viernes, 2 de junio de 2017

"Respeto, pero no comprendo"

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          La situación de Cataluña se está volviendo cada vez más difícil de entender para los que no somos catalanes. Desde fuera de Cataluña, cuesta mucho comprender el comportamiento de los políticos e, incluso, de la población general catalana. Supongo que a los catalanes también les costará mucho comprender la opinión generalizada existente sobre ellos en el resto de España. Y no es buena esa mutua incomprensión entre dos zonas históricamente hermanas y todavía miembros del mismo Estado

          Se han forjado unos cuantos términos que disimulan lo que, desde otros contextos, llamaríamos con palabras mucho más claras y contundentes: procès, desvinculación, nación, desconexión, voluntad popular, referéndum, plebiscito, democracia mayoritaria,… Los términos se usan con significados muy diversos para unos y para otros, haciendo muy difícil un lenguaje común y una mutua comprensión. Cada cual avanza por su propio camino, sin tener en consideración el parecer de los demás.


          Los políticos
          Me sorprende que, ante la absoluta incompatibilidad de un referéndum realizado sólo en Cataluña sobre un tema que afecta a todos los españoles (la soberanía), los políticos catalanes no respondan nunca directamente sobre esta cuestión, sino que contrapongan sólo la obligación de atender la voluntad mayoritaria de los catalanes (siendo así además que la supuesta mayoría, o no existe o lo es sólo por una mínima diferencia parlamentaria, no de voto popular). No entiendo tampoco cómo se hacen oídos sordos a las voces europeas que desautorizan el procedimiento separatista y cómo se sigue afirmando que Europa aceptará sin más su decisión unilateral sobre el tema. Me sorprende también el radical enfrentamiento con la opiniones contrarias cuando se dice que “España ha robado a Cataluña” o cuando se prevé que a Cataluña le irá económicamente mejor en una situación de independencia. No entiendo cómo sobre todo esto se pueda hablar con tanta rotundidad, sin inmutarse ni escuchar lo que dicen radicalmente lo contrario.

         Lo que más me sorprende, con todo, es que todo este cuerpo de reflexiones sea un bloque cerrado de pensamiento, sin dejar resquicio ni a la duda ni a las opiniones contrarias, y que todo esto sea defendido sin ningún tipo de fisuras por la totalidad de los parlamentarios de estos grupos independentistas. Un pensamiento único, sin resquicio para las interpretaciones o los matices.
Decir todo esto no implica estar del todo de acuerdo con el comportamiento seguido por el gobierno español, al que seguramente le ha faltado mucha cintura en el tratamiento del tema, pero el comportamiento contrario (en el que ahora no entro) no justifica ni explica las actitudes independentistas

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          Los ciudadanos
          No he vivido nunca prolongadamente en Cataluña, pero conozco muchos catalanes que me merecen el máximo respeto por la sensatez, la inteligencia, la laboriosidad, que sobresalen tanto en el trato individual como en el ambiente de sentido común y de bienestar que han sabido lograr entre todos. La impresión desde lejos es que Cataluña es un país privilegiado.

         Por todo esto es mayor mi sorpresa e incomprensión al saber que la mitad aproximada de la población –no entro en la apasionada discusión de si es el 52 % o el 48 %, si es el voto popular o el parlamentario el que hay que considerar, pero me queda claro que son muchos en cualquier caso- participa de este bloque compacto de ideas separatistas y ha votado y parece que van a seguir votando por los partidos políticos que las defienden. Desde el máximo respeto que me merece el pueblo catalán, no comprendo un posicionamiento tan mayoritario en este sentido.

         Y menos comprendo el posicionamiento de la otra mitad aproximada de la población, los que no han votado a los partidos independistas y no sintonizan abiertamente con ellos. No entiendo que este sector de población esté tan callado, que las voces contrarias no hablen más alto, no salgan a la calle con tanto entusiasmo como los que intervienen en las manifestaciones independentistas, pues las comparecencias de sign contrario son siempre mucho más reducidas. Respeto máximo, pero comprensión muy escasa de todo lo que allí está ocurriendo.


         Postura de la Iglesia
         En medio de esta situación tan enfrentada, importa conocer la postura oficial de la Iglesia. En una reunión de la Conferencia Episcopal de Cataluña celebrada el 11 de mayo, los 12 obispos presentes dicen en el acta “haber dedicado una larga reflexión al momento presente de nuestro país”, como fruto de la cual sale de una “Nota” publicada conjuntamente con el Acta.

         Los obispos dicen: “creemos humildemente que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán”, frase ambigua que hace titular sesgadamente al derechista “Libertad Digital”: “Los obispos catalanes abogan por el referéndum” –palabra no mencionada explícitamente-, añadiendo además que “se suman a las principales tesis del independentismo”. Pero los obispos dicen también que hablan “desde el respeto por las diversas sensibilidades que se van expresando” y, más concretamente, afirman directamente que “defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos y que busquen con justicia la paz y la justicia”, un párrafo que también genera cierta ambigüedad. Lo central de la Nota, con todo, está en fomentar y promover la “cultura del diálogo”: “nos sentimos urgidos a reclamar de todos los ciudadanos el espíritu de pacto y de entendimiento que conforma nuestro talante más característico”. La “cultura del diálogo” es una frase del papa Francisco, del que también toman la sentencia introductoria: “Ser pastores significa caminar delante, en medio y detrás del rebaño”.

         Los obispos, pues, mantienen una postura equidistante, tal vez la única posible en aquel contexto, pero que, vista desde fuera de Cataluña, se queda un poco corta, sabe a poco.


         Cardenal Omella
         El Arzobispo de Barcelona y recién nombrado cardenal, J.J.Omella, en la homilía pronunciada la fiesta de San Jorge ante el Presidente de la Generalitat y todas la autoridades catalanas, sin entrar a juzgar a unos y a otros, sin apoyar ni negarse a la opción independentista, se mantiene también en la prudente equidistancia. Pidió por todos los que tienen responsabilidad pública “para que vivan más en coherencia con lo que son, con lo que configura sus vidas y con un gran respeto a los demás” y, fijándose en la lanza de San Jorge, añadió: “Esto no significa que se tenga que ir con la lanza en la mano atacando a los otros, sino que indica la imperiosa necesidad de luchar contra el dragón, que es el diablo, el padre de la división, lo que divide, lo que quiere romper la comunión”.

         El conflicto es demasiado fuerte como para entenderlo desde fuera. Respeto, pero no comprendo.

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