miércoles, 2 de enero de 2013

ESCRIBIR DE MÚSICA

          Escribir de música es, evidente mente, más difícil que escribir o hablar de una realidad tan material como puede ser un partido de fútbol. Por esto, de vez en cuando, me gusta leer algún comentario musical, aunque sea de músicas de las que nada entiendo.
          Esta vez he visto unos comentarios musicales, en un periódico que hacía una especie de recorrido por las actividades de música desarrolladas durante el recién terminado 2012. Con independencia de los autores y de los temas, recojo algunas frases que me han llamado la atención: "un elemento de competencia en un entorno en el que la moda por reiventarse se ha convertido en una obligación existencial"; "bañados en una seductora atmósfera wagneriana que nunca llega a disfrazar la presencia de un estilo propio"; "una voz que   -además de cantar- es capaz de actuar y contar"; "consigue que el oyente lo perciba como una farragosa ensalada de páginas dispares"; "canciones inéditas de un hombre que forja cada verso y cada nota con la precisión de una operación de nanocirugía"; "creó una vergel de fantasías multicolores que hasta ahora no ha hecho sino maravillar a los hedonistas de la psicodelia"; "se zafa de cualquier complejo para magnificar el sentido vital de su adicción a la soledad, en una suerte de introspección expansiva atizada por estridentes sintetizadores y melodías vocales extraterrenales, que conjugan en canciones pluscuamperfectas un inédito sentido evolutivo para con el pop"; etc., etc.. Las citas las podría multiplicar, pues en sólo dos páginas se reunen comentarios que deslumbran por este estilo inconfundible e incalificable.
          Comprendo que escribir de música encierra una gran dificultad. No es lo mismo referirse a objetos materiales -una piedra, una fruta, un hombre o una mujer- que hablar de melodías inaprensibles, de tonalidades musicales, o de los sentimientos producidos por la concatenación precisa de las notas. Hablar o escribir de lo inconcreto reviste la dificultad de encontrar palabras para lo que en sí mismo es inefable.
          Por la misma razón, me gusta leer también comentarios sobre gastronomía. Para hablar sobre el gusto que produce un vino o un determinado plato hay que acudir a un lenguaje obligadamente metafórico, que resulta también evidentemente "sabroso". No es de extrañar, por ello, que los buenos comentaristas gatronómicos sean también escritores refinados, con extraordinario dominio del lenguaje, como lo fueron Cunqueiro o Nestor Luján, o lo son ahora Martín Ferrán o Carlos Herrera.
          Este tipo de literatura me produce, por una parte, una indudable admiración; pero, simultáneamente, descarga todo esto en mí también una corriente de humor, de distancia y de socarronería, que merecen ser destacadas. Lo sublime y lo cómico no resultan, con frecuencia, tan distantes. Estos lenguajes subidos se pueden tal vez leer con buenas dosis de suave y cariñoso humor. Esto recomiendo para las refinados escritores de temas inconcretos.

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