jueves, 3 de noviembre de 2011

¿POR QUÉ PENSAMOS DIFERENTE?

Ante las próximas Elecciones, cuya campaña oficial empieza esta noche, me pregunto mucho por qué pensamos, de hecho, de forma tan diferente unos y otros. De entrada, sorprende que las personas, después de analizar la situación y de discernir las razones a favor de unos y de otros, lleguen a concluir soluciones tan distintas.

La diferencia en las formas de pensar inunda todos los campos. Empezando por lo más superficial, unos defienden al Real Madrid y otros al Barcelona FC, llegando hasta el encarnizamiento en sus respectivas defensas... Dentro del arte, a unos les gusta Velázquez y a otros Goya, a unos Antonio López y a otros Picasso, tan diferentes. En literatura, a unos les gusta el género negro, las relaciones de miedo, y a otros las líricas y románticas; a unos la novela y a otros el ensayo. Ahondando más, la historia de la filosofía muestra soluciones radicalmente contrarias a los grandes problemas del pensamiento humano, arrancando del fixismo de Parménides y del relativismo transcendental de Heráclito (panta rei). Incluso en el campo de la teología más reciente, el pensamiento y las orientaciones de Karl Rahner son muy. muy diferentes a las de Hugo von Balthasar... Quizá pensamos, de hecho, de formas diferentes porque somos, de hecho, muy distintos todos componentes de la raza humana. No hay dos rostros milemétricamente iguales, como no hay dos formas de pensar enteramente iguales.

Consideraciones muy sencillas, poco ajustadas, casi ingenuas. Pero me ayudan a comprender que en opciones políticas seamos también tan diferentes. En la configuración sociológica de España, millones de personas valoran como más positivas las opciones del PP, frente a otros millones de personas que consideran más válidas las opciones del PSOE, junto a otros muchos que apoyan además a las restantes opciones políticas. Es bueno que todos defiendan sus posturas como las más válidas, incluso con pasión; pero habría que evitar el tachar las opiniones contrarias como malas, inmorales, calamitosas, catastrofistas, perniciosas, inhumanas. La adopción de la propia opinión política siempre debe dejar un margen de actuación a la opinión política contraria, sin llegar nunca a la descalificación radical de la contraria, y menos aún de las personas concretas que defienden las opiniones adversas. En la España actual, este riesgo de la mutua descalificación es muy fuerte.

En este contexto, tranquiliza mucho que Benedicto XXI haya recordado recientemente en Alemania que, en cuestiones políticas, la Iglesia no pretende ni usar ni imponer la revelación sino basarse siempre en el razonamiento humano. Es claro que la razón humana debe escoger lo que valora como más justo, y para cada cual su opción es la más válida, casi obligada para él. Pero sin desconocer que su decisión es humana, dejando margen para otra decisión también humana y diferente. El riesgo del error no desautoriza las opiniones contrarias. Cada uno tiene que buscar lo menos errado, lo más coherente para él, pero sabiendo sin embargo que otros podrán llegar a soluciones diferentes. 

Tener en cuenta estas ideas puede resultar muy pacificador en el tiempo tan apasionado de las Elecciones.

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