domingo, 17 de enero de 2016

Laicismo y Navidad, ¿compatibles?

          



          Ya pasó la Navidad, pero este año la Navidad nos ha dejado una reflexión pendiente. La proliferación que ha habido de Navidades laicas recomienda una mirada tranquila a lo que ha pasado y una consideración reflexiva sobre la movida a la que hemos asistido.

          Las mentes se han dividido frente a lo que ha sucedido. La sosegada página web de Pastoral SJ constataba propuestas como las "Reinas Magas", los villancicos laicos, el Baltasar blanco o negro y las cabalgatas sin camellos. Pero ha habido voces mucho más airadas. Ha corrido estos días por la red el vídeo de un soez y malcriado energúmeno que criticaba la gran mierda de Madrid, pasando por el despropósito de Valencia, el desastre de Córdoba, la cabalgata laica de Jerez, la concejala de Podemos abucheada en El Puerto de Santa María por politizar el final de la misma... y el carajazo de Melchor: sobre cada uno de estos capítulos se extendía el orador en el vídeo con maleducados improperios. Como acotaba una página de debate en El País -en el suplemento Ideas del 10 de enero, firmada por Rubén Amón- los que han adoptado la actitud confesional frente a todo esto temen que Podemos nos quite la Navidad, aunque este mismo comentario reconoce que los escarnios de estos han estado favorecidos por las posiciones estrafalarias de los ediles que han pretendido sustituir justicieramente una iconografía por otra, bien persiguiendo los belenes -como el alcalde de Valencia, en plan Herodes- o bien transformando las cabalgatas en ejercicios agotadores de pedagogía social. El acuerdo en la condena de lo que se ha hecho en las cabalgatas de Reyes ha sido bastante generalizado.

          Es cierto que, en el rifi-rafe que se ha montado sobre todo esto, algunos de los ataques más furibundos a lo que ha acontecido parecían provenir más del afán por atacar a Podemos que del deseo de defender el sentido cristiano de la Navidad. Pero también resulta del todo evidente que se ha proyectado contra la Navidad el laicismo más rancio y más radical, pretendiendo erradicar todos los signos cristianos. Como el mismo El País reconocía ha habido una asombrosa confusión de símbolos e intenciones, con la consecuencia de que una cierta progresía reniega de todo esto porque vislumbra detrás del portal, no la revolución tolerante de Cristo..., sino las zarpas de la Iglesia inquisitorial, la doctrina de los obispos retrógrados, cuando no los últimos estertores franquistas. Este laicismo pasional, encarnizado contra todo lo que provenga de la Iglesia y del catolicismo, no conduce a ningún buen puerto y, en algunas de las manifestaciones de la pasada Navidad, parece incluso haber caído claramente en el ridículo.    

          Como contraposición, también ha corrido por la red en los días pasados, la felicitación de Navidad del Primer Ministro del Reino Unido, Cameron, en la que hacía una convencida y descarada defensa de los valores cristianos de la Navidad, con una contundencia totalmente impensable en los gobernantes españoles, incluso en los del PP. La valoración positiva del innegable acerbo cultural cristiano y la actitud respetuosa ante las ideas y comportamientos de los creyentes -en privado y también en público-  puede ser practicada incluso por los no creyentes y debe desde luego ser defendida por los que se sitúan dentro de la Iglesia de Cristo.

          El pequeño y triste espectáculo al que henos asistido en la Navidad española de este año pone bien de manifiesto cuáles son los límites de un posible laicismo, cómo tiene que ser la postura de los creyentes y cuál debe ser también la actitud de los que se consideran indiferentes y hasta ateos en una convivencia pacífica y constructora de una adecuada armonía social.
               

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