lunes, 20 de mayo de 2013

ROCÍO: Gente, Colorido, Hondura, Incomodidad

           Acabo de llegar del Rocío, de los días intensos que ocupan la Romería. Es mucho lo que El Rocío inunda ya a los medios de comunicación, abriendo los informativos y ocupando páginas y páginas de los medios impresos. Voy a referir,  en caliente, lo que a mí más me ha impresionado en estos días del Rocío.
          Gente, lo primero. Mucha gente, de todas las edades, de todos los niveles sociales. Cada año es tradicional entre los rocieros la discusión sobre si ha acudido más o menos gente que el año anterior. La discusión resulta imposible dirimirla, más allá de la cifra aproximativa del millón de personas asistentes. Lo cierto es que la gente es muchísima en todos los actos más numerosa de lo que cualquiera podría imaginar. El traslado de la Virgen desde Almonte al Rocío -quince kilómetros largos por caminos muy enarenados, siempre sobre los hombros masivos y apretados de los almonteños- ya supuso este año un impresionante río humano de alrededor de cinco kilómetros de longitud, con la Virgen en el centro cubierta con el capote que le evitaba el polvo. En la procesión de la madrugada y la mañana del lunes, en las calles sin límites del Rocío, era impresionante el mar de personas arrebujadas con la Virgen vestida del Reina en el Centro. Cuando en tantos actos públicos, sobre todo religiosos, la gente es normalmente tan escasa impacta mucho comprobar todo lo rociero auténticamente desbordado de gente.
          Lo segundo es el colorido. No insistiré en ello porque es lo más conocido del Rocío: los trajes de flamenca y de corto, las comidas y las bebidas (el "rebujito" sólo lo bebo en El Roció), el paisaje con la marisma inundada, los bailes y los cantes, el habitat tan único de las casas en las arenas, etc, etc. Resultaría muy fácil destacar los aspectos más coloristas del Rocío, tal vez el fenómenos más complexivo de toda la riqueza y variedad de lo andaluz.
          Pero lo grande del Rocío es que todo lo externo tan rico y tan aparatoso se compagina con una hondura, que a algunos desconcierta y a los más emociona hasta las entrañas. La hondura es el tercer rasgo del Rocío que quiero destacar. No he visto ningún sitio donde la gente se impresione tanto ante una imagen. El ver a la gente llorando, en el santuario y cuando la Virgen está en la calle, resulta totalmente normal en el Rocío. La gente experimenta sentimientos muy hondos cuando se encuentra ante la Virgen. Y lo que a mí personalmente más me impresiona es que esta emoción honda es universal, no se circunscribe el círculo de las personas devotas o más religiosas. A los actos rocieros acude también mucha gente que no acude mucho a las Iglesias, que no es escrupulosamente practicante, que sólo interviene en actos "religiosos" en el Rocío. La Virgen del Rocío, con sus ojos bajos mirando a la gente, tiene una capacidad de acogida que desborda los esquemas rigurosos. Todos se sienten acogidos por Ella, aunque sus vidas no estén cercanas a lo religioso o no entre en los márgenes estrechos de la moral más exigente. Casi bizantino me resulta discutir si esto "religioso" rociero coincide más o menos con lo religioso evangélico y más auténtico: primero, porque ninguna manifestación religiosa es pura y perfecta, y, segundo, porque sólo Dios sabrá lo que habrá de auténtico y evangélico en estas manifestaciones populares. Lo que, en todo caso, resulta evidente para el que sólo se asoma al Rocío es que allí se respira hondura, que la gente siente muy hondamente sus contactos con la Virgen. 
          Un rasgo último, para terminar. Me decía ayer un amigo: "El Rocío es muy incómodo". Frente a otras manifestaciones masivas o religiosas, el Rocío es seguramente el más incómodo: en los caminos tan penosos, en los alojamientos tan imperfectos, en el polvo o en el frío, en los horarios tan intespectivos, en el poco dormir... Nadie va al Rocío para disfrutar de comodidades. Los sacrificios que exige el acudir al Rocío son una buena garantía de su autenticidad. 
          Existe por supuesto quien ataca al Rocío, quien no lo entiende y lo critica. Un buen comentario he leido estos días en una periódico de Sevilla sobre la "rociofobia". Lo que puedo asegurar es que los rasgos apuntados son verdaderos. Estos rasgos son los que el Rocío, aún en caliente, me inspira. Cada cual cuenta la feria -o el Rocío- según le va en ella. 

1 comentario:

  1. Gracias, Luis, por tus palabras. Coincido plenamente contigo en eso de que "ninguna manifestación religiosa es pura y perfecta y que sólo Dios sabrá lo que hay de auténtico en el corazón de cada uno".

    Me recuerda que nuestra religiosidad -la cristiana- no es la cultual del Antiguo Testamento, de "templos adentro", sino fundamentalmente la que conecta lo que la gente vive -y en la que Su Espíritu habita a Su modo-con los necesarios lugares de oración -de encuentro con lo Trascendente, de silencio, de escucha y de palabra-.

    Un abrazo.

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