viernes, 10 de agosto de 2018

Nuevas impresiones de Cataluña

 



La vuelta a Cataluña me impresiona siempre mucho. Es un mundo algo distinto, que, por su situación actual, provoca además especial curiosidad y en el que siempre se encuentran variaciones sobre lo que es la vida en otros territorios. Esta vez he estado una semana muy larga en Manresa, la que se presenta estos días en las banderolas que cuelgan de los postes urbanos de la luz, como “corazón de Cataluña”, “una ciudad con alma”, “capital de la cultura catalana 2018”. Un buen mirador para asomarse de nuevo a Cataluña. Con mucha sencillez, ofrezco las recientes impresiones que me ha provocado esta vez el contacto con Cataluña.

TODO DIFERENTE. Si no todo, muchas sensaciones distintas produce el simple contacto con Cataluña. Para un residente en el Sur, cualquier ciudad catalana ayuda para un sentimiento de estar más “fuera de casa” que la visita a Madrid, Salamanca, Valladolid, o incluso La Coruña o Bilbao. No sólo es lo que se escucha por las calles, o el ver todos los rótulos en un idioma diferente, sino el que la comida y hasta los envases de los yugures y del agua mineral son distintos. La fisonomía de las personas no ofrece las diferencias que se encuentran -por ejemplo- en los países sajones, el carácter latino es patentemente común, pero el ambiente general de la calle sí ofrece normalmente aspectos diferenciados.

TODO ACABADO. La cultura catalana es muy antigua, y ha producido un desarrollo también antiguo y consolidado. Cataluña no es un mundo joven, donde todo está en construcción. Las ciudades, las carreteras, los pasadizos urbanos, el ambiente externo y aun el mobiliario urbano, se nota que llevan tiempo en funcionamiento, que están ya “acabados”, que no hay más construcciones que las de los recambios inevitables, pero que las ciudades y sus elementos adicionales llevan ya muchos años funcionando.

DISEÑO PRIMOROSO. No es la primera vez que me sorprende en Cataluña la calidad del diseño. Me llama la atención el primor con el que están elaborados los carteles externos que inundan las calles y aun la pequeña cartelería de las instalaciones en los interiores de los edificios. Todo en catalán, hasta las cajetillas metálicas -en los suelos de las calles- de los “bombers”. He visto en una calle una valla anunciando una firma elaboradora de diseño y cartelería, señal de que este producto tiene y demanda mercado. Las culturas menos elaboradas no cuidan tanto este aspecto de la vida social, lo dejan a la improvisación y al amateurismo. Tal vez la reelaboración de todo en catalán propició hace ya años una presentación más cuidada de toda la cartelería interna y externa a los edificios.

INCURIA. No es contradictoria esta palabra con todo lo anterior. Los alrededores de Manresa, en una carreterita que bordea las orillas del río Cardener –famoso en los ambientes jesuíticos, porque en sus orillas tuvo San Ignacio su visión mística más elevada, en el año del siglo XVI que permaneció en esta ciudad orando en una Cova, que es actualmente uno de los lugares más visitados de toda la ciudad- , los bordes de este río están llenos de probablemente más de una veintena de grandes edificios desvencijados, ruinosos, muestra de un lamentable y todavía no resuelto abandono. Son las antiguas fábricas textiles que, en otro tiempo movidas por la fuerte corriente del río, dieron fama a Manresa por la producción de tejidos y de mantas. El desarrollo tecnológico, la aparición de la fibra y la poderosísima competencia posterior del mercado chino, llevaron a la ruina a todo este antiguo imperio textil, como aún muestra la incuria de las fábricas abandonadas. Este signo de frustración y de aparente pobreza contrasta con la vegetación exuberante de las orillas del río y con la presencia impávida y tranquila de los patos, que sin enterarse de los cambios aún navegan por las aguas que antes dieron movilidad a las fábricas.

¿FLORECIMIENTO, DE NUEVO? En el AVE que me conducía desde Sevilla a Barcelona, me encontré con un antiguo amigo andaluz, que iba a pasar unos días de vacaciones en Barcelona con su mujer y sus dos hijos pequeños. Todo un símbolo. En los últimos recientes tiempos pasados, un síntoma de este tipo probablemente no se hubiese producido. En los días más álgidos de la agitación política, cuando las fábricas y los trasatlánticos huyeron de Cataluña, cuando el tráfico turístico y la ocupación hotelera registraron disminuciones importantes, la situación de Cataluña parece que estuvo mucho peor que en el momento actual. El bienestar parece florecer de nuevo en Cataluña.

SIN HOJA DE RUTA. Sobre la situación política de Cataluña en el momento actual he tenido una larga charla con un cualificado representante del independentismo moderado, un profesor universitario recién jubilado, que ha seguido siempre con interés todos los intrincados y variadísimos vericuetos del procés, una mirada culta y bienintencionada sobre todo lo que ha ocurrido en Cataluña durante los últimos tiempos, aunque muy diferente a la que suele ser común fuera de Cataluña. Coincidíamos en que lo que más separa a las dos posturas es la actitud ante el cumplimiento riguroso de la Constitución, unos creyendo que hay que respetarla y defenderla como norma suprema de convivencia y otros defendiendo que lo que ha pasado en la última decena de años justifica en Cataluña el adoptar ocasionales medidas en contra de su cumplimiento. Coincidíamos también en que el posicionamiento en la defensa de estos dos actitudes desborda lo intelectual y se apoya más en lo pasional y en lo afectivo. Mi interlocutor insistía en que esta pasionalidad se da por las dos partes, pues ellos notan mucho la carga emotiva y la falta de acercamiento empático a sus planteamientos en todos los defensores a rajatabla de la Constitución, muy particularmente en prácticamente todos los medios de comunicación, salvo en los contadísimos que entienden las posturas respetuosas con el independentismo. Le manifesté la dificultad también por la otra parte de comprender las posturas que se separan unilateralmente de la Constitución, valorando más sus dificultades para cumplirla -sobre todo, que no existe otro camino viable para lograr el independentismo,siendo así que, según ellos, la justicia se ha convertido en parcial- que el riguroso acatamiento de la norma suprema de comportamiento que es la Constitución, incluso cuando no coincide con las propias opiniones. Estas dos posturas, por ahora, resultan irreconciliables. Lo que sí parece suficientemente claro es que la situación se ha distendido un poco en los últimos meses y que muchos independentistas consideran ya inútil proseguir en lo que no se ha demostrado posible hasta ahora. Los más radicales independentistas consideran que el tema aún no se ha cerrado, pero que no se sabe qué va a ocurrir en un próximo futuro, que no existe una clara hoja de ruta.

FINAL EN LA SEU. El último rasgo de Manresa lo proporciona una visita a la SEU. Esta impresionante iglesia gótica es, sin dudarlo, el edificio más emblemático de Manresa. El gótico más puro del siglo XV resulta majestuoso en la estructura perfecta del gran edificio y en las pinturas de la media docena de retablos de los altares laterales del templo. La visita a la SEU, con todo, inspira algo de perplejidad porque surge la duda de si la religiosidad va ser capaz de superar la carga imparable de secularismo ejercida por la presencia avasalladora de turistas (muy bien aprovechada, por cierto, por la Fundación que se hace cargo de la coordinación y explotación de las visitas). Un grave problema, con todo, que no es exclusivo de Manresa ni de Cataluña, sino que se muestra patente en todos los más importantes edificios de la Iglesia en todo el mundo.

CATALUÑA AMABLE. Estas ligerísimas y sencillas impresiones sólo pretenden destacar que los no catalanes a Cataluña siempre tenemos que acercarnos con respeto, porque, aun con sus problemas, Cataluña es una parte muy amable de nuestra tierra.


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