jueves, 20 de julio de 2017

Cábalas sobre la no renovación de un cardenal

La no renovación del cardenal Gerhard L.Müller, al cumplir cinco años como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, y el nombramiento para este puesto del Arzobispo jesuita Luis Ladaria, hasta ahora Secretario de esta misma Congregación, ha vuelto a agitar las aguas de la Amoris Laetitia, la gran Exhortación Apostólica del Papa Francisco sobre el amor conyugal. La noticia fue incluida en su día en todos los medios y ha sido posteriormente extensamente comentada en los órganos de información religiosa.

Se ha insistido en que la no renovación en el cargo no es un acto meramente rutinario, sino que significa un ponderado golpe de timón del Papa Francisco. La política vaticana es sinuosa y siempre muy difícil de dominar e interpretar, pero el aprovechamiento para la no renovación del cumplimiento del periodo para el que una persona ha sido nombrada en un cargo, que en otros contextos podría considerarse normal, en este caso al menos también significa que el Papa ha tenido la paciencia y la prudencia de mantener en el cargo hasta el final de su mandato a un cardenal menos afecto a su línea de actuación, sin provocar un cese precipitado que en los tiempos anteriores siempre habría podido también hacer.

Cábalas y comentarios
La no renovación del cardenal Müller ha provocado ahora múltiples comentarios. Cuando se produjo, la noticia fue publicada en todos los medios. Posteriormente, los órganos de información religiosa le han prestado también atención y comentarios.

El normalmente moderado Director de Vida Nueva, José Beltrán, en su columna semanal en la revista (nº 3.044, 15-21 Julio 2017), ha comentado: "Desde que Francisco no le renovara en el cargo, ... el cardenal Müller ha concedido unas cuantas entrevistas. No una ni dos. Y en ellas no ha dudado en cuestionar al Papa y a sus hermanos cardenales. Sin pudor. Preocupante pataleta. Me apena. Más aún cuando manifiesta su interés por continuar en Roma sin misión específica alguna, pese a que dice 'tener mucho trabajo' allí. Con esta incontinencia verbal, el purpurado no hace sino justificar su cese tras cinco años al mando del ex Santo Oficio. Todo argumento perdido"

Postura del Papa
La postura de Francisco en la Exhortación "La alegría del amor" es la que no han sabido entender los que posteriormente le han criticado.

En loa siete primeros capítulos de su escrito, el Papa hace una entusiasta defensa de la doctrina más tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio cristiano. No creo que exista un comentario más bello y más humano de lo que dice San Pablo sobre el amor (1ª Corintios 13, 4-7) que el que desarrolla Francisco en el largo capítulo 4º de su escrito. Es lástima que este inapreciable breve tratado sobre el amor de la Exhortación papal haya quedado de alguna manera desplazado y minusvalorado, porque la atención se ha centrado en lo que dice después sobre los temas más discutidos.
En el capítulo 8º, en efecto, el Papa intenta "acompañar, discernir e integrar la fragilidad" de los que sufren por vivir en situaciones muy difíciles, muy frecuentemente irreversibles. Los que no aceptan sus críticos es que Francisco haya hecho un "discernimiento de las situaciones llamadas 'irregulares'" rompiendo en algunos casos el carácter absoluto de la indivisibilidad matrimonial y contemplando la posibilidad de ejercer la misericordia y el perdón en algunos casos que alguna autoridad eclesial llegue a considerar como imposible de ser arreglados y como merecedores de una nueva reclasificación. Absoluto sólo es Dios y, si en algún caso un análisis ponderado concluye que resulta recomendable un nuevo planteamiento, Francisco no descarta la nueva revaloración del tema.

Basado en la "sólida reflexión" de la Iglesia posee sobre "los condicionamientos y las circunstancias atenuantes" en algunos casos extremos, el escrito papal concluye que "ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada 'irregular' viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante" (Amoris Laetitia, 301),  y privados también, por ello, de la posibilidad de perdón en el sacramento de la Reconciliación y de la posterior participación en la Eucaristía. El peso retirado de ciertas conciencias con estas afirmaciones sólo la puede valorar el que ha pasado o ha acompañado estas circunstancias tan dolorosas.

Trasfondo de la no renovación
Los defensores del carácter absoluto a ultranza de la indisolubilidad matrimonial no han sabido valorar el difícil equilibrio de esta postura papal. Algunos repiten sin más análisis que en este escrito no hay nada nuevo, que el Papa repite lo de siempre. Otros sin embargo, cayendo en la cuenta de la novedad, pasan a la crítica directa a lo dicho por el Papa.

La advertencia también hecha por Francisco de que "aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma", porque "las normas generales", aunque "presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar", sin embargo "en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares"(Amoris Laetitia, 104). Los defensores del carácter siempre irrevocable de las normas eclesiales no se han contentado con estas advertencias papales y, más allá de las críticas, cuatro cardenales han escrito una cata al Papa solicitándole una reconsideración de todo este tema.

Esta abierta polémica es la que está en el trasfondo de la no renovación en su cargo del cardenal Müller. No estaba él ciertamente entre los cuatro firmantes de la carta al Papa, pero su papel de muñidor de toda esta forma de pensar siempre ha estado patente, como ha quedado claro en el comportamiento que ha tenido tras su cese y la no renovación en el cargo.

La nueva vía entreabierta por Francisco ha liberado muchas conciencias y le ha permitido a él actuaciones antes imposibles. Con posterioridad a toda esta polémica, el Papa ha recibido a un grupo español de Toledo de separadas y divorciadas. Refiere también José Beltran en la columna ya citada que "me cuentan que (la entrevista con las divorciadas y separadas) fue una terapia de corazón para ellas. Me atrevería a decir (comenta Beltrán) que también para Bergoglio". Me uno a esta valoración tan acertada.        


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