viernes, 28 de abril de 2017

Lo oficial y lo privado, Sociedad civil e Iglesia

         

          Lo que ocurre en la vida ordinaria suele ofrecer materia de reflexión al que la mira con cierta distancia, desde "detrás de la vidriera".

           La primera vuelta de las elecciones francesas ha traído la novedad de que los dos partidos que venían gobernando el país desde hace decenas de años se han quedado fuera del escrutinio, no han obtenido la victoria de estar entre los dos primeros elegidos, mientras que el máximo ganador ha sido un grupo que sólo hace un año no existía aún como partido político. Interesa más el síntoma que la realidad política.

           Algo fuerte está ocurriendo en la sociedad cuando un fenómeno como éste se ha podido producir.
En España, acostumbrados al bipartidismo, el síntoma detectado en Francia equivaldría aquí a que, en las próximas elecciones, el PP y el PSOE no estuviesen entre los dos primeros elegidos por el voto ciudadano y que un futuro partido, aún no constituido, fuese el máximo ganador en las próximas elecciones, previstas para dentro de tres años. Un vuelco radical, un sorpasso revolucionario, un indicativo de profundos cambios sociales.


         INVASIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

         Al hilo de lo sucedido en Francia, he leído un comentario sobre el nuevo alcance de la sociedad civil en el mundo actual y futuro.

          Los gobiernos, los políticos, la clase oficialmente dominante, los que ocupan los puestos decisorios en la sociedad actual, decía el comentarista que no tienen por qué ocupar todo el espectro de las decisiones pendientes. Es cada vez mayor el número de aspectos en la vida social que no vienen determinados por los gobiernos y los políticos sino por los elementos mucho mas imprecisos de lo que compone la sociedad civil. Las atribuciones del papá Estado estarían traspasándose al cuerpo más indefinido de lo que se suele llamar la sociedad civil.

         Si esta tendencia es cierta, los miembros individuales de la sociedad, las personas normales y corrientes de nuestras ciudades y pueblos, no estaríamos tanto influenciados por las directrices oficiales sino por las corrientes más versátiles de la opinión pública. El campo de lo legal y los establecido se vería cada vez más disminuido, mientras que lo personal e informalmente decidido invadiría progresivamente el territorio ocupado por la sociedad civil.

         Esta opinión resulta sugerente. Hasta qué punto sea cierta, no es ni siquiera demostrable por hipotéticos estudios sociológicos que se puedan llevar a cabo. Es una cuestión que cae más en el campo de las intuiciones opinables, de las sospechas sobre lo que puede convertirse en realidad irrefutable en el futuro. Pero como aval del posible peso de esta opinión está el hecho de que para la gente joven lo legal y los establecido tienen mucha menos importancia que para los mayores. Por ahí parece que van los tiros.


         LO COMUNITARIO, ¿también en crisis?

          La toma de conciencia sobre esta posible tendencia social, hace pensar sobre si también lo comunitario estaría declinando en lo más personal e individualista.

         En la vida social, no tiene por qué hacerse esta hipotética proyección. Lo oficial y lo comunitario no son lo mismo, no se superponen milimétricamente. La vida social, los agrupamientos comunitarios, no disminuyen, sino que parecen crecer en la actualidad. Y los jóvenes, desde luego, son más partidarios de grupo, viven más en tribus y en manadas, que en procesos estrictamente individuales.

         Dentro del campo creyente, al que quería llegar, lo comunitario no es una moda pasajera. La comunidad es una valencia insustituible en el mundo religioso. La relación personal con Dios cruza por el campo de lo comunitario. El Padrenuestro lo formuló Jesucristo en plural, convocándonos a rezarlo desde la fraternidad de todos los hermanos e hijos del mismo Padre. Lo comunitario no es, pues, un valor en crisis, sino una tendencia que debe crecer y desarrollarse en el futuro de los creyentes en el Dios cristiano.

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