jueves, 28 de marzo de 2013

Séptimo día: APUESTO POR LA VIDA

         La lluvia escampa, tras la noche viene el día y, para los creyentes, la
muerte conduce a la  resurrección.
         Hay quien se empeña en permanecer en lo negativo. Quien durante la noche no
concibe que pueda aclarar en algún momento el día, los que estiman que la lluvia va a 
continuar para siempre. Concebir una situación mejor que la actual constituye para
algunos una utopía, algo realmente imposible.
          Pero estos cambios son posibles. El paso de lo malo a lo bueno no es una ilusión,
ni una utopía inabarcable. Sucede en realidad en muchas ocasiones, y hay que estar
dispuestos a desear una situación mejor y a recibirla con agradecimiento cuando se
presenta.
          La Semana Santa es la instalación en la muerte, en el dolor y en la pasión
sufrientes. La imaginería de la Semana Santa es toda de muerte, de caídas, de azotes,
de sufrimiento y de cruces. Este recorrido por el dolor resulta del todo explicable
porque el sufrimiento existe, fue una realidad en la vida de Cristo y sigue existiendo
en la vida de muchas personas. Destacar el sufrimiento no es desaconsejable, cuando
el dolor es una realidad que se impone tan drásticamente. Este año, la crisis económica
es causa de más sufrimientos de los que el no la está pasando no se atrevería ni siquiera
a imaginar. La pasión y la muerte son momentos innegables en la persona de Jesucristo,
y es de justicia representarlas así en los pasos y en los tronos,con respeto y con
agradecimiento
      Pero la muerte para el creyente conduce la resurrección, y esto no queda
suficientemente resaltado en los desfiles de Semana Santa. Después de la
muerte no viene el final, sino la vida. Una vida distinta, que sobrepasa a la
anterior, que supera los propios límites de lo humano, pero que no deja de ser
vida, proyección hacia la plenitud de lo que antes era sólo comienzo limitado.
          Es momento de apostar por la vida, de creer que el cambio a mejor es
posible, que el dolor -¡tan cierto!- no es lo último, que resulta posible el tránsito
a una situación mejor, que conduzca a plenitud lo deficientemente iniciado en
la etapa anterior. Apuesto por la vida.
 
      
 
         

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