia, el matrimonio homosexual y su capacitación para "criar un niño" y "el trato de preferencia que tiene la Iglesia sobre las demás confesiones religiosas".
          Sobre cada una de estas complicadas cuestiones, se plantean alternativas muy simples y radicales, de respuestas casi obvias, preguntas afeitadas que encauzan las respuestas hacia las opiniones que interesan al periódico, diferenciando además todas las respuestas entre "no creyentes" y "católicos", y a estos últimos entre "practicantes" "poco practicantes" y "no practicantes", sin que se aclare cómo se ha establecido esta difícil y complicadísima segmentarización entre los católicos. Como un sólo ejemplo de la manipulación de las alternativas que se plantean entre las respuestas cerradas que se ofrecen para cada cuestión valga la cuestión en torno a la unión de homosexuales, sobre la que no se pregunta si el "concepto de matrimonio" -lo más discutible- sino si el mucho más amplio  "concepto de familia" tiene o no que "referirse exclusivamente a la unión constituida por un hombre y una mujer".
          Bajo una aparente asepsia sociológica se oculta un claro deseo de manipulación de la opinión, arrancando de supuestos obvios para conducir a extremos de opinión totalmente discutibles y, en cualquier caso, no imponibles a los demás, sobre los que hay que respetar y no satanizar la opinión ajena. La legítima defensa de la propia opinión debe hacerse siempre conmpatible con el respeto a la opinión contraria, no puede conducir a la ridiculización o al desprecio de la opinión contraria. El comportamiento es patente, en esta ocasión.   

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