lunes, 2 de diciembre de 2013

Cumplir 100 años

         Ayer asistí a un almuerzo para celebrar el cumplimiento de100 años de una persona.
         Una celebración de este tipo no es nada corriente. No es frecuente llegar a los 100 años, y menos con la inteligencia suficientemente  abierta para conocer a los demás y con la capacidad manual necesaria para comer por sí solo.
         Nos reunimos unas cien personas, casi todos parientes de una muy amplia saga familiar. Algunos entre los asistentes no se conocían entre sí, sólo interrelacionados por la común vinculación con el homenajeado.
         El hecho es suficientemente público como para poder decir el nombre del homenajeado, Aurelio Baca, miembro de una larga dinastía de personas con el mismo apellido, miembros además de un extenso colectivo de dentistas. Tanto el homenajeado, como su padre, su hermano y algún miembro más joven de la saga, han sido Presidentes del Colegio de Odontólogos de Málaga, existiendo además otra rama de miembros de la familia también dentistas en la ciudad de Granada.
          La participación en un acto tan entrañable conmueve sinceramente, en lo personal. Pero plantea también una serie de inevitables interrogantes, de carácter más general. ¿Merece la pena vivir tanto tiempo? En este caso, en la invitación se hacía constar:  1/12/1913  -  1/12/2013. La primera fecha da vértigo, ¡es anterior al comienzo de la primera Guerra Mundial! Parece imposible mantener memoria histórica personal de tantos años. Y la pregunta sobre si merece o no vivir una serie tan prolongada de años, surge espontánea en la conversación de los comensales.
         A uno le oí comentar, viendo al homenajeado comer por sí solo y saludar a unos y a otros:
         - Llegando en estas condiciones, ¡desde luego, yo lo firmo ahora mismo!
          Es el deseo insaciable de vivir, de prolongar hasta máximo la estancia en este mundo, de diferir lo más posible el momento final.
         Pero a otro comensal, le oí el comentario contrario:
         - ¡Yo no quisiera vivir tanto tiempo! ¡Qué pesadez!
         El fenómeno de la vida aparece en toda su integridad, ante una manifestación de vida tan dilatada. Es algo que agradecer, algo para disfrutar, un don de Dios para los creyentes. Pero es también un bien que se desgasta, un objeto que se deteriora, algo de lo que uno puede llegar a cansarse. La discusión teórica puede resultar interminable, con pareceres para todos los gustos.
          Pero, cuando el milagro se produce, no cabe más que la admiración. "Ante el hecho, sobran los argumentos", afirma el antiguo adagio latino. Al convivir con una hombres que ha llegado a cumplir 100 años, la alegría se desborda y el sentimiento más imperioso es la felicitación al que ha llegado a disfrutar de este privilegio. ¡Enhorabuena al homenajeado!.
         

No hay comentarios:

Publicar un comentario