lunes, 12 de marzo de 2018

¿Por qué tanta agresividad contra la Iglesia?

 

Me sorprende mucho el mantenimiento de tanta agresividad contra la Iglesia católica. No enfoco el tema desde el punto de vista jurídico, sino desde una observación puramente sociológica. ¿Por qué se mantiene tan fuerte en la sociedad el afán por meterse contra la Iglesia católica? ¿Por qué sus símbolos y sus personajes más sagrados –la Eucaristía, Jesucristo, la Virgen- son metidos en danza como objetos de burla, hasta con consideraciones obscenas? ¿De qué raíces brotan estos ataques ridiculizantes? ¿Qué se pretende o qué ganancias se obtienen con estos ataques?

Por no ser jurista y porque no es el ángulo de mira que más me interesa, no centro la consideración de este tema en lo jurídico, en la exigencia que pueda o deba demandarse para una restitución forzosa de las ofensas cometidas. Es más, pueden resultar tal vez hasta excesivos los intentos de instituciones como “Hazte Oír” o “Abogados Cristianos” por elevar clamorosamente la voz –el tan traído y llevado autobús publicitario, por ejemplo- y por conseguir firmas masivas contra la legislación y las prácticas abortivas o contra los personajes que realizan acciones públicas contra los símbolos sagrados. Tampoco, por otra parte, resulta comprensible del todo el intento de identificar todas los intentos de condenas “por ofender los sentimientos religiosos, con el delito heredado de la blasfemia perseguida por la dictadura franquista” (El País, 20 Febrero 2018, p. 22).

BROTES DE CRÍTICA FEROZ
El recuento de las manifestaciones de crítica aguda y hasta sardónica contra los elementos religiosos de la Iglesia católica –tal vez por la incidencia del Carnaval- ha sido abundante en los días pasados.
El informe citado de El País , con un enfoque muy sectarios, recordaba algunos casos enjuiciados por estos temas: 1) un jornalero de Jaén, por difundir un montaje de su rostro coronado con la corona de espinas de Jesucristo; 2) dos madrileños, por cantar el Cara al Sol y el himno del PP en una misa; 3) la Hermandad del Sagrado Coño Insumiso a la Explotación y la Precariedad, por procesionar una inmensa vulva engalanada; 4) dos personajillos muy desconocidos, por montar sendos espectáculos con un cristo crucificado o con unos preservativos consagrados; 5) un cartel de Carnaval, con un hombre embriagado vestido de Papa; 6) una composición de la palabra “pederastia”, con 242 hostias consagradas; 7) un humorista, por un chiste contra la Cruz del Valle de los Caídos; 8) un drag queen de Las Palmas, por aparecer vestido de Virgen; 9) una concejal de Madrid, por manifestarse semidesnuda en la capilla de la Universidad Complutense; 10) un gallego, por disfrazarse de Apostol Santiago; 11) una murga carnavalera de Isla Cristina, por aparecer con disfraces sagrados; etc, etc.

¿Por qué llega a producirse esta sarta de pretendidas ofensas a la Iglesia, sus instituciones, sus personajes o sus utensilios? En estos días pasados, leí en algún sitio la observación de que, en el Carnaval, la gente se disfraza de lo que aspira a ser, sin serlo. Puede haber, más simplemente, un visceral intento de llamar la atención, de epatar. Tal vez habría que acudir a lo más hondo de la psiquiatría o de la psicología para llegar a intuir las motivaciones que inducen a manifestaciones de este tipo.

En los días de las recientes manifestaciones feministas, he visto la foto de un círculo de mujeres a pecho descubierto plantadas ante el Palacio Episcopal de San Sebastián, como señal de protesta por unas declaraciones de su Prelado interpretadas como ofensivas. Ante este gesto hay que preguntarse, ¿qué es más violento el “escrache” o aquello contra lo se produce?

No alcanzo a explicar los comportamientos extremos de este tipo. El que la Iglesia haya sido una entidad poderosa, y poderosa más concretamente sobre el campo tan sensible de las conciencias, puede estar detrás del laicismo más radical, el que no se contenta con la separación tajante y rigurosa de poderes, sino que intenta ridiculizar y agredir a todo lo cercano a lo religioso, todo lo relacionado con lo divino.

Teniendo esto en cuenta, los gestos tan alejados del poder de su comportamiento ordinario, las actitudes sencillas y humildes del Papa Francisco, están tal vez desvirtuando más los ataques a la Iglesia que los mismos actos de defensa jurídica.

REACCIONES POSIBLES
No resulta fácil definir cuál debe ser la reacción oficial de la Iglesia ante este tipo de provocaciones. Ni el buenismo ingenuo ni la soberbia ofendida, deberían ser los motores desde los que arranque la reacción ante estos ataques. Las actitudes de Jesús, tal como aparecen en los dichos y en los hechos de los Evangelios, deberían ser las que orienten las posibles reacciones ante estos hechos.

Se ha puesto de moda meterse con los católicos”, proclama algo simplísticamente un portavoz de Abogados Cristianos. Sobre la posibilidad de una defensa jurídica a ultranza, intentando la condena de los que atacan, en la información de El País ya citada, una catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Málaga, Patricia Laurenzo, afirma: “En un Estado aconfensional no se justifica un delito que proteja específicamente la religión, ya que los de coacciones o contra el honor ya protegen la libertad religiosa”. Respecto a los que critican que los jueces sólo ven delitos de odio cuando afecta a otras religiones, esta misma autora mantiene que “la Iglesia católica no es un grupo vulnerable y es difícil enmarcar estas denuncias en unos delitos de odio que están dirigidos a proteger a minorías en situaciones de vulnerabilidad”. La defensa a ultranza de los ataques contra la religión, sean o no delictivos, no está en la actualidad desde luego considerada como políticamente correcta, pues más bien está bien visto el declararse como increyente o agnóstico y el no irritarse mucho por las agresiones contra lo religioso.

El último cuaderno de la colección Cristianismo y Justicia de los jesuitas catalanes, está dedicado a la No Violencia Activa (NOVA). Dice su autor, Joan Morera Perich sj, que,  ante los actos de violencia, tan frecuentes por desgracia en el momento actual, se puede reaccionar desde tres actitudes fundamentales:
1) Detener el conflicto por la fuerza, devolviendo parte de la violencia hasta ponerle punto final (fight, luchar).
2) Huir del conflicto; esto es, callarse, sumisa o tácticamente, por humildad o por estrategia (flight, volar).
3) Plantar cara al conflicto con la NOVA, la actitud defendida por el autor de este folleto –de acuerdo con su tesis doctoral en Teología Bíblica-, que pretende extraer esta forma de entender la vida de los poemas del Siervo Sufriente de Isaías y de las enseñanzas del propio Jesús de Nazaret. El título completo del folleto es “DESARMAR LOS INFIERNOS. Practicar la no violencia de Jesús hoy”. Estimulante e interpelativo desde luego, pero tal vez difícil y problemático, puede resultar aplicar sólo la NOVA ante todos los casos de agresividad frente a lo religioso.
 

Más allá del tema jurídico se mantiene el interrogante sobre el porqué aparece tan frecuentemente la agresividad contra lo religioso católico, en general; y sobre la Iglesia, en particular. Es un tema sobre el que habrá que seguir pensando, siempre que se produzcan estos agravios

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