sábado, 2 de marzo de 2013

Séptimo día: CRÍTICA A LA ESTERILIDAD

          La actual crisis tiene efectos colaterales a la misma economía. No sólo se nota la crisis en la falta de recursos económicos, sino en otros aspectos de la vida humana muy alejados de todo lo relacionado con el dinero.
          La crisis económica vuelve a la gente más precavida, más cuidadosa de sus propios bienes, más atenta a cualquier síntoma que se relacione con sus intereses personales y familiares. Hasta aquí, todo bien. Pero lo malo es que la crisis engolfa también a las personas en sus propios intereses, les hace perder perspectivas respecto a los problemas de los demás, cierra la mirada a todo lo que no es propio y hace brotar una capa de egoísmo que lo cubre todo.
          Hay quien ha dicho que la peor no es la económica, sino la crisis de valores, que es origen o consecuencia de la misma crisis económica. La falta de recursos económicos es un toque de arrebato, que origina otros muchos problemas personales, sociales y de relación mutua.
          La actual crisis provoca también, como consecuencia, la enfermedad de la esterilidad. La fecundidad, los brotes de nueva vida, se contienen. El cuidar con angustia de los propios intereses conduce a no ser sensibles a los intereses ajenos; a mantener la vida sólo atenta a sí misma, sin ambición ni potencia para crear nuevas vidas, para desarrollar actividad y vitalidad vayan más allá de los propios intereses. La crisis cierra las entrañas, la imaginación y los recursos humanos, cayendo en una seca y yerma esterilidad.
         Por todo esto es resulta ahora tan oportuna la crítica de la esterilidad, contenida en el texto evangélico dominical. La higuera que no da fruto merece ser arrancada, para que no consuma inútilmente la savia de la viña en la que está plantada. La persona, la institución, el país, que se vuelven estériles, se hacen acreedores de severas sanciones, de recibir el mismo trato que una higuera estéril. El no producir nueva vida, la esterilidad, lleva consigo un germen de empobrecimiento,que amenaza la vida misma de la entidad estéril.
          Cave, con todo, un recurso a la esperanza. A la higuera estéril se le da, en la parábola evangélica, una última oportunidad, con nuevos cuidados del agricultor que la cuida, para esperar que el nuevo año produzca ya los esperados higos. La conducta errada, antes que la condena o la eliminación definitiva, puede recibir un novo voto de confianza. Si continúa la esterilidad, la eliminación no podrá ser evitada; pero antes, hay que confiar en que, con nuevos cuidados, la higuera mejore su comportamiento y traiga nuevos frutos.
          Una metáfora llena de sentido y rabiosamente actual. El encerrarse dentro de los límites de los propios intereses debe ser sustituido por la apertura a los problemas de todos, por una fecundidad que produzca nueva vida y haga explotar los propios encerramientos.         

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