lunes, 19 de marzo de 2018

FRANCISCO, 5 años

 

 

Los cinco años de Francisco han provocado un gran movimiento de intervenciones en todos los medios de comunicación, tanto escritos como hablados o televisados. Pasada ya la fecha de la celebración 13 Marzo-, no voy a intentar ahora un resumen de lo dicho o publicado, sino que me voy a contentar con ofrecer la sencilla opinión personal que la figura del Papa actual me provoca.

Resumo esta opinión en tres palabras, tres impresiones: Sorpresa + Deslumbramiento - Comprensión.



Sorpresa
Recuerdo bien la sorpresa que me produjo el nombramiento de Jorge María Bergoglio como Papa. Esta sorpresa me parece que fue compartida por todo los que en aquellos días seguían el Conclave y estaban interesados por el nombramiento del nuevo Papa.


Dentro de la Compañía de Jesús, el escogido por el Conclave como nuevo Papa era bien conocido, al menos nominalmente. No sólo por ser el cardenal de la capital quasi española que es Buenos Aires, sino por haber realizado parte de su formación en España y por haber dado los Ejercicios Espirituales a los Obispos españoles no mucho tiempo antes de su nombramiento como Papa. Dentro de la Compañía, además, se sabía que, tiempo atrás, había ejercido el cargo de Provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. Cuando menos, era un nombre conocido.

Con todo, la sorpresa, dentro y fuera de la Compañía de Jesús, fue grande. En la opinión pública general, por no ser una noticia esperada: por no ser italiano, como se esperaba que fuese después de dos Papas extranjeros a Italia; por provenir de un país latinoamericano nada previamente intuido, Argentina; por ser desconocido para muchos. Entre los jesuitas, la noticia resultó también sorpresiva -ahora se puede decir, cuando tanto ha corregido el tiempo las primeras previsiones- porque el periodo de su Provincialato en Argentina había sido particularmente discutido y porque su relación inmediata anterior con la Compañía no había sido muy cercana.

La sorpresa, por tanto, fue grande. Creo recordar que su nombre no estaba incluido en la lista de hasta diez papables que los medios de comunicación habían barajado durante los días previos al Conclave.



Deslumbramiento
Desde el mismo día de su nombramiento, el nuevo Papa sorprendió a todos, pero ya muy positivamente. Para el saludo inicial desde el balcón vaticano, se presentó con una sencilla estola papal, prescindiendo de otros vestimientos tradicionales. Dijo que venía del otro extremo del mundo. No dio la bendición para todos, y sí dijo a todos que rogaran por él. No hablo con solemnidad papal, sino con sencillez franciscana, siguiendo la pauta del nuevo nombre también sorpresivamente elegido para su pontificado.

Durante los cinco años que ha ejercido como Papa, sus gestos no han dejado de sorprender positivamente. Son tantos los rasgos revolucionarios de sus actuaciones públicas que resulta hasta difícil escoger algunos. El no usar las lejanas habitaciones de los anteriores Papas y el irse a vivir a la residencia común Santa Marta, normalmente usada por muchos de dentro y por invitados del Vaticano, ha sido muy comentado, aunque Francisco haya querido restarle importancia a este gesto adjudicándolo sólo a su carácter necesitado de contactos sociales. Otros detalles acuden en tropel al recuerdo: detenerse a hablar con uno de los hieráticos soldados suizos, para interesarse por su trabajo y su familia; algún niño sentado en su sillón trono, mientras él imparte un discurso; ser saludado -y hasta besado- cercanamente por toda clase de tipos humanos, en su largos recorridos entre la gente; su atuendo sencillo, sin zapatos rojos, más cercano al de un cura vestido de blanco que al de un Papa; la sustitución de los automóviles lujosos por un sencillo utilitario; el conceder entrevistas periodísticas, con una frecuencia del todo inusual en los anteriores Papas; el haber sentado a comer en su mesa a pobres y necesitados de las calles de Roma; el lavar los pies a un mahometano y a mujeres, el Jueves Santo; el celebrar la misa ordinaria con público, en la capilla privada de Santa Marta; etcetera, etcetera... La relación de gestos sorpresivos y positivos para la gran mayoría se podría hacer interminable.

Por sus gestos externos, por su estilo en las actuaciones públicas, aunque también por lo que dice y por cómo lo dice, la figura de Francisco cae bien también fuera de la Iglesia, hasta a los menos religiosos e increyentes. No resulta extraño escuchar declaraciones de personas que se reconocen alejadas de la Iglesia y sin embargo admiradoras de Francisco. El cambio de imagen de la figura papal difícilmente se podría ejecutar en menos tiempo y con tanta eficacia.

El deslumbramiento provocado por Francisco es más rotundo e importante por los grandes escritos que él ha hecho públicos durante su pontificado. La alegría del Evangelio, Evangeliii Gaudium, contiene la mejor imagen de cómo entiende Francisco su tarea papal y la tarea de la Iglesia: es un pequeño libro al que habrá que volver reiteradamente para intentar una profunda renovación pastoral y eclesial. La alegría del amor, Amoris Laetitia, es tal vez el mejor escrito reciente sobre el matrimonio cristiano, sabroso y muy práctico, aunque haya sido sólo el muy bien ponderado capítulo 8º el que por muchos se ha mirado con más lupa, por el discernimiento recomendado sobre las situaciones morales difíciles de los casados. Los otros dos grandes temas tratados por Francisco han sido la misericordia (Misericordiae vultus) y la ecología (Laudato si´), en los dos casos de forma novedosa y muy atrayente.

Francisco, además, ha prodigado mucho su enseñanza con las catequesis de los miércoles, sus pequeñas homilías en las misas de Santa Marta y las intervenciones en las audiencias y en los viajes. Pero lo que diferencia también a este Papa son sus frecuentes escritos -y hasta videos- menores, más sus tweeds, millonariamente multiplicados por las redes sociales. Por todo ello, los libros con su firma se han prodigado inconcebiblemente, aunque algunos vendan como del Papa escritos anteriores de su tiempo en Buenos Aires. En todos estos escritos demuestra una capacidad de comunicación muy poco normal, típicamente argentina, que llega a la gente, incluso no creyente, con una facilidad pasmosa. Francisco deslumbra, va delante de los más avanzados, sorprende positivamente a casi todos.



Comprensión
Añado esta palabra a esta sencilla semblanza de Francisco, porque, con los ataques que de algunos está recibiendo, el Papa se hace acreedor de una gran comprensión. En los contactos con los jesuitas tenidos en su reciente viaje a Chile y Perú (admirablemente transmitidos en La Civiltà Cattolica por Antonio Spadaro, probablemente el mejor comentador de la figura de este Papa), Francisco dice que no le importa y que hasta se alegra de que surjan libres comentarios críticos sobre sus actuaciones y sus escritos. Las redes anónimas, sobre todo, están también acogiendo comentarios críticos provenientes de los sectores más conservadores de la Iglesia, algunos tan alucinados como el decir que el papa es hereje y no católico.

Las críticas más responsables se diversifican, desde los que dice que va demasiado lejos en sus enseñanza y en sus actuaciones (lo más importante, en este sentido, es la carta de cuatro cardenales pidiéndole aclaraciones sobre el mencionado capítulo 8º de La alegría del amor), hasta los que se quejan porque va demasiado lento en las pretendidas reformas eclesiales. Algunos de los comentarios sobre este quinto aniversario han insistido en estos dos contradictorios aspectos.



Balance muy positivo
En su conjunto, la semblanza de Francisco resulta muy positiva. Antes de su elección, nadie hubiese podido prever un papado como el que esta siendo. Dentro de cincuenta o cien años, todos pienso que alabarán y agradecerán el pontificado de Francisco.    


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