miércoles, 15 de febrero de 2012

AVENTURA EN EL MONTE SAN ANTÓN

      Hace algo más de un mes, desde el 14 de enero, no he escrito aquí nada, no he introducido ninguna "entrada" en el blog "Tras mi vidriera". La razón por la que no he podido escribir es la "Aventura en el Monte San Antón", que brevemente paso ahora a narrar.
      El lunes 23 de enero, siguiendo la costumbre de dedicar parte de la mañana de los lunes al senderismo, me dispuse a subir al Monte San Antón. En mi infancia, desde el Colegio San Estanislao, en El Palo, había subido allí muchas veces, y sentía gusto y nostalgia por recordar los parajes silvestres y las insuperables vistas que desde árriba se disfrutan. Al subir, me sorprendió mucho la cantidad de viviendas y chalets que se han ido construyendo en las laderas del monte. Una hora justa tardé, caminando, desde la Avenida Juan Sebastián Elcano, hasta la última de las viviendas construidas, creo que en la calle Sauces. Otra hora completa me requirió llegar -por la senda bien trazada existente- hasta la cima más alta del Monte, donde hay ahora instalada una hermosa y esbelta cruz, que ha venido a sustituir a una pequeña capillita de la Virgen que subimos y colocamos en el mismo lugar cuando yo era niño.
      Al contemplar el paisaje desde arriba, observé que a mi izquierda, bastante por debajo de la senda que había empleado para la subida, había otros dos caminos, al parecer más amplios y cómodos que el que había empleado para llegar a la cima. No me parecieron muy distantes, pensé que habría algunas sendas de menor entidad para llegar a ellos, y cometí entonces el grave error de decidir e iniciar el regreso "a campo traves", para salir al encuentro de los caminos que divisaba claros, creyendo entonces que estaban a corta distancia. Antes de comenzar el descenso, a la 13,30, llamé por el teléfono móvil a mi casa para avisar que llegaría un poco más tarde al almuerzo, pensando que tardaría más o menos el mismo tiempo -una hora- que había consumido para la subida. Error pequeño pero de graves consecuencias fue que no cerré la cremallera del bolsillo del shandall donde guardaba el móvil, con lo cual lo perdí al iniciar el descenso y quedé incomunicado, tanto para enviar como para recibir mensajes. La llamada que hice, con todo, sirvió mucho para concretar donde estaba y para alertar a los que esperaban mi llegada y preocuparles al constatar que no aparecía, ni por la tarde ni por la noche...
      Ahí comenzó la aventura, que pudo acabar en tragedia. La falda de la montaña por la que debía caminar era mucho más empinada, abrupta y llena de malezas, de lo que yo había supuesto. Pronto tuve que deslizarme casi todo el tiempo sentado, arrastrándome por el suelo, sufriendo los innumerables efectos de las púas, de las zarzas y los abrojos. Tuve algunos traspiés, sin consecuencias en lesiones graves, pero que cada vez me dejaban más indefenso, también por la debilidad y por la sed progresivas, antes de poder volver a ponerme en pie y reiniciar el camino. El itineranrio cada vez se hacía más difícil, más abrupto y salvaje, perdiendo además absolutamente de vista las caminos que erroneamente había considerado como muy cercanos, y convirtiendo en totalmente desaconsejale o imposible la vuelta a atrás. Había elevados saltos formados por la rocas del monte, que me obligaron varias veces a retroceder y a tomar caminos alternativos.
      La tarde iba avanzando y mi ilusión de volver pronto a terrenos abiertos se iba diluyendo. Vi que se ponía el sol, que aparecían las luces del caserio de las laderas del monte -caserio cercano, pero no tan inminente como yo había supuesto- que se hacía noche cerrada; tuve un nuevo traspié debajo de unos pinos muy bajos, me costaba mucho levantarme, me tendí y me quedé dormido. Con las primeras luces y tiritando algo por la hipotermía, proseguí el camino, tan difícil como el que había recorrido la tarde y la noche anteriores. Al fin, sobre las 10 de la mañana, salí de los últimos matorrales casi impenatrables, y apareció el campo abierto. El camino y las casas estaban ya, según creo, a pocas decenas de metros. Me tendí en el suelo, muy cansado, para intentar recobrar fuerzas.
      Desde la tarde anterior, al comprobar que yo no volvía y que el móvil no respondía a las llamadas que se me hacían, se produjo gran alerta y surgió obviamente el miedo por lo que puediese haber ocurrido. El Equipo de Bomberos y Policñia Local se pusieron en movimiento, rastreando los terrenos por los que pensaba que podría andar, con la ayuda de perros especializados. El propio Alcalde de Málaga se interesó por el caso y se puso al frente de las operaciones de rescate. No se obtuvo ningún resultado postivo por la tarde y a las primeras horas de la noche. A la mañana siguiente, salió ya a buscarme el helicóptero del Grupo de Emergencias de Andalucía, Emergencias 112 Andalucía, que me descubrió desde el aire, primero "inerme" y luego "en movimiento" (al ver el helicóptero parado en el aire frente a mí, comencé a moverme, para demostrar que no estaba inconsciente).
      Luego vino toda la parafernalía de la toma de tierra de los socorristas, la comprobación de que no estaba tan mal como se había podidio sospechar, el traslado en camilla al helicóptero y el transporte final al Hospital Clínico. Toda la prensa local y hasta nacional dio cuenta del suceso, que había resultado ciertamente alarmante y noticioso. He permanecido después casi diez días en el Hospital, reponiendo una deshidratación muy severa y con alguna complicacioón también de riñón, pero ya me encuentro en casa recuperando los músculos muy deshechos por la hiperactividad primero y luego por la pasividad hospitalaria.
      Una "aventura" que, gracias a Dios, puedo ahora contar. Una grave imprudencia, de meterme solo por un trayecto totalmente desconocido y mucho peor de lo que yo había sospechado. Una ocasión para agradecer los muchos gestos de solidaridad que este hecho insólito ha logrado despertar.

6 comentarios:

  1. Realmente una aventura, que me alegro mucho que puedas contar. Ahora viene la segunda parte: el aprendizaje, de que abrir caminos nuevos siempre es arriesgado, pero, a la vez, nos enseña siempre algo. Esperaremos ansiosos las enseñanzas espirituales, que seguro que las hay. Bienvenido de nuevo.

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    1. Gracias, Fernando por tu puntual comentario, siempre activo en facebook. Gracias a Dios, ya pasó todo y me estoy recoperando muy bien. Un abrazo

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  2. Me alegro mucho de que todo ha terminado felizmente. En el colegio hemos estado muy preocupados por tu salud. Esperamos verte muy pronto

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    1. Gracias, Temístocles, por tu recuerdo y tu comentario. Ya me hqa comentado Alfredo que ha colocado mi "narración" en la web del Colegio. Deseo volver pronto or ahí. Un abrazo

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  3. Luis, un abrazo y que bueno. Me encanta TRAS MI VIDRIERA.

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    1. Gracias, Lucas, por tu comentario. Que te hagas "seguidor" de "Tras mi vidriera". Un abrazo

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