lunes, 28 de mayo de 2012

VENGO DE PASAR TRES DÍAS EN EL ROCÍO

          Acabo de venir de El Rocío. Como antaño, he pasado los tres días grandes en la aldea, viviendo a fondo El Rocío. El domingo de Pentecostés, con el sábado anterior y el domingo posterior, revisten cada día un significado especial. La "entrada", o presentación ante la Virgen de las 110 Hermandades ahora existentes, el sábado. El Pontifical, por la mañanam y y la magna concentración nocturna para el Rosario, el domingo. Y el lunes, la "procesión" única e irrepetible, desde la madrugada. Cada jornada, con sus horarios dilatados y sus grandes espacios para la conservación, la copa, el baile de sevillanas tal vez y, siempre, la amistad y la relación como no se dan ya por otros pagos.

          En  esta  ocasión,  me  ha  llamado especialmente la atención un acto, clasificado por no pocos como "pesado". En la misa pontifical -este año, presidiéndola un cardenal y tres obispos, un centenar de sacerdotes concelebrando, con el retablo impresionante de los 110 "Simpecados" rodeando el amplio altar instalado en el "Real"-, tras la homilía del Cardenal de Barcelona y el rezo unánime del Credo, tiene lugar el acto "pesado". Durante diez minutos muy largos, varios representantes de cada una de las Hermandades suben al estrado, desfilan ante los que presiden la Eucaristía, jurando fidelidad a las grandes verdades cristianas. El acto, ciertamente,aparenta                   monótono. Pero me ha impresionado mucho este desfile de hombres y mujeres  -de corto y de flamenca, rigurosos-, confesando la fe cristiana. No es una representación de la tradicional "gente de Iglesia". La indulgencia más magnánima de la Virgen del Rocío a coge personajes más variopintos, varios centenares de personas muy diversas, nada clericales, constituyendo un muestrario realmente impresionante de fe cristiana, fundamentalmente andaluza pero también de las restantes zonas españolas y aun extrajeras de las que proceden el amplio centenar de Hermandades rocieras. No creo se dé otra representación mas singular, masiva y heterogénea de fe popular en la Iglesia española. Pocas instituciones civiles, incluso, contarán con una expresión tan rica y diversificada de sus esencias más íntimas.

          El Rocío tiene otros muchos momentos álgidos, más conocidos, mucho más masivos, probablemente más espectaculares. Pero este año me ha impresionado y destaco el acto de fe -como humano, por supuesto perfectible- de los Hermanos Mayores y directivos de las Hermandades Rocieras.

          La religiosidad popular es siempre compleja, al mismo tiempo muy honda y también decepcionantemente superficial, exponente de toda la amplia gama de sentimientos y valores que constituyen la fe religiosa de un pueblo. Como expresión de polifacética religiosidad popular y como manifestación más completa de toda la variedad de componentes del carácter popular y andaluz, no conozco otro fenómeno como el ofrecido por el Rocío, por la Romería que hoy he acabado en tierras de Almonte. Vuelvo ahora de pasar los tres días de la fiesta en El Rocío, y puedo dar fe de ello.

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