domingo, 24 de abril de 2016

PERTINAZ INCOMPRENSIÓN POLÍTICA

          Me ha llamado mucho la atención la incomprensión política que se ha manifestado en España durante los últimos tiempos. Está por encima de lo imaginable el que los partidos se hayan encastillado en sus propias posturas, sin dejar margen alguno para el diálogo entre todos. La capacidad para escuchar y atender los puntos de vista de los demás ha brillado absolutamente por su ausencia.

          Todos le echan la culpa a los demás, pero todos han ejercido la incomprensión en grado sumo. El PSOE (y Podemos) han mantenido integérrima su negativa inicial a dialogar con el PP,  sin consideración alguna al hecho de que haya sacado más votos en las últimas elecciones y sólo aceptando la postura maximalista de descabalgarle del poder, de echarle de la Moncloa. El PP excluye por completo el diálogo con Podemos y no acepta de ninguna manera ni el dejar de figurar como el primero (esto es, el apoyar con su voto a otros) ni menos aún el eventual cambio de líder. Ciudadanos y Podemos se auto-excluyen mutuamente en la hipotética mesa de diálogo. Las líneas de la incomprensión se auto-cruzan, cerrando radicalmente el camino al diálogo y a una posible llegada a las mutuas concesiones. 

           La incomprensión proviene de que cada cual arranca de unos presupuestos, de unos condicionamientos iniciales, considerados en todo caso como absolutamente inamovibles. Tanto Rajoy como Pedro Sanchez se sitúan como primeros insustituibles, sin aceptar hablar de otros posibles supuestos. El veto inicial interpuesto entre Rivera e Iglesias bloquea la llegada a soluciones alternativas. Los presupuestos iniciales de cada uno, con sus mutuos entre-cruzamietos, hacen imposible cualquier intento de acuerdo. Se habla ahora de las líneas rojas, pero bajo este eufemismo se oculta una incomprensión realmente cerril. Todos se quejan de que los demás no ceden, pero ninguno arranca de una postura abierta a otras posibles hipotéticas soluciones. 

          Arrancar del principio inamovible de la propia verdad convierte en imposible el camino de los acuerdos. La vieja y denostada filosofía escolástica creo que proporcionaba un sustrato más posibilitador de diálogo. La Verdad -decían- es redonda e inamovible; pero de ella no tienen nunca participación completa los humanos. Los llamados principios universales  -era la explicación que se daba-  contienen la verdad completa; pero estos universales para los humanos están solo en la mente, pues la inteligencia humana en la práctica sólo capta las verdades concretas, y como tales limitadas e imperfectas. En el plano por tanto de la comunicación entre los humanos, nadie puede sentirse en posesión completa de la verdad, nadie puede imponer como inamovible su percepción concreta de la verdad. 

          (La teología añadía a todo esto que Dios, la Verdad pura y completa, nunca es captado del todo por el hombre, pues sólo lo percibe con ojos limitados y concretos, quedando su esencia siempre por encima de las posibilidades existenciales del hombre. Dios, el totalmente otro -totaliter aliter- o el que es siempre más -semper maius-, nunca es abarcado completamente por el hombre, nunca es percibido en plenitud por la mente humana.)

          Ahora, todos critican a los políticos el que sean tan incomprensivos, pero muy pocos -o ninguno- formulan de forma concreta lo que hay que hacer. Felipe González lo intentó, y le llovieron los improperios. Las críticas desde la equidistancia -sin mojarse, como ésta misma-, pueden ser bienintencionadas, pero no resultan del todo operativas.  Este camino ha seguido también  la consideración que ha realizado sobre el tema el Secretario de la Conferencia Episcopal, aunque éste evite de esta forma el ponerse a favor de un sólo partido, lo cual sería en su caso aún peor. Gil Tamayo ha dicho que sería deseable que hubiera una comunicación grande entre los líderes políticos; y también: los obispos están preocupados sobre todo por el clima de falta de entendimiento que hay entre los partidos políticos y que también tiene una dimensión moral ... Hay que volver a una política de amplitud de miras y de búsqueda del bien común.

          Aunque el aconsejar no es fácil, sí es claro que el comportamiento que se ha seguido en todo este proceso no resulta modélico. Pertinaz incomprensión política.

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