viernes, 7 de junio de 2013

Séptimo día: COMPASIÓN

         Un sentimiento ambivalente es la compasión. Puede ejercerse desde la superioridad, con cierta altanería, casi despreciando al objeto de compasión; pero, de esta forma, el sentimiento no merece el nombre de compasión, sería más bien un acto más cercano a la soberbia, al sentirse por encima del otro, al horror en todo caso por lo desagradable que se encuentra en la persona que sufre una desgracia.
         Más allá de esta posible ambivalencia, la compasión es un sentimiento noble, que dignifica mucho al que la experimenta. Compasión es sentirse afectado por el sufrimiento o la desgracia de otra persona. Cuando alguien pasa por una situación difícil resulta enormemente gratificante experimentar que otra persona se interesa, se afecta, se preocupa por buscar soluciones, hace lo posible por ayudar al que lo está pasando mal. Com-pasión hay cuando alguien hace com-pañía a la pasión por la que otro está pasando; es una comunión con el sufrimiento ajeno, una participación y un acompañamiento con el que pasa por una situación mala, un intento de solucionar los males de los demás. Todo esto va implícito en la palabra compasión. 
          El Evangelio de este domingo dice que Jesús experimenta compasión por el hijo recién muerto que le sacaban a enterrar a una viuda de Naím (con menos exactitud, algunos usan aquí la palabra "lástima"). En otra lectura de este mismo domingo, el profeta Elías siente también compasión por hijo de otra viuda veterotestamentaria que se echa a morir. La ayuda milagrosa que se produce es una consecuencia de la compasión experimentada, más que una demostración de poder taumatúrgico.
          En tiempos de problemas, la compasión es aún más necesaria. Ante la actual crisis económica, las posturas son muy diversas, desde las protestas más airadas hasta las defensas más insospechadas. Hay quien encuentra, en las situaciones deplorables, motivos para la queja y para la descalificación de los que se consideran culpables de la situación. Hay también quien la compara con situaciones anteriores y saca conclusiones excusatorias sobre el origen de las desgracias. No es infrecuente que la desgracia se convierta en proyectil contra los otros, contra los que valoran la situación de forma diferente.
          Por supuesto que el análisis resulta necesario, que el discernimiento de las causas es oportuno para la búsqueda de las mejores soluciones. No se trata de repartir "sopa boba", como un remedio que no ataque las causas profundas de los males. Pero la compasión ante el problema humano siempre será el humus indispensable para cualquier intento de solución que se pueda acometer. La compasión es el momento anterior a la solidaridad y, también, el dinamismo que debe impulsar todos los intentos de solución a los problemas que hacen sufrir a las personas que nos rodean. El ejemplo de compasión de este domingo debe ser recogido, en estos momentos en los que tantos sufren como consecuencia de los crisis que abruman a la sociedad actual. 

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