lunes, 20 de abril de 2015

García Márquez, realismo mágico con resonancias bíblicas

          He visto en la prensa que la muerte de Gabriel García Márquez se produjo hace ahora un año, el 17 de abril de 2014. Esto excusa hablar algo ahora de su figura, siempre admirable e impresionante. 
          
          Cuando murió,  el año pasado, cogí de nuevo los Cien años de soledad y volví a leer todo el libro con apasionamiento. Es increíble el poder de seducción que tiene este libro, cómo atrapa al lector por lo que dice y por cómo lo dice. No acierta uno a imaginarse cómo, con qué talante y bajo qué supuestos, pudo escribir una obra como ésta el que todos ahora, sin haberlo conocido personalmente, lo llaman con excesiva confianza Gabo. La admiración que produce la obra es apabullante.

         En un artículo conmemorativo de su muerte publicado ahora en El País, el nicaragüense antes político y ahora escritor, Sergio Ramírez, recuerda que en Francia de los escritores que mueren se dice que van al purgatorio, hasta que, pasado un tiempo prudencial, o van al infierno, que es el olvido, o a la gloria, que es la inmortalidad. Gabriel García Márquez no ha requerido este tiempo prudencial, pues desde antes incluso de morir se había ganado bien el puesto entre los escritores inmortales. 
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         La reciente relectura de los Cien años de soledad me evidenció lo ajustado que es el término de realismo mágico referido a esta obra y a su autor.  

         Ahora he visto que, en su discurso de ingreso en la Academia Sueca al recibir el Premio Nobel, Gabriel García Márquez dijo que él "había tenido que pedir poco a la imaginación"  para escribir su obra. Me ha sorprendido mucho esta frase, porque no recuerdo otra obra literaria donde luzca más la imaginación, donde casi cada frase es un alarde de realidades imaginadas: niño con cola de cerdo, la bella Remedios que come no a horas fijas sino de acuerdo con las alternativas de su apetito o que se encerraba hasta dos horas completamente desnuda en el baño matando alacranes... Se puede abrir  por cualquier página Cien años de soledad y en todas aparecen frases deslumbrantes de imaginación, comparaciones y relatos completos que seducen por el atrevimiento de lo que dicen e imaginan. 

         Pero hay que reconocer que todo esto es dentro del más tajante realismo. Los términos y las comparaciones alocadas no resultan desde luego inimaginables, no se escapan de las representaciones que uno pueda tener sino que son siempre brutalmente concretas y rabiosamente cercanas, hasta el punto que no hay que imaginar -como en la literatura de ciencia ficción, tan alejada siempre de la realidad más inmediata- sino tan sólo ver, por ejemplo, un hombre de estatura mediana marcada con cicatrices de viruela, o el simple arranque de toda la novela con el coronel Aureliano Buendía recordando frente al pelotón de fusilamiento... aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. 

         El ambiente todo de la novela es mágico, desbordante siempre de imaginación, pero es realismo, porque todo resulta tangible y nada inimaginable. Se comprende que el autor diga que no tenga que pedir a su imaginación, sino al recuerdo de los usos y tradiciones de su tierra mágica latinoamericana.
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          Debo reconocer que mi lejana primera lectura y mi reciente relectura de Cien años de soledad no había lograda descubrir en esta desbordante y apasionante obra ningún elemento religioso, pues lo que me sorprendía en ella era su extrema cercanía de la tierra, su apego a todo lo humano, su carencia de resonancias religiosas y su silencio creo que completo sobre Dios. 

            Pero ahora otros me han iluminado la escena para vislumbrar en ella elementos que yo no había sabido encontrar. He oído una larga entrevista a la Vicerrectora de la Facultad de Teología de Granada, Junkal Guevara, muy acertadamente realizada por el actual Director de esta emisora, Lucas López, en unos Diálogos de Medianoche de una hora completa de duración que, primero en directo y luego en diferido, se pueden oir en la emisora canaria Radio ECCA (esta entrevista resulta siempre accesible en: http://www.ivoox.com/biblia-cien-anos-soledad-con-audios-mp3_rf_3082711_1.html).

            En esta entrevista, hecha  según se dice desde la Biblia o con la Biblia en la mano, descubre esta profesora de Sagrada Escritura múltiples alusiones informales a relatos y pasajes bíblicos: el primer José Arcadio Buendía, como el Moisés que conduce a su pueblo hasta Macondo; el incesto familiar, como auténtico pecado original en esta saga; el sexo tan determinante en la obra, como la manzana ante la que sucumben Adán y Eva; los libros ininteligibles del gitano Melquíades, como las tablas mosáicas en las que está la identidad del pueblo; más clara alusión al diluvio bíblico, en el diluvio que asola Macondo durante cuatro años, cuatro meses y dos días... Son muchas más las alusiones bíblicas  que se señala Junkal Guevara en el universo Macondo de la novela. Y se hace además referencia en la entrevista a una tesis doctoral de una autora norteamericana, Adreas Burda, sobre Biblia y Cien años de soledad.  Todo un mundo de resonancias bíblicas, que yo no había sabido ni siquiera vislumbrar.  

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          Con o sin alusiones bíblicas, Cien años de soledad merece desde luego una relectura, o una lectura en el caso -¡imperdonable!- de que todavía no se conozca la obra. 

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