martes, 10 de enero de 2012

NUEVO AÑO, ¿ES UNO CAPAZ DE CAMBIAR?

Desde que cruzamos el umbral del nuevo año, me está rondando el mismo pensamiento. La frase hecha Año Nuevo, Vida Nueva condiciona la forma de vivir la entrada del nuevo año. Parece estar uno obligado a escribir algo en la nueva página en blanco, a iniciar un sendero aún virgen, a abrir la nuez todavía cerrada, a ilusionarse por realizar la imagen ideal de uno mismo durante el año aún incipiente...

Este rum-rum reiterado plantea la pregunta que ahora me formulo: ¿Es uno capaz de cambiar? ¿Es posible iniciar de verdad una vida nueva? La nueva personalidad que se ensueña, ¿resulta posible y viable? Conviene no soñar con las estrellas, no ilusionarse con lo que después no se va a conseguir, no creer posible lo que después no va a ser uno capaz de realizar. 

Sin embargo, es bueno soñar. Como un calcetín, nadie se revuelve del todo. Genio y figura, hasta la sepultura, sentencia otro refrán. Pero algo sí se puede cambiar. Todo el mundo puede realizar pequeñas correcciones de rumbo, cambios aparentemente reducidos, que a la larga se convierten en importantes. 

Un derrotismo fuerte es una postura excesivamente cómoda. Algo, todos podemos hacerlo. Es cierto que lo mejor es enemigo de lo bueno. Por pretender lo máximo, puede uno quedarse luego sin nada. Habrá que ser moderado en los propósitos, austero en los deseos, prudente en los proyectos. Pero el que es claro que no consigue nada es el que nada intenta, el que se queda quieto y parado. 

Sí conviene proponerse empezar algo de nuevo. La división en años, el comienzo de una nueva etapa, invita a formular algún deseo, asequible y viable. La inercia del Nuevo Año, el rito de las campanadas y las uvas, deben ser aprovechados. Ya han pasado estas fiestas, pero ahora llega el momento de comenzar de verdad de nuevo, de iniciar el camino de alguna manera distinto que nos hemos propuesto. Algo nuevo, sí resulta para todos posible.

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