domingo, 17 de abril de 2016

Francisco en Lesbos

El viaje de Francisco a Lesbos reconozco queme ha dejado perplejo. Se suman muchos elementos en este viaje, y el conjunto resulta sorprendente. Ha comentado con presteza Daniel Izuzquiza, en el el portal EntreparéntesisEl gesto es llamativo y se ha colado en las portadas de los principales diarios y noticieros. Con él ha venido una cierta polémica. Algunas voces han criticado que es un gesto demasiado pequeño y demasiado mediático, incluso algunas lo consideran hipócrita. Otras, sin embargo, lo consideran acertado, evangélico y profético, con reacciones que tienden al entusiasmo. La perplejidad proviene de que las impresiones que produce el viaje son contradictorias, recorriendo sentimientos desde la incomprensión hasta la admiración.
En alguna otra ocasión, ya he dicho que -en contraste con lo que ocurría en otro momentos- Francisco va muy por delante de mis propias percepciones, me desborda. Cuesta trabajo seguirlo, tanto en lo que dice como en lo que hace. Sorprende gratamente que sea el Papa el que tira por delante, el que agranda los puntos de vista, el que preceda con el ejemplo, el que ilumina con sus actuaciones la vida personal y las propias opiniones.
En este caso, el simple anuncio del viaje a Lesbos -epicentro de le llegada de emigrantes- me produjo sorpresa e incomprensión: ¿Qué podrá decir el Papa ante un problema tan irresoluble? ¿No será interpretado como demagógico el simple gesto de meterse en la boca del lobo? La dificultad arranca del problema mismo de la emigracíón, cuyas manifestaciones resultan previamente inimaginables y cuyos intentos de solución no sabe uno por dónde puedan ir.
Y aquí irrumpe la capacidad de liderazgo de Francisco. Recibe, o logra, la invitación de los dirigentes de Grecia -el Presidente político y los jefes religiosos, el ortodoxo y el católico- y adopta la decisión de poner en juego la fuerte identidad de su cargo para resaltar la agudeza del problema.
Las actuaciones de Francisco, en su breve viaje de una jornada no completa, desbordan las posibles previsiones. Las palabras, los gestos, las imágenes, resaltan elocuentemente sus propios sentimientos ante el problema de la emigración y se convierten en auténticas actitudes proféticas.
El breve discurso "a la población y a la comunidad católica de Lesbos" -al imprimirlo, pocos renglones más de una sola página- se extiende en los saludos y en los agradecimientos, ahonda en la descripción y en las causas del problema, apunta algunas líneas profundización en las soluciones y hasta añade unas consideraciones para los creyentes. Y como siempre hace Francisco, se expresa de una forma clara y comprensible para todos, une lo intelectual y lo emotivo, habla de una forma que que no hiere y no deja a nadie insensible. Los periodistas le tienen que agradecer que facilita mucho la selección de titulares.
En el viaje de ida hacia Grecia, ya dijo que iniciaba "un viaje marcado por la tristeza". El principal mensaje que quería hacer llegar a los emigrantes es: "¡No estáis solos!. Describe la situación de los emigrantes con pinceladas muy rotundas: al ir a Lesbos, van en busca de paz y dignidad; la situación de los emigrantes es dramáticaestán viviendo en condiciones críticas, en un clima de ansiedad y de miedo, a veces de desesperación, por las dificultades materiales y la incertidumbre de futuro. Algunos emigrantes, entre ellos muchos niños, ni siquiera han conseguido llegar a Lesbos, a Europa: han perdido la vida en el mar, víctimas de un viaje inhumano y sometidos a las vejaciones de verdugos infames. Ante toda esta situación, no debemos olvidar que los emigrantes, antes que números son personas, rostros, historias. El breve discurso de Francisco no tiene sólo frases llamativas, pues apunta que hay que dirigir el esfuerzo a eliminar las causas profundas del fenómeno: construir la paz, donde la guerra ha traído muerte y destrucción; oponerse firmemente a la proliferación y tráfico de armas; dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y violencia.
Frente a tan lacerante problema lo que pretende suscitar el Papa es la responsabilidad y la solidaridad. A Europa en concreto le dice que es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga pie en su suelo debería poder experimentarlo. Realísticamente señala que las posibles soluciones sólo pueden buscarse en plan de conjunto, que agrupe a todas las fuerzas intervinientes: Todo esto sólo se puede hacer juntos.

La propia actitud de Francisco la expresa conjuntamente con la del Patriarca Bartolomé y el Arzobispo JerónimoMi presencia aquí es un testimonio de nuestra voluntad de seguir cooperando para que este desafío crucial se convierta en una ocasión, no de confrontación, sino de crecimiento de la civilización del amor.
Para los creyentes, Francisco señala la razón más profunda para preocuparse por el tema de la emigración: Ante las tragedias que golpean a la humanidad, Dios no es indiferente, no está lejos. Los cristianos, por tanto, no pueden permanecer indiferentes.
Francisco, muy por delante de todos, a lo dicho ha añadido el gesto de volver al Vaticano con tres familias completas de emigrantes, con doce personas que ha rescatado de la tragedia. Un gesto, que podrá resultar discutible para algunos, pero que vale más que mil palabras. Liderazgo indiscutible de Francisco.

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