lunes, 27 de mayo de 2013

COINCIDIR CON LOS OBISPOS, ¿DESAUTORIZA UNA OPINIÓN?

          Dos polémicas actualmente pendientes en España ponen de manifiesto que el mayor argumento esgrimido contra ciertas opiniones es el hecho de que estas opiniones coinciden con el parecer del episcopado español. Me pregunto: Coincidir con el parecer del episcopado, ¿desautoriza a la fuerza una opinión?
         Me estoy refiriendo a las discusiones actualmente abierta sobre el aborto y sobre el proyecto de ley que se va a presentar en el Parlamento sobre la enseñanza. 
          En estas dos cuestiones, ambas discutidas con mucho apasionamiento, lo que más enfurece a los que atacan las posibles actuaciones del Gobierno es que sus ideas y sus proyectos de ley coinciden con las del episcopado español, con las de la Iglesia católica, o con la de algunos de sus líderes más significados.
          Me gustaría que las líneas de argumentación en estos dos temas fuesen las que existan a favor o en contra de las opiniones que cada cual tenga, pero no el hecho de que coincidan o no con el parecer de los obispos. No se trata de hacer o no lo que los obispos quieran, sino de encontrar el camino para beneficiar de la mejor manera posible a la población española, la ciudadanía, como gusta a muchos decir.
       Considero, en consecuencia, improcedente que se dé por hecho que cuando el parecer o la conducta que se propone coincide con la de los obispos es porque se quiere obedecer a los obispos, porque se está mediatizado por la postura de la Iglesia, sin conceder un margen siquiera de posibilidad al hecho de que las razones adoptadas satisfagan los propios razonamientos, los personales planteamientos. 
          La discusión sobre estos temas está trufada. No se discute, no se polemiza, sobre los temas en cuestión -mayor o menor abertura de una posible ley sobre el aborto, posibilidad o no de la enseñanza de la religión en la escuela-, sino que la discusión se centra en torno a la Iglesia y a las posturas de los obispos como representantes oficiales de la Iglesia. No hay nada peor que tener un tema de discusión sobre la mesa, y estar de hecho dirimiendo sobre otras cuestiones -personales, afectivas, interesadas-, que nada o muy poco tienen que ver con el tema sobre el que formalmente se está tratando. La mixtificación, además, del tema de discusión con los obispos y la Iglesia, si en todos sitios sería mala, en España todavía resulta peor, por el histórico y actual enconamiento que tiene todo lo relativo a la Iglesia.
          Cuando el apasionamiento por un tema es muy grande resulta ingenuo o iluso intentar que la racionalidad, las buenas maneras o el fair play, sean los que determinen los procedimientos. Prefiero la ingenuidad y no me importa ser tachado de iluso al demandar más frialdad y menos mistificaciones en la discusión de estas cuestiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario