sábado, 25 de mayo de 2013

Séptimo día: TRINIDAD

         El tema de este domingo, la Santísima Trinidad, parece particularmente alejado de nuestra vida actual, de nuestras consideraciones y preocupaciones en el momento actual.
         Ante todo esta la anécdota agustiniana. El niño intentando traspasar el agua del mar al pocito que ha abierto en la playa, y, ante su extrañeza, la respuesta intranquilizadora que recibe Agustín: "Más difícil que encerrar el mar en el hoyito de la playa es llegar a comprender el misterio de la Santísima Trinidad". 
        Pero no se trata de comprender lo inabarcable para nuestra mente limitada. En cambio, sí podemos fácilmente comprender dos realidades implicadas en la Trinidad.
         La primera es que en Dios hay amor. A Dios no lo debemos concebir como Alguien solo. El amor que es y que posee produce alteridad. El Hijo y el Espíritu son productos del amor que hay en el Padre. En Dios hay amor. Dios es amor. Estas afirmaciones pueden resultar distantes, difíciles de entender tal vez. Pero sí queda claro que en Dios no se debe poner lo contrario de lo que es el amor: odio, inquina, enfado, desinterés, lejanía, distancia, enfrentamiento, enemistad... Cualquier concepto que apliquemos a Dios debe estar más cercano al amor que a sus contrarios.
          Dios es comunidad. Esta es la segunda realidad que la afirmación de la Trinidad refiere claramente a Dios. No sólo no lo debemos concebir como Alguien solo, sino que directamente estamos llamados a imaginarlo como una comunidad, como un trío de tres que se aman intensamente. La aplicación del concepto de comunidad no resulta fácil en el mundo actual: ni los miembros de una familia, ni los participantes de una vecindad llegan a constituir de hecho una comunidad, ni los habitantes de una ciudad, ni los componentes de una autonomía o una nación, ni mucho menos los miembros del conjunto de naciones del planeta. A todos estos colectivos les aplicamos ocasionalmente el calificativo de COMUNIDAD, pero muchas veces esta aplicación alude sólo a la formulación de un deseo, casi de una utopía. Comunidad es una palabra muy sagrada, cuya realización plena podemos encontrar en este domingo en la afirmación mistérica del Dios simultaneamente uno y trino.
         Una afirmación difícil y distante, que encierra aplicaciones cercanas y familiares para loe que aquí y ahora nos acercamos a ella. No hay que llegar a la comprensión intelectual del hecho, porque el mar no cabe en el hoyito de la playa, pero sí a la constatación de realidades cercanas a nosotros -amor comunidad-, que tienen en la Trinidad su realización más plena. Misterio luminoso y cercano.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario