martes, 3 de julio de 2012

EL FÚTBOL ME DESBORDA ROTUNDAMENTE

          Por muy poca capacidad de reflexión que tenga una persona, lo vivido en estos días en torno al  fútbol da casi inevitablemente mucho que pensar.
      Que la audiencia de la final España-Italia superase todas las marcas televisivas se podía considerar hasta normal, porque atrae sin duda la atención que el propio país logre driblar a todos los restantes países del entorno hasta quedarse solo ante la portería.
          Una sensación inefable de bienestar inundó desde luego también a toda la extensísiva población española cuando fue viendo que el equipo español iba superando al italiano, hasta incluso superarlo. No resulta tan fácil de explicar por qué se producen estos fenómenos, pero es cierto que la sensación agradable irrumpe imparable, la alegría luego se contagia y un estado innegable de bienestar se adueña al final de los televidentes españoles; por no hablar de los asistentes en directo al partido, los que había superados miles de kilómetros y de euros para estar presentes en el espectáculo, exultantes y exageradamente desenfrenados en sus manifestaciones de júbilo. 
          Todo esto se podría considerar hasta normal, concediéndole al fútbol una capacidad de intervención sobre las personas, superior en España a la de cualquier otro deporte e incluso más potente que cualquier otra causa motivadora de estados de ánimo personales y colectivos. Un certamen futbolístico de esta índole es "un oasis, una tregua, un paliativo, una evasión de la realidad, un mundo falso y paralelo, un bienvenido opio", había escrito con anterioridad en El PAÍS Javier Marías, que añadía: "los ciudadanos saben que durante los noventa minutos que dura un partido podrán instalarse en esa ficción (el fútbol pertenece a esa dimensión casi tanto como las novelas y las películas), y fingir, en consecuencia, que lo único que importa es el triunfo de su equipo, y que al lado de esto su desempleo, sus apuros económicos, su preocupación por el futuro de sus hijos, incluso su afectada salud, palidecen y pasan  a segundo plano". La capacidad del fútbol para influir sobre las personas es innegable y muy generalizada, casi universal.
          El tratamiento mediático dado a este fenómeno hay que reconocer que se ha diferenciado entre nosotros, pues a algunos se les sigue llenando la boca para gritar "España", con todos los ondeos más ostensosos de la bandera rojigüalda, mientras que otros hablan, aunque con hervor casi parecido, sólo de "la Roja". El cambio de denominación no es un matiz imperceptible y diferencia en la práctica a las personas y a los medios que hablan de estos temas.
         Pero lo que realmente desborda la capacidad de imaginación más poderosa es el comportamiento de las poblaciones después del mismo espectáculo futbolístico. Las imágenes de la masa de población congregada en la Cibeles madrileña para recibir a los "héroes de Kiev" supera lo que el más osado imaginario se hubiese atrevido a pensar. No recuerdo ningún momento español que haya congregado a tanta gente, ni a tanta gente con tal entusiasmo, con los brazos unánimes alzados ante los divos tan universalmente aclamados.
          ¿Por qué se producen estos comportamientos? ¿Que nos trae el fútbol, o qué nos atrae del fútbol? ¿Qué mágico dinamismo posee sobre las masas? ¿Perdurará algún efecto tras todas estas movidas? ¿Influirá algo el paroxismo futbolístico sobre la realidad más estable de la población? Todo esto, ¿es sólo humo y espuma, o hay también sustancia y perdurabilidad? Reconozco no tener respuestas para todas estas preguntas. El fenómeno del fútbol me desborda rotundamente.  

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