jueves, 8 de marzo de 2012

DESPOTISMO ÉTICO

            La expresión "despotismo ético" la ha usado el lingüista Ignacio Bosque, en el reciente informe publicado en EL PAÍS del pasado 4 de marzo, Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, citando el libro El lenguaje de género y el género lingüístico, de José A. Martínez (Universidad de Oviedo, 2008). La expresión, me parece que merece un comentario.
          En el sentido lingüístico, la frase alude a la discutible autoridad con la que los nuevos árbitros del lenguaje -los autores de las "guías del lenguaje no sexista"- imponen sus criterios, sin tener en cuenta "la autoridad profesional, científica, social, política o administrativa" de otras posibles instancias y contraviniendo además los criterios de la Real Academia Española, que parece debería ser máximamente respetada en este campo. El informe fue publicado -¿porque Juan Luis Cebrián es unos de los académicos firmantes del escrito?- al final del suplemento "Domingo" de EL PAÍS, sin llamadas ni en la portada del periódico ni siquiera en la primera página de este suplemento (tratamiento que sí han merecido  las posteriores discusiones que sobre este tema ha venido publicando el mismo periódico), como claro exponente de la falta de sintonía con las opiniones de Ignacio Bosque y de los 26 académicos -"todos los que asistieron al pleno del 1 de marzo de 2012"- que suscriben el referido informe. Con gran maestría, apabullante conocimiento del tema e incluso con soterrado humor, Ignacio Bosque, en cuatro densas y muy completas páginas, desenmascara el intento de imponer las opiniones contrarias al "uso marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos", restando así según ellos "visibilidad" a la mujer, arrancando para ello de unas opiniones que humillan sin más a las contrarias en aras de una  autoridad realmente despótica para imponer unos criterios éticos de grupo y de ninguna forma generalizados.
          El "despotismo ético" no sólo se viene usando en el terreno lingüístico. Es ya también de uso frecuente la frase "políticamente correcta", para calificar los temas y las opiniones que se pueden tocar o adoptar, descalificando al mismo tiempo y de forma tajante las opiniones contrarias, las "políticamente incorrectas". Frente al pasado y el presente de España, frente a lo que -ya con sectarismo- se denomina "política de género", sobre ciertos temas morales, religiosos y aún folclóricos, no todo se puede decir, sin exponerse a la jauría de los que a la fuerza y de forma realmente violenta imponen sus propias opiniones. Ya hablé aquí, hace pocos días, de los intentos de imponerle ciertos moldes ahora a lo que ha sido desde siglos la clara esencia de Andalucía.
          Pero es que incluso sobre modas, decoración, compras de complementos, arquitectura, adornos domésticos, vinos, cocina, regalos que se pueden hacer, estilos de vida, etc, etc, las páginas de ciertos periódicos imponen de hecho sus propios criterios, desde un subyacente "despotismo ético", que no siempre se manifiesta a las claras y descaradamente. Estas páginas, aparentemente "inofensivas” de la prensa, se convierten con alguna frecuencia en artilugios solapados para imponer criterios muy discutibles bajo la capa, en ocasiones disimulada pero casi siempre penetrantes, de "despotismo ético".
          Muchos deseamos que nos dejen tranquilos pensar lo que consideramos más conveniente. Cualquier forma de despotismo, de imposición prácticamente a la fuerza, resulta ya recusable. Pero mucho más en el campo de la ética, en temas muy relacionados con la conciencia de cada cual, en los que la intromisión debe ser más escasa y el respeto mucho más omnipresente. Sobre estos temas, se puede por supuesto opinar y es lícito defender las propias concepciones; pero no debería ser al modo del "despotismo ético", dando por supuesto que sólo la opinión propia es la válida  y posibilitando opciones de desavenencia a las opiniones contrarias. ¡Que nos dejan en paz los practicantes del despotismo ético!.

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