miércoles, 5 de febrero de 2014

ARCOS DE LA FRONTERA


 
 
            Hay pueblos que bien merecen un viaje para conocerlos. Sorprenden por su fisonomía, por la estructura de sus calles, por sus monumentos, por su originalidad topográfica. Arcos de la Frontera es uno de estos pueblos.

            Su situación, en lo alto de una gran loma rodeada de llanuras, obliga a ver Arcos desde todas sus cercanías. Pero el pueblo desborda la loma, despeñándose por sus flancos, extendiéndose ampliamente por todos sus aledaños. Como muchos pueblos grandes de la provincia de Cádiz, Arcos sobrepasa las dos decenas de mil de habitantes, convirtiéndose en la cercana capital de todos los hermosos pueblos blancos de la comarca.

            Lo sorprendente de Arcos es el casco viejo de la ciudad, encaramado en lo alto de la loma. Los fines estratégicos militares de las épocas antiguas –el pueblo estuvo situado en la frontera, como lo atestigua su nombre- serían los que condujeron a construir un pueblo en un lugar tan escarpado. El pueblo arranca desde la más lejana antigüedad, hasta el punto que sus guías hablan de sus orígenes prehistóricos y neardeltanenses. En época romana debió ser ya importante, por los vestigios que aún se conservan de esta época. Pero he oído que fue en el largo periodo árabe cuando se trazó la singular y peculiar estructura de sus calles. Lo que más llama la atención del pueblo es el conjunto de las calles del casco antiguo, muchas con escaleras y pasamanos en las paredes. Los rincones que estas empinadas calles provocan desbordan el tradicional imaginativo de lo que es una ciudad. Pasear, trepar, por estas calles, es echar a navegar la imaginación por cuentos de hadas, por pasados remotos de ensueño. 

            El pueblo debió ser rico, porque el caserío antiguo así lo denota. Hay un castillo, un par de Iglesias catedralicias –Santa María y San Pedro-, palacios importantes y bellos, más un conjunto abundante de portadas y portalones indicativos de un pasado mucho más rico que el actual. El conjunto arquitectónico del casco antiguo, no sólo es bello y sorpréndete por su estructura arracimada, sino que habla de un notable poderío económico, elocuente del florecimiento económico que el pueblo tuvo en otras épocas. 

            En el pasado no muy remoto, el pueblo debió tener una óptima conservación, pues el blanco de sus calles es inmaculado, la señalización muy cuidada y el cuidado de los detalles meticuloso. Así, son hermosísimas las columnas y capiteles en las muchas esquinas, o  resultan impresionantes las pequeñas lápidas con versos de poetas famosos nativos y foráneos cantando a Arcos. Pero la imperiosa realidad de la crisis económica también está presente, pues son por desgracia frecuentes los se vende o se alquila. En el momento actual, se echa de menos la falta de industria, pero a la amplia población le quedan los recursos de la antigua y buena agricultura y el salvavidas muy fuerte del turismo, con muy abundante cultivo de todos los recursos de la restauración y el hospedaje y un moderno Centro de Interpretación que lo mantiene y lo cultiva.

            Hace años, pasé una vez sólo unas pocas horas en Arcos. Pero ahora, por circunstancias que no vienen al caso, he parado más de una semana en Arcos, en el casco antiguo, y puedo certificar que el viaje para conocer esta ciudad merece muy cumplidamente ser realizado.
 
 

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